Ya dije en un artículo anterior (Trump, el chiflado útil) que deberíamos tener cuidado al pensar que el presidente Trump es un cabeza hueca. Nada de eso. Muchas cosas que dice son incorrectas, a veces parecen descabelladas. Pero, cuidado, muchas otras son acertadas. El problema es que las soluciones que pretende aplicar tienen, a mi entender, dos defectos: o no son las más adecuadas, o bien las quiere aplicar de manera precipitada sin preparar el terreno. Y si, a su vez, tomamos este segundo defecto, debemos reconocer que, a la larga, muchos de los desastres que sugiere, se acaban implementando una vez que el lío mediático ha bajado.
Tomemos, por ejemplo, la última sentencia del Tribunal Supremo de los Estados Unidos que limita el poder de los tribunales federales en determinados temas que afectan a las decisiones del presidente. Algunos dirán que, ahora, Trump podrá limitar la adquisición de nacionalidad a los nacidos en territorio norteamericano si los padres no son nacidos allí. Bien, de entrada cabe decir que este derecho que se aplicaba en los Estados Unidos no existe en la mayoría de los países democráticos y que se aplicaba utilizando una ley que no había sido pensada para ello. Pero dejemos esta discusión de índole moral para otros foros. Lo más importante de esta decisión del Tribunal Supremo es que ha limitado el poder de los tribunales federales. Y esto era un deseo de todos los políticos estadounidenses, de cualquier color.
Me explico. Resulta que en los Estados Unidos hay más de 800 tribunales federales que pueden detener leyes o decisiones presidenciales que son de aplicación en todo el país. Este hecho es ilógico. Y los juristas lo saben. Es decir, el ámbito de aplicación de tribunales digamos territoriales, es federal. Es como si un juez de Girona pudiera detener en toda la Unión Europea una ley que ha sido votada por el Parlamento Europeo y que se aplica a todos los estados miembros. Es decir, una sentencia no circunscrita al caso que el juez tiene entre manos, únicamente. No señor. Estamos hablando de que un juez podría decir que una ley no es de aplicación... para toda Europa. Bien, este es un ejemplo del hecho de que una acción de Trump clarifica un problema más general que durante decenios se había arrastrado.
Si entramos en los temas de la OTAN, la forma de informarnos aquí ha sido penosa. En general, toda la prensa europea que, seamos claros, le tiene manía a Trump -seguramente con razón, pero no es esta la buena manera de informar-. Es difícil saber si lo que necesita la OTAN es que los estados miembros gasten el 5% en defensa. De hecho, nadie lo sabe. Pero lo que ha querido Trump con esta operación ha sido poner en evidencia unas cifras muy sencillas. La OTAN nació para defender a Europa occidental de los ataques externos. O sea, si alguien debe estar interesado en la OTAN es Europa. Muy bien. El presupuesto de todos los estados miembros de la OTAN para el año 2024 ha sido de 1.180.000 millones de dólares (o sea, 1,2 billones aproximadamente). Europa (que incluye Turquía, claro) más Canadá representan 633 millones de habitantes, pero de estos 1,2 billones que se gastaron, solo pagamos el 36% (430.000 millones) mientras que los Estados Unidos (que son 340 millones de habitantes, es decir solo un tercio de toda la OTAN), pagaron el 64% restante: 756.000 millones. Quédense con estas cifras: el que representa un tercio de la población paga dos tercios de la OTAN, mientras que los que representamos dos tercios de la población pagamos un tercio. ¿Tiene razón Trump al quejarse? Ustedes mismos.
Hace tiempo que los presidentes de los Estados Unidos se quejaban de esta desproporción. Pero nadie ha sido tan descarado como Trump. Si los miembros de la OTAN han aceptado las demandas de Trump, es debido a dos motivos: tiene toda la razón y, además, amenazó con marcharse. Y si se marcha, ¿qué haremos nosotros? Trump no fue a Ámsterdam a poner el dedo en el ojo de nadie. Se podrá discutir si el 5% de gasto militar es correcto o no. Pero el presidente Trump tiene todo el derecho a protestar. Como lo tenían sus predecesores. Además, no podemos seguir manteniendo unas contradicciones tan desproporcionadas. ¿Queremos un rol más pequeño de los Estados Unidos? Pues hagámoslo posible. ¿O es que nos hemos descatalanizado tanto que hemos olvidado nuestro dicho “¡Quien paga, manda!”?
Tampoco ha ido Trump a Ámsterdam con el objetivo de distraer a su país con operaciones exteriores, como sí que ha hecho el señor Pedro Sánchez. Y ahora, a título personal, les diré que he disfrutado mucho de ver que alguien, finalmente, le ha dicho a España aquello que ningún dirigente ni catalán ni europeo se había atrevido a decirle: que somos unos caraduras. Que siempre vivimos de la limosna de los demás con la excusa de la solidaridad. ¿De verdad tiene que salir elegido un individuo como Trump para decir las cosas por su nombre?