Píldora filosófica: Los innegociables

Hay cosas en la vida que no estoy dispuesta a negociar. La libertad de elegir, el contacto con la naturaleza, vivir en una ciudad donde me pueda mover caminando o en bicicleta, un trabajo flexible, estar cerca de los amigos y personas queridas. La lista se puede alargar o acortar según la persona, el momento vital o las posibilidades reales de existencia, pero todos tenemos algunas cosas que no estamos dispuestos a dar o aflojar.

Me hace gracia estar en un lugar donde el pueblo ha acordado que quiere ser una ciudad de transición y vivir en comunidad a partir de los valores de la sostenibilidad, la solidaridad y la localidad. Me gustan estos espacios porque, a pesar de que también tienen sus pegas, muestran que un cambio de sistema es posible. O, si más no, que mejorar nuestra sociedad no es tan difícil como pensamos. Me gusta observar cómo vive la gente aquí y pensar en cuáles son sus innegociables. Y pienso en quién, pudiendo vivir mirando a sus hijos bañarse en un charco jugando con otras criaturas un miércoles cualquiera, querría llevarlos a una escuela elitista en medio de una gran ciudad. No debemos tener los mismos innegociables, eso por descontado.