Mis padres, como tantos otros, crecieron en un mundo sin internet. Para ellos, un hacker era un joven en camiseta que tecleaba muy rápidamente en una pantalla negra con letras verdes. Hoy, los hackers no saben qué es DIR para listar archivos en un directorio. Te envían un mensaje a WhatsApp, un SMS o un correo electrónico y se quedan con tu pensión, tus contactos y una foto de tu tarjeta de crédito.
Tecnológicamente, las personas mayores son el colectivo más vulnerable. No porque sean menos inteligentes, sino porque no crecieron con contraseñas de doble verificación, ni VPN, ni notificaciones constantes. Los móviles, que para muchos son instrumentos de libertad y conexión, se convierten en trampas perfectas. Un clic incorrecto y… ¡Bienvenidos al mundo de las estafas!
Desde que comenzó, el phishing ha cambiado mucho. Antes era un príncipe africano que quería repartir sus beneficios contigo y te enviaba un correo con faltas de ortografía. Ahora incluso escriben en catalán, y utilizan el mismo hilo de mensajes y número de teléfono que tu banco. ¿Y quién es más confiado? Justamente aquellos que no han aprendido a cuestionar cada enlace, cada mensaje, cada imagen.
Cuando estaba en Govern lo veía: muchos cursos para aprender a enviar wasaps, y pocos para visitar webs porno sin caer en enlaces maliciosos. Al final, estas campañas de sensibilización están pensadas desde el PowerPoint de un despacho milenial, pero fracasan porque no se adaptan a los hábitos reales de las personas mayores. Explicar cómo funciona una “doble autenticación” o cómo detectar un “enlace malicioso” sin casos concretos es como explicar física cuántica a quien aún se confunde cuando habla de TikTok e Instagram, o a quien confunde la publicidad del Discover de Android con noticias relevantes de verdad.
“Las campañas de sensibilización están pensadas desde el PowerPoint de un despacho milenial, pero fracasan porque no se adaptan a los hábitos reales de las personas mayores”
La seguridad digital no es solo un problema individual: es una responsabilidad social total. Las plataformas deberían hacer interfaces más claras, avisos más visibles y procesos más sencillos. Si los bancos obligan al uso de la app móvil, pero no explican bien cómo protegerse, el resultado es inevitable: vulnerabilidad masiva.
Durante 2024 se detectó un gran volumen de datos de ciudadanos españoles en venta en la web oscura. Estos datos, como nombres completos, DNI y direcciones electrónicas, son utilizados por los ciberdelincuentes para crear estafas más creíbles y personalizadas. Con el uso de la inteligencia artificial, las estafas pueden ser masivas y difíciles de distinguir de los mensajes legítimos.
Esta situación ha llevado a la Agència de Ciberseguretat de Catalunya a destinar dos millones de euros en un plan de prevención de los ataques y estafas digitales durante 2025. Además, se ha puesto en marcha un canal de avisos y alertas de ciberseguridad a través de WhatsApp para informar a la ciudadanía sobre posibles amenazas y cómo evitarlas.
“Con el uso de la inteligencia artificial, las estafas pueden ser masivas y difíciles de distinguir de los mensajes legítimos”
Pero la responsabilidad no recae solo en las instituciones. Las personas mayores y su entorno también deben hacer un esfuerzo para adaptarse a este nuevo entorno digital, y debemos ayudarles. Esto implica enseñarles a identificar correos electrónicos sospechosos, a evitar hacer clic en enlaces desconocidos, proteger sus contraseñas con algo más que una mayúscula, números y un carácter extraño, y acompañarlos en todo lo que necesiten.
Sin embargo, no podemos olvidar que la digitalización debe ser inclusiva. No podemos permitir que nadie se quede atrás. La sociedad debe trabajar conjuntamente para garantizar que todos, independientemente de su edad, tengan las herramientas y los conocimientos necesarios para protegerse en el mundo digital.
Si no estamos todos, no es innovación. Es una mierda.