El Racc ha presentado la 24ª edición del mapa de riesgo de la red viaria catalana, elaborado con la metodología internacional iRAP, que analiza un año más la accidentalidad en las carreteras. En Catalunya, el estudio es una iniciativa del Servei Català de Trànsit y cuenta con la colaboración del Departamento de Territorio, Vivienda y Transición Ecológica de la Generalitat de Catalunya y de la Diputación de Barcelona.
La metodología iRAP compara el número de accidentes graves y mortales que ha habido en los últimos tres años en un tramo de carretera con el volumen de vehículos que circulan por él (en términos de intensidad media diaria de tráfico, IMD). El estudio iRAP (antes EuroRAP) se publica cada año en Catalunya desde 2002 y analiza más de 6.300 km de carreteras interurbanas de titularidad del Ministerio, de la Generalitat y de las Diputaciones, donde se concentra el 93% de la movilidad del territorio y donde tienen lugar el 79% de los accidentes con heridos graves y víctimas mortales.
La necesidad de mejorar la seguridad de las carreteras y, como consecuencia, de reducir la siniestralidad es clave en el país y en el resto de Europa. La inversión en las infraestructuras y el impulso de la formación y las campañas de sensibilización dirigidas a los conductores de todo tipo de vehículos son fundamentales para alcanzar estas mejoras.
En Catalunya, los accidentes de tráfico se han reducido en las últimas dos décadas. Si nos fijamos en las cifras de víctimas mortales, en el año 2000 casi llegaban a las 700 y el último año completo registrado se han situado en 167 (víctimas mortales a 30 días en carretera). La Unión Europea establece para cada década el objetivo de reducir a la mitad las víctimas en carretera. El estallido de la covid-19 contribuyó a que se cumplieran estos objetivos hasta el año 2020, reduciendo un 54% los muertos en accidentes de tráfico respecto a 2010.
En Catalunya, los accidentes de tráfico se han reducido en las últimas dos décadas
Pasado el efecto pandemia y recuperada la movilidad, el número de muertos en la carretera ha vuelto a crecer, sin alcanzar sin embargo la tasa de víctimas de 2019. El reto está en conseguir reducir la siniestralidad al ritmo esperado incluso en un contexto de incremento de la movilidad y de la circulación.