Empecemos por el principio, y no os preocupéis que esto será rápido: “El segundo principio de la termodinámica es uno de los fundamentos de la física que describe la dirección natural de los procesos energéticos y establece limitaciones en la transformación de la energía. Este principio afirma que, en cualquier sistema aislado, la entropía —una medida del desorden o de la dispersión de la energía— tiende a aumentar con el tiempo hasta alcanzar un estado de equilibrio máximo”. Lo tenéis en Wikipedia.
Vaya, ya nos lo hemos quitado de encima y ya no tenéis excusa para no saber uno de los principios fundamentales de la física.
Esto mismo decía C. P. Snow en una conferencia que pronunció el 7 de mayo de 1959 en Cambridge y que llevaba por nombre Las dos culturas y la revolución científica. La tesis de Snow es que si queremos resolver los grandes problemas de la humanidad es necesario superar la división decimonónica entre ciencias y humanidades, la división entre “las dos culturas”.
Charles Percy Snow, que por alguna razón siempre se cita con las iniciales, tenía una posición privilegiada a la hora de hablar de ciencias y humanidades. Nacido en Leicester, Reino Unido, hijo de un vendedor de zapatos que hacía de organista en la iglesia, estudió Química y Física en el Leicester University College, donde se graduó en 1927. Hizo el doctorado en Cambridge, donde trabajó bajo las órdenes del premio Nobel y padre de la física nuclear Ernest Rutherford. En el sector privado, llegó a ser director de la English Electric Company, trabajo que compaginó con el de consultor científico para el gobierno británico y con el de escritor. Como sus libros eran conocidos y se vendían, a mediados de la década de 1960 decidió pasar de las ciencias a las letras y vivir de la escritura. C. P. Snow se convirtió en un novelista de éxito, llegando a publicar más de 30 títulos.
"La tesis de Snow es que si queremos resolver los grandes problemas de la humanidad, hay que superar la división decimonónica entre ciencias y humanidades, la división entre 'las dos culturas'"
El texto de la conferencia es público y lo encontráis con una búsqueda simple en Google. Hay una edición magnífica en catalán a cargo de Àtic dels Llibres que además de la conferencia original, contiene el capítulo Una segunda mirada. Es una addenda escrita por él mismo unos años después a raíz de las críticas y los ataques furibundos ad hominem que recibió. Los argumentos contra la separación de las dos culturas que Snow expone, al parecer, pisaron muchos callos de las élites, tanto científicas como intelectuales, de la clasista sociedad británica de mediados del siglo XX. Una organización clasista que todavía hoy perdura, que segrega por el acento de inglés de cada uno y que reserva el acceso a las universidades de prestigio para los que han podido acceder a una carísima educación privada.
Observen que he separado las élites en científicas e intelectuales. Cuando imaginamos a un científico pensamos en alguien en un laboratorio o delante de una pizarra llena de fórmulas en un despacho desordenado lleno de libros y papeles. Cuando pensamos en un intelectual pensamos en alguien que lee y escribe mucho y que da conferencias y debates en aulas magnas de universidades y centros de cultura contemporánea. Pero esto no ha sido siempre así. Snow menciona una conversación con Godfrey Hardy, en los años treinta, donde el matemático le decía, perplejo: “¿Se ha dado cuenta de cómo se utiliza la palabra intelectual hoy en día? Parece que hay una nueva definición que, decididamente, no incluye a Rutherford [físico, químico, Nobel de Química], Eddington [astrofísico, filósofo de la ciencia, divulgador], Dirac [matemático, físico teórico], Adrian [Nobel de Medicina] ni me incluye a mí. Es bastante extraño, ¿no cree?”. Hardy es el autor del libro Una disculpa de un matemático, un ensayo donde cuestiona la estética de las matemáticas, considerado una de las mejores obras sobre el pensamiento matemático.
Snow explica que, como de día trabajaba con científicos en el laboratorio y de noche iba al pub a tomar cervezas con escritores e “intelectuales” (en el sentido post-Hardy), veía constantemente estas “dos culturas” que se ignoraban y se miraban con recelo. Deplora que ninguno de sus amigos “intelectuales” supiera una ley tan fundamental como la “segunda ley de la termodinámica” y que todo lo que habían leído sus colegas científicos fuera Dickens. Critica a un científico (de quien no dice el nombre) que cuando le preguntaron qué libros había leído, respondió con firmeza: “¿Libros? Prefiero usarlos como herramientas”. “El grado de incomprensión entre ambas partes es una especie de broma que se ha vuelto amarga”, afirma Snow.
