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Argentina, la polarización social y el estrés financiero marcan la era Milei

La polarización estructural parte en dos la forma de ver el país, que crea mundos paralelos donde cada bando maneja sus propios héroes y villanos

El presidente de Argentina, Javier Milei, en septiembre de 2024 | EP
El presidente de Argentina, Javier Milei, en septiembre de 2024 | EP
Joan Queralt
Periodista y escritor
Argentina
30 de Diciembre de 2025 - 04:55

En medio de las celebraciones de su veraniego Nadal austral y a punto de entrar en un 2026 teñido de incertidumbres, la Argentina sufre de estrés financiero, según un reciente estudio. En el país de la doble moneda, el peso local y el dólar colonial, siete de cada diez argentinos experimentan algún tipo de estrés o preocupación al evaluar su situación financiera. El 14% de las personas asegura sufrir niveles altos de estrés que afectan su sueño y descanso. Dos de cada tres son mujeres.

 

Lamentablemente, no es la única alteración colectiva causada por su turbulenta cadena de crisis políticas, económicas y sociales liquidadas en una minuta final: su gigantesco e imposible endeudamiento. Con la guinda final de Javier Gerardo Milei, el experto en crecimiento con dinero o sin él, y de Luis Caputo, ministro de Economía y deudor serial.

Si habláramos de un cuadro marcado por una fuerte distorsión de la realidad, por un comportamiento muy desorganizado y caótico, por emociones desbordadas y por disfunciones significativas en las relaciones, la mayoría de los argentinos no pensarían en un trastorno individual, personal, sino directamente en su propio país. En la Argentina de Milei, esta sensación de desorden y desconcierto se ha convertido en un paisaje cotidiano. Para millones de ellos no sonaría extraño ni inverosímil, de acuerdo con quien está al frente de la Casa Rosada, de las ideas y episodios que genera su gobierno y del clima de confrontación social que vive la sociedad.

 

Un mapa social de enfrentamiento y conflicto

Pero conviene ser precisos: diagnósticos clínicos como la esquizofrenia no se aplican a una comunidad ni a un país. Son categorías médicas, no metáforas sociales. La pregunta es: ¿cómo explicar entonces esta paradoja diaria entre la fiesta de los mercados y el colapso de la economía real? ¿Cómo describir lo que apunta en los discursos, en los decretos, en las reacciones del gobierno y en las respuestas de una sociedad que parece vivir entre el entusiasmo de algunos y la angustia de muchos? ¿Se trata de un choque entre relatos y hechos, entre democracia y autoritarismo, entre euforia financiera y malestar ciudadano?

¿O quizás son los efectos de esta exasperada ola de polarización que ya no es solo política, sino emocional, cultural, identitaria, y que parece ahogar al país más lacaniano del planeta? Una polarización estructural que parte en dos la manera de ver el país, que crea mundos paralelos donde cada bando maneja sus propios héroes y villanos. Un cambio que, desde la psicología social, puede describirse como una fractura cognitiva colectiva: la progresiva imposibilidad de sostener un marco común de interpretación, un conjunto compartido de hechos, valores o expectativas mínimas.

Una sociedad dividida no desarrolla enfermedades clínicas, pero sí que puede entrar en dinámicas de fragmentación y desconfianza

Una sociedad dividida no desarrolla enfermedades clínicas, pero sí que puede entrar en dinámicas de fragmentación y desconfianza, de desconexión entre realidades simbólicas, que se sienten como una pérdida de coherencia colectiva. Grupos que ya no se escuchan, relatos que no se creen, acuerdos básicos que se vuelven imposibles. Argentina.

Esta fractura se respira hoy en el país. Está en las redes, en la calle, en las conversaciones y en la política. Cada día más profunda, más tensa, más agotadora. Las cifras muestran un mapa social enfrentado: antiperonismo contra peronismo, libertarios contra progresistas, trabajadores formales contra informales, ricos contra pobres, Buenos Aires contra las provincias, y pobres contra pobres. Otra de sus muchas contradicciones.

Un serio Javier Milei durante la última cumbre del G20, en Brasil | Kay Nietfeld (dpa)
Un serio Javier Milei durante la última cumbre del G20, en Brasil | Kay Nietfeld (dpa)

La polarización, un elemento consustancial en la historia argentina desde la aparición del peronismo en 1945, se ha ido acentuando con la más reciente secuencia de fracasos políticos, y en grado más alto y aceleración a partir de la llegada de Milei, primero como nuevo actor en la escena pública nacional, y más tarde ya como presidente de la nación. Dos años de polémico mandato que han sido suficientes para sembrar el temor de que, sea cual sea el balance final de su presidencia, la polarización de la sociedad argentina quedará no solo como parte esencial de su legado, sino como fractura orgánica, estable, de la identidad del país. Un dato preocupante para el futuro post-Milei.

