Los que lo vivimos, tenemos la sensación de haber retrocedido a los últimos años del franquismo. Si bien no en la formalidad del ejercicio democrático y la libertad de expresión individuales, me atrevería a decir que el entorno informativo y de opinión pública provoca una asfixia similar a aquellos tiempos.
Aparte de la información rosa -que copa los medios-, se podría resumir en una frase del tipo “las cosas van mal, pero no peor que los países que nos rodean”. Y esta especie de engreimiento resulta exasperante. Colaboran las fuerzas políticas y una prensa que les hace la rosca y que parece no tocar fondo en lo que se refiere a su desprestigio. El cártel politicomediático está llevando a nuestra sociedad a unos niveles de bajeza difíciles de encontrar cuando uno viaja Pirineos allá y presta atención a su alrededor.
De ejemplos vamos llenos. Hace unos días un artículo editorial del director de La Vanguardia decía: “España versus Francia. La economía española sigue creciendo mientras París anuncia un severo plan de austeridad” -supongo que no contó las subvenciones que nos envía Francia para “ir bien”-. ¡Eso es informar imparcialmente! El resto son puñetas.
Me parece útil, pues, reflexionar sobre el hecho de que parece que Francia está en una situación extraña, terrible. No, señores. Francia está en la situación democrática en la que se encuentra cualquier gobierno legítimo del mundo democrático: no hay gobierno si no hay presupuesto. El tema es tan sencillo como la democracia misma: no hay democracia si no hay elecciones cada cierto tiempo y de aquí un gobierno que pueda gestionar el país. Y gestionar un país quiere decir tener un presupuesto que permita llevar a cabo las acciones que se han comprometido en el programa electoral. En los países democráticos, si no hay presupuesto, el gobierno cae. Es así de simple.
"Se trata de no pasar la irresponsabilidad de un endeudamiento excesivo a las generaciones futuras"
A raíz de las elecciones legislativas francesas de 2024, el gobierno formado por el primer ministro Michel Barnier duró poco más de tres meses. ¿Motivo? No logró preparar unos presupuestos que fueran aprobados por la Asamblea Nacional (la cámara de los diputados de Francia). Entonces, el presidente Macron nombró a otro primer ministro: François Bayrou. Ahora parece que este político tiene dificultades para aprobar unos presupuestos que deben ser restrictivos -como probablemente deberían ser los nuestros-.
Se trata de no pasar la irresponsabilidad de un endeudamiento excesivo a las generaciones futuras. Parece que no ha logrado convencer a un parlamento excesivamente fragmentado. En consecuencia, ha puesto su cargo en manos de la Asamblea Nacional y pide un voto de confianza para aprobar los presupuestos. Si no es así, Bayrou dimitirá y Macron tendrá un problema. El trabajo de estos días de Bayrou consiste en convencer a una mayoría de diputados de que los presupuestos son los que Francia necesita ahora mismo. Porque, insisto, hecho normal, si no hay presupuesto, no hay gobierno.
"En España, Catalunya y Barcelona se gobierna en 2025 sin presupuestos. Y aquí no ha pasado nada"
Ahora cojan el caso español. Los gobiernos Sánchez han salido adelante sin presupuesto desde 2023. Y ya veremos si se aprueban para 2025. Los últimos presupuestos conocidos de la Generalitat datan, también, de 2023 que, agárrense, fueron aprobados en marzo de aquel año, cuando ya hacía tres meses que gastaban. ¿Y el Ayuntamiento de Barcelona? Los últimos fueron los de 2024. O sea, se gobierna en 2025 sin presupuestos. Y aquí no ha pasado nada.
Sería necesario constatar que este hecho, el de no tener presupuestos, provoca, por ejemplo, caídas de gobierno en Alemania, en Francia, en el Reino Unido... e, incluso, en Italia. ¡Pobres insensatos! Vuelvo a la época de la plaza de Oriente de Madrid y me vienen a la cabeza las portadas de los diarios cuando España fue vetada en la ONU: “¡Si ellos tienen ONU, nosotros tenemos dos!”.