Un abogado de prestigio de la ciudad decidió hace poco cambiar el Mercantil para conducir a los clientes a encontrar una segunda oportunidad económica. En 2021 se acogieron a la ley más de 13.000 personas; en 2024, unas 50.000, y la cifra continúa creciendo como la espuma. No llegaremos al 0,15% de la población que la usa, como en Estados Unidos, pero se dispara el número de los que aprovechan la nueva legislación para volver a empezar. 2026 podría ser el año de las segundas oportunidades, al menos para: primero, Europa; segundo, Badalona; y tercero, por el turismo.
1. Europa no es América. Con un expresivo “Muchas gracias, Mr. Trump”, el otro día Miquel Roca-Junyent escribía en La Vanguardia que el modelo europeo ya no tiene nada que ver con el que pregona el presidente norteamericano. Es una obviedad desde hace meses: aunque repetida, la idea toma forma de manifiesto dicha con la autoridad moral de quien la expresa. El autor confronta la “sociedad económica ligada al espacio de libertad, pluralidad integradora y convivencia respetuosa” de la Unión Europea (UE) -la Europa del bienestar- con la vía Trump y anima a los europeos a hacer el camino en solitario sin contar con los EE. UU. en la defensa de este modelo de civilización; si en otros momentos de la historia fuimos juntos, de ahora en adelante ya no es posible. Remata su texto afirmando que “si Europa cae ahogada por una ola de totalitarismo, todo el mundo perderá”.
Efectivamente, todos perderemos. Por lo tanto, cada uno por su camino. Las decisiones europeas más que nunca deben adoptarse en el seno de la Unión. Las corrientes que crearon la comunidad europea -los liberales, los democristianos y los socialdemócratas- representaban en los años sesenta una mayoría absoluta que aplicaba un ideario común de vanguardia al servicio del progreso económico y social. Lo que ocurre es que muchos de los primeros se han lanzado a los brazos de la plutocracia, muchos de los segundos a los de un reaccionarismo feroz, de forma que han dejado a los terceros el espacio más definido del progresismo posibilista.
De esta manera, asistimos a un período en el que voces internas comunitarias matizan, frenan, tumban las políticas progresistas: decae la diversidad; se recorta el derecho de acogida; se necesitan los inmigrantes y se les confina a terceros países; se agravan las desigualdades; se hace complicado avanzar en la protección de los derechos de las personas; la vivienda es escasa y cara; se apoya a las grandes empresas y a las pymes les llegan las sobras; se ralentizan las políticas de medio ambiente; falta contundencia en la aplicación de las normas para controlar las nuevas tecnologías; y no hay manera de hacer pagar lo mismo a los ricos que a los pobres para reducir las desigualdades. Asistimos a un tiempo de indecisión y miedo de decir las cosas por su nombre, a Trump, a Putin y al resto de los países; este no tomar decisiones afecta a todas las políticas.
Para deshacer los nudos internos de la UE y desvelar las conciencias de los europeos hay una segunda oportunidad en 2026
La UE vive un interludio de provisionalidad, del cual solo saldrá haciendo un salto hacia adelante. Es como Prometeo encadenado a la roca que purga haber robado el fuego de los dioses para dárselo a los hombres, con el águila guardiana que le devora el hígado poco a poco. Se hace indispensable la presencia de un nuevo Hércules que mate de una vez al ave y deje libre al héroe. Hay que revisar los mecanismos internos de decisión para hacerlos más ágiles e impulsar la ciudadanía, antes de que las corrientes ajenas avancen y hagan inviable el mismo modelo. Para deshacer los nudos internos de la UE y desvelar las conciencias de los europeos hay una segunda oportunidad en 2026,
A pesar de todo, Europa es la zona del mundo con más derechos reales y con menor nivel de desigualdades.

2. Badalona, peor que Atenas, París y Roma. Badalona ha escenificado unos hechos, en Navidad, que a estas alturas del milenio avergüenzan a la humanidad. Lo peor no es que una institución -municipal- tomara la iniciativa de expulsar a unos sin techo, sino que los abandonara sine die y que, además, la sociedad no tuviera mecanismos de excepción para darles cobijo automáticamente. Apuntarse a esta mezquindad, habiendo un mandato judicial doble de desahucio y de protección, demuestra que existen algunos partidos que buscan la crispación, con la que estigmatizan a los más débiles de acuerdo con teorías, fábulas, mentiras e insidias.
