Catalunya se encuentra en un momento decisivo. La aceleración tecnológica, las tensiones geopolíticas y la emergencia climática están transformando la manera como producimos, competimos e innovamos. En medio de este escenario convulso, la industria recupera un protagonismo que nunca tendría que haber perdido. Por eso, el nuevo Pacto Nacional para la Industria (PNI) 2026-2030 es una necesidad estratégica si queremos disponer de una economía fuerte, resiliente y capaz de asegurar prosperidad a largo plazo.
El gobierno catalán ha abierto el proceso de elaboración del nuevo Pacto con la voluntad de construir un consenso amplio entre instituciones, entidades, agentes sociales, empresas y expertos. Ha estructurado el trabajo en cinco grupos que han presentado sus conclusiones con una idea clave: hay que priorizar pocas actuaciones, pero transformadoras, y dotarlas de un presupuesto realista, un calendario exigente y un mecanismo de seguimiento que garantice la ejecución. Este enfoque es imprescindible para superar los déficits de políticas industriales pasadas.
"Hay que priorizar pocas actuaciones, pero transformadoras, y dotarlas de un presupuesto realista, un calendario exigente y un mecanismo de seguimiento que garantice la ejecución"
Los objetivos que fija el PNI son claros y alineados con los retos europeos: aumentar la productividad de la industria catalana, aprovechar las oportunidades de la descarbonización y reforzar la resiliencia industrial para garantizar el suministro de materias primas, energía y tecnología. Estas tres misiones coinciden con las recomendaciones de Mario Draghi sobre el futuro industrial de Europa y sitúan Catalunya en el rumbo correcto para competir en un mercado global cada vez más exigente.
La importancia de la industria es incuestionable. Representa el 18,6% del VAB catalán y el 13,5% de la ocupación, pero su efecto multiplicador es todavía más relevante: por cada puesto de trabajo directo se generan entre dos y tres de indirectos. La industria crea estabilidad, aporta valor añadido, fomenta la innovación, impulsa las exportaciones y cohesiona el territorio. Renunciar sería una imprudencia; reforzarla, una necesidad. Desde la Unión Empresarial Intersectorial (UEI) hemos participado activamente en los grupos de trabajo del Pacto, conscientes del peso industrial del Vallès Oriental, una comarca donde el sector representa el 35,4% del VAB y el 28% de la ocupación. Estos datos confirman que el Vallès Oriental no solo es un polo industrial estratégico del país, sino también un espacio con capacidad real de adaptación y crecimiento en un entorno en transformación constante.
"La industrial representa el 18,6% del VAB catalán y el 13,5% de la ocupación, y por cada puesto de trabajo directo se generan entre dos y tres de indirectos"
La industria catalana afronta retos que no se pueden aplazar. Las empresas necesitan ganar productividad para cerrar la brecha que nos separa de las economías europeas más avanzadas. También tienen que afrontar la transición energética no como una carga, sino como una oportunidad para reducir costes, ganar eficiencia y acontecer más competitivas. Y hay que dotar el país de una resiliencia industrial que garantice soberanía productiva, tecnológica y energética, porque los acontecimientos recientes —de la pandemia a las tensiones internacionales— han evidenciado hasta qué punto la dependencia externa puede poner en riesgo la continuidad de un tejido productivo.
Ahora bien, la reindustrialización no será posible sin medidas para solucionar aspectos estructurales que el país arrastra desde hace décadas. Catalunya necesita suelo industrial muy equipado, modernización real de los polígonos, infraestructuras estratégicas como el Corredor Mediterráneo, la B-40 y mejores conexiones portuarias y ferroviarias, así como una ventanilla única industrial que elimine la burocracia que hoy es uno de los principales obstáculos al crecimiento. También es imprescindible un cambio cultural vinculado al talento: hace falta más FP dual, más profesionales STEM, más mujeres en ámbitos tecnológicos e industriales, y más formación continua para acompañar la transformación digital y ecológica.
Todo ello pide un planteamiento claro. La política industrial no puede ser un capítulo aislado de la acción de Govern ni un ejercicio condicionado por los ciclos electorales: tiene que ser una política de país, compartida y blindada en el tiempo. Solo así podremos conseguir que las actuaciones derivadas del PNI se traduzcan en resultados tangibles: más ocupación cualificada, más competitividad para las pymes, más arraigo territorial y un mejor equilibrio entre comarcas.
"La política industrial no puede ser un capítulo aislado de la acción de Govern ni un ejercicio condicionado por los ciclos electorales: tiene que ser una política de país, compartida y blindada en el tiempo"
Catalunya tiene todos los activos necesarios para liderar una nueva etapa industrial: talento, tejido empresarial diversificado, capacidad de innovación y una vocación productiva que forma parte de su identidad económica. El nuevo PNI nos tiene que proporcionar el marco, las herramientas y los recursos; ahora hace falta decisión, trabajo y constancia para transformarlas en realidades. Reindustrializar no puede ser solo un eslogan, es una condición indispensable para garantizar un futuro más verde, más tecnológico y más inclusivo. La industria tiene que volver a ser el gran motor del progreso económico y social. No hay otra vía: Catalunya no puede crecer sin industria. Aprovechemos la oportunidad.