Ingeniero y escritor

¿Realmente necesitamos un estatuto de autonomía?

23 de Septiembre de 2025
Xavier Roig VIA Empresa

A veces tengo la sensación de que para llegar a donde ha llegado Catalunya como sujeto de derecho político, nos hemos tenido que practicar el autoengaño y dotarnos de una serie de legislación de dimensiones alucinantes y farragosas. Cargos, instituciones, burocracia, etc. Y hace tiempo que pienso —de hecho tengo un sentimiento muy vivo al respecto— que todo este sainete se ha diseñado para hacernos creer que Catalunya es diferente cuando, de hecho, desde el punto de vista de pura percepción, cuando uno nos mira de lejos tiene la impresión de que somos una típica región española más. Eso sí, al flamenco le llamamos rumba catalana. La mosca que tenía en la nariz se vio confirmada cuando se comprobó que el referéndum para aprobar el Estatuto era un acto folclórico sin ningún tipo de trascendencia ni de valor legal. Simple inflamación aparente. Hacernos creer que somos algo. 

 

El tema viene a colación porque estos días que Francia pasa unos momentos convulsos —como tantos ha pasado en su historia, tanto la lejana como la próxima— me dedico a hacer una especie de análisis comparativo con nuestro entorno político y social. Ahora mismo, a mí me resulta fascinante que un país entero de casi 70 millones de personas esté movilizándose de manera tan interesada y fascinante para debatir cuál debe ser su presupuesto del año que viene. Y se pone sobre la mesa el hecho de que la deuda pública sea tan elevada: el 112% del PIB. Es por eso que siempre digo que ya querría yo llorar con los ojos franceses. Ya he comentado en artículos anteriores la desvergüenza, la falta total de pudor y de ética democrática de nuestros gobernantes, que van tirando mediante el sistema de la prórroga presupuestaria en lugar de dimitir y convocar elecciones. 

Pero cuando me pregunto si necesitábamos todo este montaje, esta vacua fachada institucional —Constitución, Estatuto, etc.— también lo hago mirando a Francia. Y me doy cuenta de que las acusaciones de país jacobino solo pueden ser empleadas por gente interesada o indocumentada —poco leída y viajada, vaya—. Pondré tres ejemplos, para hacerlo fácil. 

 

Los trenes de cercanías. Desde el año 2000 se hizo la transferencia legal de competencias de los trenes de cercanías a todas las regiones de Francia. La operación práctica comenzó en 2002. Si ustedes viajan en un tren que circula dentro de la región —incluso si cruzan unos cuantos kilómetros la frontera regional— observarán que los trenes llevan el escudo de la región. Algunos aprovechan para hacer propaganda del tipo “la Región os transporta”, etc. Todo sin ningún ruido. Un acto administrativo legal. Ni empresas mixtas entre el estado y el gobierno regional, ni mucho menos con la zorra —el operador de los ferrocarriles, ergo la Renfe de turno— dentro del gallinero. Ni chantajes de los sindicatos tardofranquistas —bueno, allí serían tardopetainistas—. Puro y simple: la región gestiona los ferrocarriles de cercanías, y punto. 

"Me resulta fascinante que un país entero de casi 70 millones de personas esté movilizándose de manera tan interesada y fascinante para debatir cuál debe ser su presupuesto del año que viene"

¿Hablamos de los aeropuertos? En Francia, no existe un ente que gestione la red de aeropuertos donde los partidos políticos se pasan el porrón con el visto bueno de las constructoras de terceras pistas. 

En Francia, la titularidad de los aeropuertos es pública. Cosa que tiene lugar en la mayoría de los países civilizados. Ahora bien, la gestión está asignada a diferentes operadores en función del interés de la buena gestión. A veces es la cámara de comercio, a veces un operador privado, otras veces es una sociedad mixta público-privada, etc. Siempre, sin embargo, contando con las autoridades locales. No necesitan nombrar presidentes de organismos centralizados nacidos en provincias para hacer ver que se preocupan por el territorio cuando, de hecho, se trata de llenar el sillón con alguien del partido de turno. 

"No necesitan nombrar presidentes de organismos centralizados nacidos en provincias para hacer ver que se preocupan por el territorio"

Y, finalmente, el aspecto más importante. El territorio, en Francia, está perfectamente representado. No solo en el Senado -donde los senadores salen de los organismos regionales y municipales- sino también por los diputados de la Asamblea Nacional, que son elegidos por distritos uninominales y saben que si no atienden las demandas del territorio, no volverán a salir elegidos. Por mucho que lo fuerce el partido de turno —y de ejemplos de diputados que han abandonado el partido para defender el territorio en lugar del partido, hay varios—. No existe la típica marioneta de la cual gestiona los hilos París —Madrid, en nuestro caso—. Por eso los prefectos de departamento tienen mucho más poder que el presidente de la Generalitat. 

Solo he elegido tres ejemplos. Hay muchos otros (gestión de carreteras, de escuelas, de hospitales, etc.). Puestas así las cosas: ¿alguien me quiere explicar de qué sirve el Estatuto de Autonomía de Catalunya?