En los siglos V y IV a.C., Atenas era una ciudad abierta, rica y comercial. Los metecos – a los que cantaba Georges Moustaki muchos siglos después – eran inmigrantes que ocupaban las capas más bajas de la sociedad, pero cumplían, como los griegos, con sus obligaciones fiscales, y gracias a ellos la ciudad prosperaba; siempre pagaban los platos rotos en momentos de tensión política y acababan expulsados de Grecia. A finales del XIX, la Francia republicana, ante cualquier crisis económica o política, expulsaba a los hijos de los inmigrantes para proteger la identidad y el modelo económico francés. Más contemporáneamente, en Roma, hace menos de diez años, se desmantelaban los asentamientos de emigrantes y se reubicaban forzosamente a las familias.
Es un recurso histórico que no ha inventado Badalona: los que se consideran superiores, se olvidan de que todos somos emigrantes; sin ir más lejos, el Idescat, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística (INE), deduce que no más del 34% de los 226.000 habitantes censados en Badalona han nacido en la población. Buen momento para darles a los badaloneses una segunda oportunidad en 2026.
No más del 34% de los 226.000 habitantes censados en Badalona han nacido en la población; buen momento para darles a los badaloneses una segunda oportunidad en 2026
3. El turismo y el ocio, el futuro; la industria, también. Las primeras civilizaciones, hace más de seis mil años, facilitan los primeros brotes de producción especializada y repetitiva: en Mesopotamia, Egipto y más tarde el imperio romano, hay concentraciones primitivas de ropa, alimentos, material de construcción, de extracción minera, metalúrgica… Pero no es hasta finales del siglo XVIII cuando aparecen las primeras industrias a caballo de la energía, las máquinas y las fábricas; la revolución industrial hace la transición del campo a la cultura urbana y da pie a la sociedad de consumo. Gracias a la productividad industrial, la sociedad contemporánea ha pasado de estadios amplios de miseria o una situación económica confortable para la mayoría. Gran rol histórico, el de la industria.

El turismo masivo nace mucho más tarde, en la segunda mitad del siglo XX, y a este país se le brinda una oportunidad histórica de añadir una segunda economía a la industrial: la demanda de millones de personas que viajan unos cuantos días al año en una o varias tandas al destino, consumen de todo, lo que permite que los industriales expandan sus empresas; y además pagan impuestos, quizás exiguos -de hecho, no se quejarían si tuvieran que pagar más, como queda demostrado en muchas encuestas-. Por otra parte, de su venida dependen un buen 30% de los puestos de trabajo del país. Es evidente que la avalancha turística comporta una serie de externalidades negativas identificadas desde hace años, y en unos lugares mejor y en otros peor, se intentan reconducir.
Sería una necedad negar la importancia de la productividad industrial, de la misma manera que lo sería también arrinconar, reducir, jibarizar el sector turístico o bien considerarlo de segunda división. Hay dos caminos que deben ir paralelos. El primero, tomar todas las medidas para dotar a los municipios turísticos de recursos que les permitan cubrir los gastos directos que suponen los turistas; hacer frente a las reestructuraciones que requiere convertir un negocio estacional en otro que cubra los doce meses del año; esponjar el territorio reduciendo la presión, de manera que se preserve la convivencia residentes/turistas; incentivar la calidad de acuerdo con la experiencia que se debe ofrecer; y reducir la oferta insana. Y el segundo, avanzar hacia un destino de calidad no significa tener que reducir la dimensión del sector, todo lo contrario. El turismo debe liderar las sociedades del futuro: en la era industrial, la mayoría de horas eran laborales; en la era del ocio, el tiempo libre ocupa una parte cada vez más importante del tiempo de la gente.
El turismo debe liderar las sociedades del futuro: en la era industrial, la mayoría de las horas eran laborales; en la era del ocio, el tiempo libre ocupa una parte cada vez más importante del tiempo de la gente
Quizás también, industriales y turistas deberían darse una segunda oportunidad para profundizar en la idea de que juntos obtendrán más productividad que luchando los unos contra los otros, como pregonan algunos desde la industria.
La Ley de la Segunda Oportunidad española de 2015, con las correcciones introducidas en 2022, pretende facilitar que las personas físicas y los autónomos de buena fe puedan volver a empezar cancelándoles las deudas. Aprovechemos en 2026 el espíritu de la ley, al menos por Europa, por Badalona y por el turismo.