La corrupción es una percepción

Según el índice de percepción de la corrupción en el mundo, España se encuentra posicionada en el lugar 36 de 180

    El país que està en primera posició com a menys corrupte és Dinamarca
    El país que està en primera posició com a menys corrupte és Dinamarca
    Xavier Roig VIA Empresa
    Ingeniero y escritor
    24 de Julio de 2025 - 05:30

    Estos días se están destapando casos de corrupción importantísimos. Y uno se pregunta: cómo es que se ha tardado tanto en poder destaparlos. A pesar de que se critica la justicia española, la realidad es que los jueces procuran hacer su trabajo con diligencia. Fíjense que las irregularidades en la justicia comienzan a altos niveles, en lo que respecta a unos nombramientos a dedo, a menudo caprichosos, donde intervienen los políticos. Los jueces de la cotidianidad, en cambio, hacen su trabajo. ¡Eh, y mal pagados! Un juez con experiencia -sin cargos altos de responsabilidad, que son la mayoría- gana unos 50.000 euros al año. Por eso es tan de admirar que determinados jueces se arremanguen para buscar la corrupción sabiendo que sus actos les traerán problemas. ¿Recuerdan al juez del caso Urdangarín? Le hicieron la vida imposible antes de que pudiera llevar a cabo su trabajo -por ejemplo, llevar a declarar a una hija del rey-.

     

    Si tomamos el índice de percepción de la corrupción en el mundo, encontraremos posicionada a España en el lugar 36 de 180. El país que está en primera posición como menos corrupto es Dinamarca. ¿Países mejor considerados que España y que no lo diríamos? Chile, Uruguay, Bután... ¿Por debajo? Italia (muy poco), algunos países del Este europeo... El resto, ya se lo pueden imaginar. ¿El último? Somalia. ¿El penúltimo? Venezuela. Pero, atención, fíjense que el índice no habla de corrupción instalada, sino de percepción de la corrupción. La corrupción real se desconoce siempre porque uno de los objetivos del corrupto es que no lo descubran. Por lo tanto, conviene analizar más los comportamientos que otra cosa. 

    El país que está en primera posición como menos corrupto es Dinamarca

    Siempre que me he reunido con italianos -sea por trabajo, o no- comentan que Italia es un país corrupto y de comportamiento irregular. Lo asumen. Yo nunca me he encontrado con casos de corrupción, allí. Por el contrario, en España, y en Catalunya en particular, siempre queremos pasar por limpios y puros. Pero esta no ha sido mi experiencia en los pocos, poquísimos, casos en que he tenido que hacer algún proyecto en el país.

     

    Mi teoría es que estamos poco sensibilizados en temas de corrupción. Quiero decir que, a la hora de percibir un acto como corrupto, ponemos el umbral demasiado alto -el índice de percepción de corrupción es demasiado bajo, a mi entender-. Nos hemos insensibilizado. Mi sensación es que la mayoría de la gente interpreta la corrupción como un hecho poco malicioso, un simple trato mercantil lógico que no perjudica a nadie. Aquello que los italianos, al querer demostrar candidez, caricaturizan como tu mi dai una cosa a me, io ti do una cosa a te. ¿Qué daño hay?

    Es cierto que aquí no existe aquello que en México se conoce como “mordida” y que hace imposible vivir sin su práctica cotidiana. Aquí se puede vivir sin practicar la corrupción a escala individual, en la calle. Pero sí que existe la corrupción directa en temas de transacciones comerciales. Aquellos de ustedes que se dediquen a vender material a empresas e industrias, saben de qué les hablo. Cambiar un proveedor por la adquisición de material que no sea, simplemente, más barato, se vuelve complicado. Las oposiciones a cualquier cambio son terribles. Y yo me he encontrado con ello. A veces los comentarios son de lo más descarados.

    Sin corrupción municipal nuestra costa no estaría destrozada como lo está, no utilicemos el fariseísmo con nosotros mismos

    En el ámbito público el hecho no es extraño, y la Gran Recesión de 2007 llevó a muchos políticos a los tribunales. Aquí es donde nos acercamos a la “mordida” mexicana. En mi opinión en el país no existen demasiados casos como la corrupción de un político a alto nivel. En cambio, uno de los peligros que demostró la Gran Recesión de 2007 fueron los casi 1.000 municipios con los que cuenta Catalunya. Quien tenga confianza con algún proveedor de bienes materiales a ayuntamientos, quizás se lo habrá explicado. Pero el escándalo entonces fue mayúsculo, porque todo el mundo se lo imaginaba: obra pública a diestro y siniestro, rotondas, pabellones deportivos, etc. La realidad fue triste. Ya se sabe que el paradigma de la irregularidad y la corrupción en todas partes, internacionalmente, lo constituye el mundo inmobiliario. Este mundo, sin el hecho municipal, sería inexistente: al fin y al cabo, son los que dan los permisos. Y, a medida que uno se aproxima a la costa, la cosa va a peor: recalificaciones, adjudicaciones, etc. Y Catalunya vive demasiado de la costa. Sin corrupción municipal nuestra costa no estaría destrozada como lo está, no utilicemos el fariseísmo con nosotros mismos.

    Pero hay otras fuentes de corrupción más sutiles y cotidianas. Y que pasan desapercibidas. Por ejemplo, hace años -quizás ahora ha cambiado-, determinadas editoriales regalaban ordenadores portátiles a mansalva cuando se aproximaba la época de material escolar. ¿Donaciones? Sí, también lo podríamos mirar así. Otras empresas hacen regalos de Navidad... En los países evolucionados estas prácticas están abolidas.

    Un caso de corrupción que, entre nosotros, ya no se perciben ni califican como tal son las subvenciones y suscripciones de medios de comunicación. Dar dinero para que un medio diga cosas buenas, o no hable mal, del gobierno de turno: nacional, municipal, etc. Esta práctica siempre me ha parecido escandalosa, sobre todo cuando el dinero se distribuye de manera discrecional -que esta es la gracia-. Hay días que leyendo determinada prensa se detecta si el dinero se ha retrasado o bien se cobró justo ayer, antes de cerrar rotativas. El tema entre nosotros, resulta ultrajante. Y alguien nos tendría que explicar cuál es la diferencia entre este periodismo y el policía de Chicago que pasaba por el bar correspondiente a recoger el sobre.

    Uno de los peligros que demostró la Gran Recesión de 2007 fueron los casi 1.000 municipios con los que cuenta Catalunya

    Para terminar una última modalidad de corrupción institucionalizada y ya asumida como, no sólo habitual, sino transparente y honesta: hablo de los altos funcionarios designados a dedo que pasan una parte del salario (¿mordida?) al partido que los ha colocado. Pregunto: ¿no es delito designar a dedo a una persona para un cargo público a cambio de que dé dinero al partido, pero sí lo es adjudicar una obra a una empresa que soborna al partido? ¿Entienden lo que quiero decir cuando hablo de “percepción de la corrupción” y aseguro que nuestro umbral está muy bajo? ¿Entienden por qué, en Catalunya, hemos llegado a más de quinientos cargos designados a dedo por el gobierno de turno, el que sea?

    Los hechos destapados en los casos Montoro y Santos Cerdán son imperdonables y se deben castigar -como otros casos de altos cargos que se descubren en Europa-. Pero, a pesar de todo, casos de este nivel no hunden un país. Lo que lo destruye, lo que lo carcome, es aquella corrupción que se acaba encontrando justificada para el buen funcionamiento del país. En México, y en otros países, es la “mordida” que le das al policía para que no te ponga una multa. En nuestra casa son casos que, desgraciadamente, ya hemos metabolizado.