Etnógrafo digital

Webs are-a-changing

13 de Noviembre de 2025
Josep Maria Ganyet | VIA Empresa

Un conocido periodista catalán me explica por WhatsApp que al ver en algún foro a una señora con mi apellido, le vengo a la cabeza: “No hay tantos Ganyet en Catalunya. Le pregunté a ChatGPT si erais hermanos y me lo confirmó”. Me envía una nota de voz donde me lee la respuesta del chatbot donde le confirmaba con nombres y dos apellidos, que sí, que somos hermanos. “El periodismo sano tiene por hacer”.

 

Antes, este periodista habría hecho la búsqueda manual en un buscador (eufemismo para no decir Google) y después de diez o doce clics —página de Wikipedia, registros diversos, páginas de LinkedIn y redes sociales— habría llegado a la misma conclusión. Esta pequeña historia de superación ilustra cómo los hábitos en Internet están cambiando; cada vez más usuarios recurrimos a asistentes de IA para obtener información personalizada e inmediata. Es un síntoma de un cambio más profundo en la manera en que navegamos, cómo buscamos información y, más importante, de quién manda.

Navegadores inteligentes

La gente de OpenAI, y la de Perplexity antes, ya se dieron cuenta de estos cambios de hábitos. Esto, y que son los primeros interesados en que se produzcan. Ambas empresas han lanzado recientemente sendos navegadores —Atlas y Comet— con ChatGPT y Perplexity integrados, respectivamente. Estos navegadores pertenecen a una nueva generación que lleva la IA integrada. A diferencia de Chrome, Safari u otros navegadores convencionales, disponen de capacidades de agente: un término bonito y bastante futurista que indica que pueden navegar en nuestro lugar y ejecutar tareas complejas de forma autónoma.

 

"En lugar de limitarse a mostrarnos las páginas que les pedimos, Atlas y Comet pueden entender instrucciones en lenguaje natural y actuar en consecuencia"

En lugar de limitarse a mostrarnos las páginas que les pedimos, Atlas y Comet pueden entender instrucciones en lenguaje natural y actuar en consecuencia. Por ejemplo, el usuario puede escribir: “Cómprame unos auriculares en Amazon que tengan cancelación de ruido, los pueda llevar en el bolsillo y sean de color azul”, y el navegador lo hará: abrirá Amazon, buscará el producto y hará clic en los botones que toquen para añadirlo al carrito. Cuando sea la hora de pagar nos transferirá de nuevo el control. De forma similar, le podemos pedir cosas como: “Mira mi agenda y hazme un resumen de las próximas reuniones con noticias recientes de los clientes”. Probemos de hacer esto con Chrome o con Safari.

Y esto, a más de uno no le hace ninguna gracia.

El comodín de la ley

Que el cambio va en serio lo demuestra la denuncia que Amazon ha presentado contra el navegador Comet de Perplexity. Amazon acusa a la empresa emergente de “acceder de forma persistente, encubierta y no autorizada” a sus sistemas e incluso a cuentas de clientes, en violación de las leyes contra el fraude informático. Según la denuncia, Perplexity habría “disfrazado su navegador agente como si fuera un usuario humano” para evitar los filtros de Amazon y entrar donde no le tocaría. En otras palabras, Comet suplanta a un usuario humano, el cual, paradójicamente, le ha pedido que lo haga, dándole acceso a su cuenta para que compre en su nombre. Y Amazon dice que eso está muy feo.

No soy abogado ni he leído mucho sobre el tema, pero no parece que haya demasiada base legal. Amazon prohíbe que un tercero use nuestra cuenta, pero ¿se puede considerar un “tercero” —agente moral— un trozo de software? Yo creo que no, por mucho que se autodenomine agente. El problema real es que esta práctica rompe la capacidad del gigante de las ventas de recopilar datos y personalizar la experiencia.

"El problema real es que esta práctica rompe la capacidad del gigante de las ventas de recopilar datos y personalizar la experiencia"

El eufemismo que utiliza Amazon es que el agente de Perplexity perjudica la experiencia de compra del cliente e interfiere en su capacidad de ofrecer una experiencia personalizada que Amazon ha “curado durante décadas”. Cabe recordar que Amazon analiza cada clic y cada compra para recomendar productos y optimizar su sistema; si quien navega es una IA, estos patrones se distorsionan o se degradan. Amazon afirma también que Comet supone riesgos de seguridad para los datos de los usuarios (aquí tienen razón), y que Perplexity se ha pasado por el forro todas las peticiones de cesar estas actividades (aquí también).

