El BarPimentel es ese tipo de bar que uno que viva en Barcelona no se espera en el Born. Toda una sorpresa. En un barrio vendido en casi su totalidad al turismo, propuestas como esta elevan el nivelgastronómico y nos hacen creer que en el corazón de Barcelona todavía baten los buenos bares, más allá de las cadenas.
La puerta de vidrio (abierta de par en par), las paredes de piedra desnuda que recorren los muros y la barra de cristal con algunas botellas singulares enseñan sus intenciones: rusticidad y cercanía. También habla de ello la carta. Salmorejo por aquí, escabeche por allá, croquetas, rusa… Nada extraño que no querrías pedir en un bar de toda la vida. El salmorejo en particular responde a una receta antigua que JosepMariaFerraz, jefe de sala y uno de los tres socios, salvó de las garras del olvido. Por eso lo encontramos en diversas elaboraciones.
El Bar Pimentel es el tipo de bar que cualquier persona que viva en Barcelona no se espera en el Born
Probamos el salmorejo con tartar de atún. Un pie estético en la cocina actual, pero toda la profundidad de sabor de siempre. Vaya, es ese salmorejo que hacía tu abuela si tienes la suerte de que tu abuela fuese extremeña o andaluza. “Al final, si una receta es de siempre hazla bien. Y el emplatado, si quieres, ponlo mono. Pero el sabor no lo diluyas”, defiende Ferraz. “Hace 23 años que va conmigo porque fui chef ejecutivo de un gran grupo y lo recuperé de una abuelita. Se iba a perder y era una pena. Es nuestra enseña al igual que los escabeches, tan difíciles de encontrar en Barcelona”
De sabor también hablan las croquetas de gambitas con una reducción de sus cabezas sobre cada una de las piezas. El producto de temporada también es piedra angular. Probamos unos canyuts. Casi imposibles de encontrar en mercado y muy inhabituales en los restaurantes. “Los traemos del Delta. También nos gusta tener cosas que nos ofrece la temporada y fuera de cartas”. En las sugerencias se leen unas carrilleras guisadas con puré y chips de calabaza, ahora que estamos en plena temporada.
Un matrimonio francés y sus hijos se han instalado en la mesa contigua colonizando sus taburetes altos frente al espejo. Sobrevuelan sobre sus cabezas un par de tapas que acompañan a las bebidas: patatas chips aliñadas con una salsa y un plato generoso de jamón ibérico. Más alto, el hilo musical rescata Mi tierra de GloriaEstefan. Ferraz les da la bienvenida y les “guía” por una carta que es casera y que tiene la intención de acercar -también al turista- la cocina de verdad. Como el calamar a la plancha con ajo, perejil que llega a nuestra mesa. Una receta catalana, bien sencilla, a la que se le añaden los rossinyols de temporada guisaditos con ajo y perejil bien picado y un punch -el breakingnews- del ya casi omnipresente kimchi. Una sorpresa también en el apartado de carnes es la pluma ibérica que se presenta fileteada –poco hecha- y con patatitas a dados y pimientos del padrón.
Bar Pimentel; cocina popular dentro del turisteo
La carta dedica un apartado a su parte más contundente: huevos estrellados con jamón, con chistorra o, en versión poché, con parmentier de patata y torreznos. Gusta encontrarse también en el apartado cárnico unos pinchos morunos de pollo que vendremos a probar otro día. Gusta ver que todo es perfectamente reconocible: tapas que nos acompañan de toda la vida y que, un poco, echamos de menos cada vez que nos ponen bajo las narices un plato con aguacate. Como el servicio es un plus -familiar y cercano- lo mejor es dejarse aconsejar.
La carta dedica un apartado a su parte más contundente: huevos estrellados con jamón, con chistorra o, en versión poché, con parmentier de patata y torreznos
En el interesante catálogo de vinos, también a copas, recoge algunos vinos naturales. En la pared, una hendidura de un arco de piedra hace las veces de bodega, y deja paso a un estrecho pasillo conduce al fondo del local donde uno puede sentarse con más intimidad y tiempo.
De postre, nos decantamos por probar cosas nuevas dejando a un lado la torrija y la crema catalana: el cheesecake de mel y mató con nueces ralladas al momento por encima consigue una textura melosa y consistente gracias a la gelatina y los toppings acerca mucho el sabor al postre original. “Intento que los extranjeros que entran prueben también cosas distintas y este postre creo que causa cierta sensación por el desconocimiento -también entre el público local- de que se puede llevar al formato cheesecake”.
Bar Pimentel
Carrer Carders, 11, Barcelona
Precio medio: 25 euros