"Snow deplora que ninguno de sus amigos “intelectuales” supiera una ley tan fundamental como la “segunda ley de la termodinámica” y que todo lo que habían leído sus colegas científicos fuera Dickens"
Pero aparte de ser un diagnóstico de “las dos culturas” de mediados del siglo XX y de las nefastas consecuencias que su separación tiene para el progreso de la humanidad, el ensayo de Snow es también una llamada a la acción que llega a nuestros días. Una de las tesis más potentes de su discurso es la de la necesidad de que tanto las ciencias como las humanidades sean transversales, tal como ejemplifica la anécdota de la termodinámica-Dickens. El método científico es para Snow el mayor logro de la humanidad en el sentido de que explica cómo es el mundo al margen de ideologías, religiones y creencias. Esto, que ya sabíamos, ya sería suficiente para que las ciencias fueran transversales, pero añade otro argumento que a menudo queda oculto: la ciencia como ascensor social.
En un apartado donde habla del impacto de la revolución industrial en diferentes sociedades —recordemos que se inicia en Gran Bretaña en el siglo XVII— analiza el papel de la ciencia como motor de progreso. Constata que si las instituciones de acceso a la ciencia, elitistas por definición, no lo fueran tanto, tendríamos más científicos trabajando para resolver los grandes problemas de la humanidad. Cuando escribe el libro en 1959, las preocupaciones son: la Guerra Fría, las desigualdades y la superpoblación. Todo suena muy 2025.
"Cuando escribe el libro en 1959, las preocupaciones son: la Guerra Fría, las desigualdades y la superpoblación. Todo suena muy 2025"
El tiempo y la buena política le acabarían dando la razón. Hay un ejemplo paradigmático que es el Bronx High School of Science, un instituto público del barrio neoyorquino del Bronx. Fundado en 1938, el instituto de secundaria ha educado a más premios Nobel que cualquier otro centro de secundaria del mundo. Los antiguos alumnos del Bronx Science también han ganado tres Premios Turing —oficiosamente el Premio Nobel de la informática—, seis Medallas Nacionales de la Ciencia y nueve Premios Pulitzer. Destacan entre ellos: Leon N. Cooper, Nobel de Física; Sheldon Glashow y Steven Weinberg, padres de la teoría electrodébil y premios Nobel; Roy Glauber, pilar de la óptica cuántica; Claudia Goldin, Nobel de Economía; y más recientemente, el alcalde electo de Nueva York, Zohran Mamdani.
Que Mamdani salga en la lista es relevante. Me recuerda una entrevista al científico Carl Sagan donde hablaba de la importancia que tenía que el público en general y los políticos supieran de ciencia y tecnología. Sagan, astrofísico, padre de las misiones Voyager, divulgador científico y autor de ciencia ficción, marcó a varias generaciones —la mía incluida— con su programa Cosmos. Por primera vez pudimos ver cómo la barrera entre ciencias y humanidades desaparecía. Giordano Bruno salía junto a Newton y Darwin junto a la Biblioteca de Alejandría del siglo III a.C. Él mismo, con su obra científica y humanista, es un ejemplo. Sagan decía en la entrevista que “vivimos en una época que se basa en la ciencia y la tecnología. Si el público en general no entendemos la ciencia y la tecnología, ¿quién tomará las decisiones sobre el futuro que nuestros hijos habitarán?”. Decía esto en su última entrevista en 1996. Remachaba la intervención con: “La ciencia es más que un conjunto de conocimientos. Es una forma de pensar. Una forma de interrogar al universo de manera escéptica. Si no somos capaces de interrogar de la misma manera a aquellos que nos dicen que algo es cierto, entonces estamos a merced del próximo charlatán, político o religión que llegue”. Premonitorio Sagan. 1996 también suena mucho a 2025.
Tanto la entrevista como la conferencia Las dos realidades son, por desgracia, demasiado vigentes. Por eso conviene leerla de vez en cuando. Les recomiendo, nuevamente, la edición de Àtic dels Llibres, que además del texto de la conferencia contiene el de la Segunda mirada del mismo Snow. Además, el libro está magníficamente prologado por el médico, investigador, divulgador y prolífico escritor catalán Salvador Macip, que, además, actualmente trabaja en la Universidad de Leicester. Leicester es también el pueblo natal de C. P. Snow y, entre muchos otros ilustres, del bajista de Queen. Y hablando de Queen, su guitarrista, Brian May, es doctor en astrofísica, que tan pronto te llena un estadio como te hace una tesis doctoral sobre “La velocidad radial del polvo zodiacal”. Como el Dr. Macip, que también toca la guitarra con los Malalletra.
PS: Leyendo este artículo habéis contribuido a aumentar la entropía del universo, pero todo sea por una buena causa.