Pasta

Perplexity se defiende de estas acusaciones y sostiene que Amazon está intentando ahogar la innovación para proteger su dominio (me suena). En un comunicado en su blog, la empresa tildó la maniobra de “bullying”, afirmando que es un caso de gran corporación que utiliza amenazas legales para bloquear la competencia y empeorar la vida de los usuarios (también me suena).

Perplexity argumenta que los usuarios deberían tener derecho a elegir sus propios asistentes de IA para comprar donde quieran, y que Amazon simplemente quiere mantener el control porque su modelo de negocio —basado en publicidad y posicionamiento de productos patrocinados— se ve amenazado. De hecho, Amazon mismo está desarrollando herramientas de IA similares dentro de su plataforma, como una función Buy For Me para hacer compras automáticas. La batalla, pues, no es por la tecnología en sí y por lo que es legal o no, sino por quién la controla. Están en juego billones de dólares.

Hay para todos

¿Y al resto, cómo nos afecta? Para medios de comunicación, creadores de contenido o pymes que venden servicios, Atlas y Comet son un problema. Un estudio reciente del Columbia Journalism Review demuestra que tanto Atlas como Comet son capaces de descargar el texto completo de un artículo exclusivo para suscriptores. En concreto, con estos navegadores, pudieron acceder tras el muro de pago del MIT Technology Review, mientras que con las interfaces estándar de ChatGPT o Perplexity no se puede porque son bloqueadas por el sistema antibots. Resulta que, para un sitio web, la navegación de Atlas o Comet es indistinguible de la de un humano con Chrome. Si un editor los bloquea, corre el riesgo de bloquear también a visitantes humanos.

También se han encendido las alarmas en el sector de la publicidad en línea. Si un agente de IA navega como una persona, también puede acabar haciendo clic en anuncios patrocinados. De hecho, se ha detectado que Atlas, al ser una variante de Chrome, puede hacer clic en anuncios que las redes publicitarias contabilizan como si fueran de un usuario real. Esto significa que una empresa podría estar pagando por clics generados por una IA en lugar de por un humano, y sus informes de marketing mostrarían tráfico y conversión inflados artificialmente. Los sistemas antifraude publicitarios actuales no pueden detectar fácilmente estos agentes, ya que imitan la navegación de un humano. A Google y Meta se les presenta trabajo si quieren conservar su duopolio de la publicidad en línea.

"A Google y Meta se les presenta trabajo si quieren conservar su duopolio de la publicidad en línea"

Hay más

Comet y Atlas no están solos; hay una auténtica carrera por reinventar la navegación web con IA. Microsoft ha integrado Copilot dentro de su navegador Edge para ofrecer resúmenes y asistencia contextual; Brave ha incorporado Leo, que responde consultas sin comprometer la privacidad; Opera dispone de Aria, basada en ChatGPT, y Arc ha estrenado Arc Max, con herramientas que añaden funciones de IA al clic derecho. Todos estos proyectos, a los que se suman iniciativas menores como Sigma AI Browser o Strawberry, comparten un mismo objetivo: convertir el navegador en algo más que un simple visor de páginas, en un asistente digital capaz de actuar de manera autónoma. Su proliferación anuncia un cambio estructural en la manera de interactuar con la información.

Esta tendencia hace que incluso las compañías más poderosas del mundo se sientan amenazadas. Amazon ha pasado a la ofensiva legal para defender su ecosistema; Google se ha visto obligada a reformular sus productos y puede acabar canibalizando su negocio; y grandes medios como The New York Times o Reuters han comenzado a blindar judicialmente sus contenidos para evitar que sirvan para entrenar sistemas de IA. La web que conocemos —basada en usuarios humanos que navegan por sitios web bajo el filtro de los buscadores— va hacia una web de agentes, donde software inteligente actúa de mediador. Este cambio, que afecta a todos, inquieta más a quien más poder tiene.

Déjà vu

No es la primera vez que ocurre ni los protagonistas son tan diferentes: Microsoft le movió la silla a IBM con el Windows, Google y Meta desplazaron a las agencias de medios y publicidad que durante décadas habían controlado la inversión global, y Amazon destrozó el imperio de Barnes & Noble y ha desertizado ejes comerciales enteros en todo el mundo. El cazador cazado: los gigantes digitales de hoy —Amazon, Google, Meta— ven cómo nuevos actores como Perplexity y OpenAI hacen de ellos cuando eran jóvenes; alterando el acceso a la información, a la publicidad y quitándoles el control sobre los usuarios. Lo que está en juego no es solo el negocio, sino quién gobierna la interfaz de acceso a la información. Cada vez que cambia, también cambia quién tiene el poder.