Ingeniera experta en innovación empresarial

El mejor amigo invisible

23 de Diciembre de 2025
Mireia Garcia Roca | VIA Empresa

Se acerca la Navidad y, con ella, esa mezcla de ritual y emoción que, año tras año, reaparece en nuestras agendas personales y profesionales. Es tiempo de balances, de celebraciones, de comidas de equipo, de ese momento algo forzado pero entrañable del amigo invisible. Y entre regalos improvisados, tazas con mensajes motivacionales y libros de gestión, a veces aparece algo inesperado. Algo que nos recuerda que, más allá del envoltorio, hay gestos que dejan huella.

 

Hace unos años, mi equipo me regaló un ejemplar de El Arte de la Guerra de Sun Tzu. Era un momento especialmente difícil para nosotros como compañía y como departamento, uno de esos períodos en que como líder tienes que enfrentarte a un entorno empresarial hostil y a dinámicas complejas en la cúpula. Yo, que siempre he intentado mantener la calma y proteger al equipo de las turbulencias internas, recibí aquel libro como la señal de que ellos estaban ahí, aunque yo no pidiera ayuda, aunque no pudiera explicarles todo lo que estaba viviendo. Entendí que, aunque yo no compartiera mis batallas, ellos las intuían. Y me respaldaban. Comprendí entonces que los mejores profesionales son, antes que otra cosa, buenas personas. Aquel regalo me acompaña todavía en la estantería, como recordatorio de que los verdaderos regalos no se compran, se ofrecen desde el vínculo, desde la observación, desde el cuidado.

En el mundo de la empresa también hay amigos invisibles. Son esas personas que están a tu lado todo el año, no necesariamente con grandes gestos, sino con pequeñas acciones que construyen confianza: quien te cubre en una reunión sin pedir nada a cambio, quien te da una opinión honesta -aunque sepa que no es lo que quieres oír-, quien te impulsa a presentarte a una promoción porque ve en ti lo que tú aún no te atreves a reconocer. Esos compañeros, esos líderes, son los mejores amigos invisibles. No porque se oculten, sino porque su impacto es silencioso, constante y profundo.

 

Y si hablamos de líderes, hay una clase de regalo que sus equipos esperan y que no encontrarán en ningún marketplace. No es un bonus, ni una cesta de Navidad. Es mucho más sencillo, y mucho más valioso: confianza. Confianza para crecer, para equivocarse, para proponer, para desarrollarse. Los mejores líderes que he conocido no eran los más brillantes ni los más carismáticos, sino los que ayudaban a crecer a las personas que tenían a su cargo. Los que sabían ver más allá del rol actual de alguien y acompañarlo hacia su próxima versión profesional. Los que ofrecían dirección sin imponer caminos, y escuchaban con curiosidad genuina.

"Los mejores líderes que he conocido no eran los más brillantes ni los más carismáticos, sino los que ayudaban a crecer a las personas que tenían a su cargo"

Compartimos con nuestros equipos muchas horas del día, a veces más que con nuestras propias familias. Sin embargo, al final del año solemos recurrir a los mismos rituales corporativos: cenas organizadas, regalos estandarizados, discursos de agradecimiento que a menudo carecen de autenticidad. Y quizá esta Navidad podría ser una oportunidad para recuperar algo más auténtico. Para mirar a los equipos no solo como engranajes de productividad, sino como personas que también llegan al cierre de año cansadas, con ilusiones por confirmar y retos por delante. ¿Y si hiciéramos de este fin de año un momento para regalar lo que no caduca: nuestro tiempo, nuestra atención, nuestra confianza?

Porque, al final, el mejor amigo invisible que puede tener alguien en una empresa es ese líder que está ahí cuando nadie lo espera. Que acompaña sin invadir, que impulsa sin exigir, que ve antes que tú todo lo que puedes llegar a ser. Y ese regalo, aunque no venga envuelto, marca la diferencia de un año a otro. De una carrera profesional a otra. Y, sobre todo, de una cultura empresarial a otra.

"Las empresas no cambian por decreto, cambian por las personas que las habitan"

En un momento en el que hablamos tanto de transformación, innovación o inteligencia artificial, no debemos olvidar que lo que realmente hace que una organización prospere sea cómo cuida, cómo conecta, cómo se relaciona con su gente. Porque las empresas no cambian por decreto, cambian por las personas que las habitan. Y en esa transformación silenciosa que empieza por un gesto humano, reside el auténtico liderazgo.

Esta Navidad, quizá no hace falta comprar nada. Solo atreverse a dar lo que de verdad transforma.

¡Feliz Navidad!