Una de las características del gobierno español actual es el populismo. Se hacen cosas para quedar bien con todo el mundo -eludiendo la realidad de que alguien tendrá que tragárselo tarde o temprano-. El populismo ha tenido siempre un gran arraigo entre las sociedades hispanas, y Latinoamérica es el centro de la internacional populista. Entre los destacados miembros figuró una estrella que fue Eva Perón que demostró de forma definitiva que una mala clase política puede hundir un país, por próspero que sea. No es extraño que el populismo vuelva a los orígenes, infestando a los colonizadores españoles, que fuimos nosotros.
La operación de populismo de mayor alcance social en Catalunya ha consistido en anular los peajes. Esta fue una demanda que comenzó a mover ERC con un error de óptica, a mi entender, colosal. Se quería denunciar el drenaje fiscal que España practicaba sobre Catalunya. Un drenaje que roza el expolio y que ahora se pretende corregir mínimamente con la llamada “financiación singular” que, ya les avanzo, acabará en nada porque, como ya he explicado en algún artículo anterior, el principal enemigo lo tenemos en casa. Un progresismo social que considera que los catalanes debemos ser solidarios hasta que ya no nos quede nada. Y así será. Porque, esta forma de pensar, también forma parte del populismo.
El caso es que en lugar de denunciar el drenaje fiscal en sí mismo, se optó por decir: si los españoles no financian sus autopistas mediante peajes -porque, de hecho, se las pagamos nosotros, catalanes-, nosotros tampoco queremos pagar las nuestras. Como acto demagógico no está mal. Pero lo más correcto habría sido promover los peajes para el resto de España porque, claro, pedir lo que pedíamos equivale a decir algo así como “¡quiero ser como los peores de la clase!”. Y aquí es donde hemos llegado finalmente: estamos entre los españoles, los peores de Europa.
"Todos los países de la Unión Europea (UE) pagan peajes. Nosotros, que siempre les reclamamos limosna, no pagamos"
No insistiré en la animalada que constituye promover un modelo donde nosotros, con nuestros impuestos, financiamos unas autopistas que gastan otros, ya que somos un país de paso. En ningún lugar practican una estupidez de estas dimensiones. Pero esta es una de las características del populismo y de la demagogia: las piedras siempre se tiran al propio tejado. Y aquí nos encontramos en la actualidad. Todos los países de la Unión Europea (UE) pagan peajes. Nosotros, que siempre les reclamamos limosna, no pagamos.
El tema me ha venido a la cabeza por dos hechos. España necesitará dinero para financiar armamento -se ponga como se ponga la izquierda alternativa que gobierna España-. Si no lo hacemos, la opción es abandonar la OTAN, cosa que no ocurrirá. Por lo tanto, habrá que dejar de financiar demagogia. Y también me ha llamado la atención las propuestas que algunos partidos -como Junts- hacen para solucionar el tema autopistas. Proponen la viñeta.
Porque, claro, ahora hay que poner la imaginación en marcha para no hacer el ridículo. ¿Se imaginan tener que reconstruir quioscos de pago, con todo lo que conlleva después de haber deshecho unos bienes que ya estaban? Ahora todo el mundo cae en la destrucción de formación bruta de capital que significó arrasar los puntos de pago: edificios, instalaciones tecnológicas, puestos de trabajo... para, después, allanar, reasfaltar, señalizar, etc. Sólo una sociedad que se ha bebido el entendimiento pasa impasible sobre este hecho: la destrucción por el simple hecho populista. Y el trabajo que se gira ahora de imaginar cómo, aquella barbaridad -que costó millones- se disimula para poder ser sustituida por otra cosa que no dejará de ser una chapuza.
Cosas como estas, tan básicas, son las que caracterizan a los países con mala gobernanza. Los que siempre reclaman solidaridad y ayudas. Los países que, como el nuestro, siempre serán de tercera, porque, al fin y al cabo, así lo hemos libremente escogido.