El inicio del año implica arreglar cosas, para empezar esta nueva etapa con la cabeza ordenada y las ideas claras. Una de las cosas que he estado organizando para este año es, claramente, esta columna. La VIA filosòfica surgió de una idea de darle un espacio a VIA Empresa para pensar sobre temas que interseccionan la economía y la filosofía, para abrir esta reflexión a lectores que ya han mostrado interés en estas dos grandes disciplinas. Sin embargo, con los meses, se ha demostrado que, incluso centrándonos únicamente en esta intersección, existen miles y miles de temas. Desde abril, hemos hablado sobre el progreso, números, costumbres o incluso sobre inicios y finales.
En tiempos de crisis es necesario volver a los clásicos. Por esta razón, a partir de ahora, la VIA filosófica destinará cada mes a reflexionar sobre la contribución de un pensador o pensadora de la Historia de la Filosofía, para entrar en profundidad en un concepto concreto su obra y buscar la forma de aplicarlo a otras disciplinas de las ciencias sociales. Ya tenemos una buena lista de nombres, pero también aceptaremos propuestas de todo el lectorado: si tienes curiosidad por un autor o querrías que trataran un concepto filosófico concreto, te puedes poner en contacto con el diario o conmigo y buscaremos la forma de hacerlo el encajar.
Los Diálogos han llegado hasta nuestros días y siguen actualizando muchas de las cuestiones que se discutían, como la juventud, la amistad, el ser o la política
En este nuevo escenario, no hay mejor forma de empezar que hablando de lo que se conoce como el nacimiento de la Filosofía. Me refiero, evidentemente, a la Antigua Grecia. Y más concretamente, en Platón, uno de los nombres más conocidos de la Historia de la Filosofía, conocido por ser uno de los filósofos más influyentes de todos los tiempos. El discípulo de Sócrates y maestro de Aristóteles fue el gran creador de los conocidos Diálogos, donde recoge, a partir de distintos personajes, reflexiones sobre las cuestiones filosóficas más importantes de la época. Los Diálogos han llegado hasta nuestros días y siguen actualizando muchas de las cuestiones que se discutían, como la juventud, la amistad, el ser o la política. Si bien La República o Politeia fue su gran obra, donde expresó su idea de justicia en la formulación de un estado ideal, Platón es famoso por sus mitos. Y el más conocido de todos es el mito de la caverna.
El mito de la caverna explica la situación de unos hombres que viven encadenados a una cueva, desde la que sólo pueden ver unas sombras reflejadas en la pared que tienen delante. Un día, por circunstancias desconocidas, uno de los prisioneros logra liberarse de las cadenas y observa que, en realidad, ha vivido toda su vida encadenado a una pared de una cueva. El prisionero ve un túnel y decide subirlo. Es un camino costoso, lleno de obstáculos y obstáculos, pero finalmente consigue superarlos y sale al exterior de la cueva. Una vez fuera se encuentra con el mundo, con un universo de colores y formas que nunca había visto hasta ahora. Sorprendido y maravillado por su descubrimiento, se acerca a todo lo que le rodea y lo explora curiosamente. Además, existe un hecho que transforma al personaje: la luz del Sol. El mito de la caverna se ha utilizado a menudo para explicar el difícil camino del conocimiento o, como llamaba Platón, el camino de ascendencia hacia el Bien o la Belleza.
Aquel que ha hecho el camino hacia el conocimiento tiene la obligación social y moral de volver al barro y acompañar a quienes todavía no han emprendido esta aventura
Sin embargo, existe un hecho desconocido sobre el mito de la caverna, pero que resulta extremadamente explicativo para comprender la filosofía platónica. Una vez llegado al exterior y deslumbrado por la claridad y belleza del Sol, el personaje vuelve a la caverna para explicar a los demás prisioneros lo que ha encontrado arriba. Una vez llegado a la cúspide de su trayecto, el prisionero vuelve al punto de inicio y declara lo que ha encontrado al resto de los prisioneros, para convencerles de que lo que está fuera de la caverna es la verdadera realidad. Sobre lo que ocurre en la caverna hay diferentes teorías: algunos defienden que el resto de los prisioneros ignoran lo que dice el prisionero fugado, otros dicen que le matan y, los más optimistas, afirman que algunos le siguen. Sea cual sea, es un detalle insignificante. Lo más importante es el imperativo de volver a bajar que tiene el prisionero, que expresa de la forma más fiel la filosofía platónica: aquel que ha hecho el camino hacia el conocimiento tiene la obligación social y moral de volver al barro y acompañar a aquellos quienes aún no han emprendido esta aventura.
Este camino de retorno, por ello, es mucho más complicado, ya que depende de muchos más factores que la superación de obstáculos individuales, y requiere articular diferentes mecanismos colectivos que permitan activar todo lo necesario para hacer que, a la larga, el camino del conocimiento no sea una excepción sino algo común. Con este mito, Platón pretende remarcar que el conocimiento debe ser un camino perseguido y deseado para llegar a la justicia. En otras palabras, sólo mediante el acceso a la verdad de las cosas puede alcanzarse realmente la justicia. Por eso, es importante recordar que la vía del conocimiento no sólo sube, sino que también baja, y que el deber social del conocedor no es encerrarse en su descubrimiento, sino compartirlo y expandirlo para colectivizarlo. Si de una forma podemos recuperar las ideas de Platón hoy es en la importancia de compartir, construir y divulgar todo lo que se descubre, porque una sociedad de eruditos que discuten entre ellos no será, ni podrá ser nunca, una sociedad justa.