En la Argentina de los libertarios, hoy, partidarios y opositores desarrollan un relato propio sobre la realidad, con hechos, culpables e interpretaciones y argumentos radicalmente diferentes. La polarización generada por la doctrina ultraderechista ha materializado la idea de que el grupo contrario no solo está equivocado, sino que es peligroso, malintencionado o inhumano. Costará reconstruir la capacidad de empatía y de negociación no solo política, sino social, revertir la desconfianza extrema y la percepción del otro como amenaza

La polarización en cifras

El resultado de las últimas elecciones, por ejemplo, no ha hecho más que ampliar esta brecha, el desembarco del trumpismo tutelar ha radicalizado las banderas identitarias, y los nuevos proyectos del gobierno han afilado las lanzas y la atmósfera de próximos combates. Y todo en un clima de grave crisis económica, social, de industricidio proyectado por unos y sufrido por otros. Como a la espera de que, de las ruinas del fracaso de todos, de la crueldad si es preciso, surja algo nuevo, un futuro posible. Hasta ese día, improbable por el momento, se repudia el pasado y a quienes proceden de él, sospechosos de connivencia, y se rechaza el futuro que pretenden forjar los recién llegados, sospechosos a su vez de gatopardismo al servicio de los viejos poderes, los de siempre

Hasta este día, improbable de momento, se repudia el pasado y a quienes proceden de él, sospechosos de connivencia, y se rechaza el futuro que pretenden forjar los recién llegados

Polarización que se expresó con nitidez en el primer sondeo poselectoral de las legislativas del 26 de octubre, con un 52% de los encuestados afirmando sentirse descontento con los resultados de las pasadas elecciones legislativas, y un 45% que dijo “sentirse feliz”, de los cuales un 30% dijo "muy feliz" y un 15% "algo feliz". Un sondeo en el que la gestión de Milei registró un 56% de evaluación negativa y un 42% de aprobación, y se dio a conocer que 6 de cada 10 argentinos consideran que la situación económica actual es peor que la del año pasado. La mirada sobre el gobierno variaba según la identificación partidaria: entre los votantes libertarios la aprobación del gobierno trepaba al 88%, mientras que entre los de Fuerza Patria, de signo peronista, el 99% la desaprobaba.

La alternancia imposible

Refiriéndose a esta falla geológica que parte el país en dos polos opuestos, Nicolás Massot, un joven diputado argentino del partido Encuentro Republicano, situado en el centroderecha del mapa político, aseguraba recientemente en un debate televisivo: "Después viene la trampa clásica de la Argentina, la eterna. En la que todavía estamos totalmente inmersos. Que es que, la Argentina no resiste la alternancia. Somos una república democrática que tiene como principal atributo la alternancia y que, sin embargo, nuestro modelo no la resiste. Si le pones a nuestro modelo la alternancia política, lo vuela todo por los aires. ¿Por qué? Porque en la medida en que nosotros seguimos alimentando desde el poder —lleguen los líderes que lleguen al poder—, que se lucre con la polarización, y se busquen ventajas electorales de corto plazo, de forma que se le pida al electorado una eternización en el poder con la excusa de que si vienen los otros esto se cae a pedazos, y que se deben dar tres reelecciones para que (un proyecto) se sostenga y se vean sus frutos, bueno, no podremos escapar de esta trampa. […] El otro día leía una cuestión muy simple de Carassai*, que decía: «finalmente todos nuestros regímenes occidentales derivan de la Revolución Francesa, aquí nacieron las repúblicas democráticas, o representativas», y recuerden el lema tripartito de la revolución: libertad, legalidad o igualdad y fraternidad. Y él decía: "fíjense cómo en la Argentina nos hemos ido balanceando pendularmente y de manera antagónica entre la libertad y la igualdad y nos hemos olvidado de la fraternidad. Cuando en realidad las tres tienen que ir de la mano. Y, por supuesto, no se puede olvidar nunca que estamos en un país común, en un proyecto común, que requiere la alternancia. Requiere que haya cuestiones que si un día gobierna Grabois y otro día gobierna Macri, puedan tener continuidad. Es indispensable, y aquí parece una utopía"".

*Sebastián Carassai es un sociólogo argentino