El Mierda es un personaje del álbum literario de Cela. Apenas nos lo presenta en un pasaje de su Viaje a la Alcarria y, sin embargo, como recurso narrativo, es inmenso. Alma de cántaro, quincallero errabundo, manco y desgarbado, el Mierda es el retrato de un pesimista, desconfiado y que se siente engañado por todo el mundo.
Abriéndose camino por las cercanías de Cifuentes, el alter ego del nobel gallego se encontró con aquel pobre diablo. A media mañana, se ve que tenían hambre y se detuvieron para hacer un bocado. Sentados en un margen, el Mierda provocó un dilema: "¿Cada uno lo suyo o mezclamos lo que llevamos?". Generoso y solícito, el viajero aceptó la compartición de las viandas y vertió el zurrón, bien nutrido de chacinería, con pan del día y la irrenunciable bota de vino. El quincallero no tenía otra cosa que un trocito delgado de carne salada, que también juntó, claro. "¡Mezclemos, pues!".
Este episodio de rusticidad novelada me da pie para abrir el melón de la cooperación público-privada. Cuando se trata de compartir, parece sensato que antes se conozca qué puede aportar cada uno. El objetivo de la reciprocidad debería ser el beneficio mutuo, si bien también se puede tener en cuenta un fondo de complicidad e incluso una dosis de solidaridad, como la que conmueve al transeúnte de la Alcarria hacia aquel indigente confeso.
El catecismo de la cooperación público-privada quizás provenga de los tiempos de El Príncipe de Maquiavelo, cuando glosaba el arte del poder. Desde entonces, la casuística nos decanta una sucesión de situaciones en las que se procuran vasos comunicantes entre los estamentos privado y público con la intención de juntar recursos y capacidades y con el objetivo de alcanzar determinados retos. Si se consigue o no, es otra cosa.
Fijaos que cuando alguien apela a la cooperación público-privada lo hace desde el sector público o desde las instituciones; raramente desde el mundo de la empresa. Se hace referencia a ella y se discursea sobre ella, sobre todo cuando es la administración pública la que necesita la contribución de las organizaciones privadas. Es decir, no es casarse por amor, sino cortejarse por conveniencia, como aquellos pretendientes de antes que codiciaban la dote
No es fácil que alguien nos explique un caso exitoso de cooperación público-privada (...) tened claro que cuando el planeta público no necesite el satélite privado no lo invitará nunca a sentarse
No es fácil que alguien nos explique un caso exitoso de cooperación público-privada; quiero decir, que todo el mundo haya salido razonablemente favorecido, a partes iguales o satisfactorias. Como mucho, se conocen acciones de complicidad efímera y superficial y, no digo que no, alguna excepción de gran importancia. En cambio, la cantinela se mantiene en el discurso político, que siempre da cabida a las frases hechas y las ideas prefabricadas. La pretensión de establecer una simbiosis y, como resultado, un pacto de intereses acostumbra a ser asimétrica. Tenga claro que cuando el planeta público no necesite al satélite privado no lo invitará nunca a sentarse
La praxis de la cooperación tiene un componente táctico, pero también debe acompañarse de un apéndice de corresponsabilidad y ponderación. Las entidades empresariales de carácter gremial o intersectorial se constituyen para favorecer a sus miembros a partir de recursos compartidos y una estructura común; también los colegios profesionales y los sindicatos.
En el caso de las administraciones públicas, los vehículos de la cooperación pueden ser los consorcios o las mancomunidades; estas propician economías de escala y promueven una mejora continuada de los servicios que recibe la ciudadanía. Es el caso de la Mancomunitat Penedès-Garraf, una de las organizaciones mancomunadas decanas de Cataluña, con más de 44 años de actividad. Su catálogo de servicios comprende las áreas de saneamiento; recogida, tratamiento y transporte de residuos; bioeconomía circular; educación ambiental; emprendimiento; trabajo autónomo; estudios económicos; laboratorio de análisis y acogida de animales domésticos abandonados. Son servicios compartidos entre los 35 ayuntamientos que componen la organización. Este es un buen modelo de cooperación, sin duda
Sin confianza no se puede establecer un proyecto de cooperación; más aún, entre dos realidades tan dispares como la de la empresa y la administración pública
La detección de una oportunidad o la intuición de una amenaza son los pretextos de la cooperación entre dos o más entidades, sean del perfil que quieran. La energía que alimentará el proyecto conjunto no es otra que la confianza entre los partícipes. Sin confianza no se puede establecer un proyecto de cooperación; más aún, entre dos realidades tan dispares como la de la empresa y la administración pública; la primera, empeñada en el beneficio, y la segunda, en el procedimiento.
Más allá de la cooperación de la que hablamos, en el campo de la cultura y las artes existen modelos de aportación dineraria por parte de patrocinadores y mecenas; no tanto por filantropía –que eso ya no se lleva– como por notoriedad de marca y la propina de un ahorro fiscal, que también es una manera de repartir.
De vez en cuando, resulta que las directrices políticas deben dedicar mayores miramientos a los capítulos sociales y, queramos o no, a todo aquello que sea tangible ante el electorado. Es sabido que la cultura es un intangible que cuesta predicar y esto la hace especialmente vulnerable a la hora de repartir el dinero de todos. Ya hoy –y lo será con creces– cuando los programas de actuación a favor del patrimonio y las artes dependen, cada vez más, del patrocinio de los agentes privados.
Las administraciones locales y supralocales tendrán que aprender a festejar con las empresas y los particulares y desplegar toda la empatía para obtener la subvención del sector privado
Las administraciones locales y supralocales deberán aprender a festejar con las empresas y los particulares y desplegar toda la empatía para obtener la subvención del sector privado, que se hará imprescindible para apuntalar los monumentos y propiciar la creación artística y la ideación de contenidos. La cultura es solo un ejemplo. Lo mismo podríamos decir de la enseñanza y la sanidad.
Debemos reconocer que el sistema público está bastante exprimido y ya hace tiempo que ha vaciado el saco. Tiene que mezclar, aunque quiera esconderse en la cooperación.