especializada en videojuegos, tecnología y tendencias digitales

El rol del móvil en las aulas: ni prohibido ni imprescindible

21 de Julio de 2025
Gina Tost | VIA Empresa

Vivimos en un momento de cambio y tensión educativa por el hecho de quitar la tecnología de la escuela. Nos preocupa que el alumnado se distraiga, que se aísle, que se pierda en el universo digital. Y no nos falta razón: la tecnología no es neutra ni inocua. Pero tampoco lo es la ignorancia. Y entre el miedo y la euforia tecnológica, lo que no podemos hacer es renunciar al papel educador de la escuela. 

 

Porque la tecnología no se aprende por ciencia infusa. Y porque muchas familias no tienen los conocimientos ni los recursos para acompañar a sus hijos en este reto. En este contexto, la escuela debe ser clave para acompañar, formar y mediar un uso responsable y crítico.

Digitalizar la escuela

La escuela no puede ser la solución única a todos los males sociales, pero sí debe ser una brújula compartida. Cuando hablamos de tecnología y educación, no se trata de convertir las aulas en laboratorios, sino de ofrecer un espacio seguro, crítico y equitativo para entender el mundo digital, y debatir sobre los móviles en el aula es legítimo.

 

Personalmente parto de dos principios a debatir:

  1. La educación debe digitalizarse
    No por moda ni por gusto, sino por eficacia y eficiencia. Las tecnologías digitales amplifican nuestra capacidad de informarnos, comunicarnos y aprender. Como la revolución industrial potenció el esfuerzo físico, la revolución digital potencia el esfuerzo mental.
    Usamos tecnología para trabajar y para divertirnos. ¿Por qué no para aprender? Según el posicionamiento del grupo “Educar en digital”, hay que entender la digitalización como una herramienta pedagógica, no como un fin en sí mismo. Es decir: no queremos personas expertas en hacer “clic”, sino capaces de entender, crear y decidir en un entorno tecnológico que les afectará toda la vida.
    Renunciar a las TIC en el aula es como renunciar a los antibióticos o a la campana extractora cuando cocinamos. Ahora bien, esto no quiere decir implementar la tecnología de cualquier manera. Hay que hacerlo con criterio, planificación y equidad, sin abandonar aquello que aún funciona: el papel, la pizarra y la oralidad de una persona (¡no un avatar o un gemelo digital!).
    Digitalizar no es repartir aparatos: es transformar procesos, repensar la gobernanza, redistribuir el poder dentro del aula y fortalecer la institución educativa.
  2. La sociedad ya es digital
    Esto no es opinable, es un hecho. Y si la educación sirve para prepararnos para la vida, no puede ignorar la vida real. Los gremios medievales formaban por inmersión. Hoy, digitalizar la escuela es hacer lo mismo: aprender desde dentro.
    No hacerlo no es sólo una decisión pedagógica. Es una renuncia política. Lo realmente revolucionario no es digitalizar la escuela, sino negarle este papel.

"Lo realmente revolucionario no es digitalizar la escuela, sino negarle este papel"

Riesgos y malas prácticas: cuando digitalizar quiere decir... molestar

Digitalizar no quiere decir coger un libro de texto y convertirlo en un PDF colgado en una plataforma pesada e impersonal. Esto no acompaña, no educa. Sólo molesta.

El móvil no es sólo un aparato barato, versátil, ubicuo y multipropósito. Es, sobre todo, la clave de bóveda de la competencia digital, informacional y mediática. Lo que hacemos con él (o no hacemos) marca nuestra relación con el conocimiento, el tiempo, la privacidad y el mundo.

Por eso, más que una herramienta de uso, el móvil es un objeto de aprendizaje en sí mismo. No entenderlo ni dominarlo es quedarse fuera del mundo. Pero no es un cheque en blanco. Porque el uso del móvil en el aula debe tener en cuenta la capacidad de la sociedad para acompañar, y la capacidad de la escuela para integrarlo pedagógicamente.

Pero dejémonos de cambios decorativos, ya que proyectar vídeos en un iPad no quiere decir trabajar una competencia digital, es sólo un uso puntual de una pantalla.

"Proyectar vídeos en un iPad no quiere decir trabajar una competencia digital, es sólo un uso puntual de una pantalla"

No podemos asumir que todo el mundo sale del mismo punto, ya que hay familias que pueden acompañar y otras que no. Dejarlo todo en manos de la familia es una forma de rendición silenciosa.

La buena digitalización no simplifica, transforma. Requiere tiempo, formación, criterio y voluntad política. Si no, es como usar una herramienta carísima para repetir exactamente lo mismo que hacíamos antes... pero con menos gracia.

"La buena digitalización no simplifica, transforma. Requiere tiempo, formación, criterio y voluntad política"

 

El móvil, en las manos de un niño

“¿Y si el problema no fuera el móvil en el aula, sino el móvil en las manos de un niño?” Lo leía en el hilo que colgó Ismael Peña-López en Twitter y en Xavier Casanovas Combalia. El móvil son hierros, y las aplicaciones son la brújula de la tecnología digital actual, que está diseñada para:

  • Dificultar el autocontrol, con notificaciones, estímulos constantes y bucles de recompensa;
     
  • Afectar la autoestima, con dinámicas sociales comparativas y presencia constante;
     
  • Aislarnos epistémicamente, reforzando burbujas de información, sesgos y desconexión con la realidad plural.
     

Todo esto no depende de cómo usamos la herramienta, sino del diseño intrínseco de la tecnología. Por lo tanto, la cuestión ya no es pedagógica, sino si sacamos los móviles de las escuelas es de protección del menor y la escuela debe participar en la función protectora.

Hasta que no haya un cambio de modelo de consumo del mundo digital con cambios de regulaciones y modelos de diseño, debemos ofrecer un entorno seguro.

Cuando llegue la ley de protección del menor (¡y de los adultos!) en el entorno digital, entonces podremos hablar de llevar la tecnología con condiciones. Hasta entonces debemos ser prudentes. Y sí: el entorno de mayor impacto es el familiar, por lo tanto debe ser un trabajazo compartido.

Deberes compartidos: escuela, familias y administración

No podemos esperar milagros del profesorado si no les ofrecemos formación, recursos y confianza. Y tampoco podemos exigir a las familias que actúen como técnicos informáticos, pedagogos y policías digitales a la vez. Hace falta una corresponsabilidad real, con códigos compartidos y espacios de formación para todo el mundo. Y sí, esto implica inversión, pero sobre todo una mirada adulta y seria sobre el mundo que estamos construyendo.

"No podemos esperar milagros del profesorado si no les ofrecemos formación, recursos y confianza"

La autoescuela digital que aún no tenemos

Imaginemos que, en lugar de hablar de móviles, habláramos de coches. Nadie con dos dedos de frente pondría a una persona al volante de un vehículo sin pasar por la autoescuela. No basta con tener un coche para saber conducir. Hace falta formación, acompañamiento y una carretera segura. Y cuando cumples 16 o 18 años no aparece el criterio tecnológico si antes no te han acompañado con certezas y confianza.

Con la tecnología pasa exactamente lo mismo.

Los móviles y las pantallas pueden ser herramientas increíbles, pero también pueden causar accidentes si nadie nos enseña a usarlas con criterio. La escuela no debe ser la única autoescuela, pero tampoco regalar carnets. Prohibir el móvil no educa. “Sálvese quien pueda” tampoco. Lo que educa es saber cuándo hay que acelerar, cuándo frenar y cómo circular respecto a los semáforos digitales de un mundo que no se detiene.