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25 años de transformación y resiliencia de las pymes catalanas

Hoy las pymes son más sólidas financieramente, más conscientes de los riesgos y con un bagaje de experiencias que las ayuda a afrontar el futuro con cierta confianza

Muchas de las pymes catalanas se encuentran en el distrito financiero de Barcelona  | iStock
Muchas de las pymes catalanas se encuentran en el distrito financiero de Barcelona | iStock
Carles Mas | VIA Empresa
Director del Área de Economía y Empresa de Pimec
03 de Octubre de 2025 - 05:30

Catalunya es, como muchos territorios europeos, un país de pequeñas y medianas empresas. Actualmente hay 535.188 pymes (2023) –el 99,8% del total de empresas catalanas– que generan más del 60% de la riqueza (VAB, valor añadido bruto) del sector privado y ocupan aproximadamente dos tercios de los trabajadores (66,2%). Esta proporción confirma que las pymes son el motor de la economía catalana, aunque en los últimos años han perdido ligeramente peso en favor de las grandes compañías, en línea con la tendencia global. Por ejemplo, en 2023 las pymes aportaban un 60,4% del VAB (excluyendo administraciones públicas) y un 66,2% del empleo, cifras algo inferiores a las de hace dos décadas (66,2% y 74,9% respectivamente), pero aun evidenciando su extremada importancia en la generación de riqueza y puestos de trabajo en el país.

 

Para entender la trayectoria económica de Catalunya durante las últimas dos décadas (1999-2023) es necesario hablar de cómo han evolucionado las pymes en este periodo. El artículo de hoy es, precisamente, un repaso a los últimos 25 años de historia económica a través de la revisión de los 22 Anuarios de la Pyme Catalana que elabora el observatorio de la pyme de Pimec, una base de datos única a escala europea que permite seguir, año tras año, la evolución de las cuentas anuales de estas empresas. La historia que explican estos anuarios es sobre todo una historia de resiliencia y de cómo la economía catalana ha aprendido a sobrevivir, transformarse y adaptarse a los nuevos tiempos.

A finales de los 90 y principios de los 2000, Catalunya vivía una época de crecimiento sostenido. Las pymes se beneficiaron de la bonanza, la entrada al euro y el crédito fácil (2000-2007), especialmente en sectores como la construcción y el sector inmobiliario. Muchas empresas nacieron o crecieron en aquellos años, con cerca de 75.000 nuevas pymes entre 2000 y 2007. Sin embargo, este crecimiento a menudo se hizo con endeudamiento elevado (se llegó al 61,7% de endeudamiento global sobre el pasivo), sin aumentar lo suficiente la productividad y con un ciclo operativo (tiempo para convertir stocks y ventas en efectivo) que llegó a 184 días (2007). Esta combinación de elevada dependencia de la deuda y baja eficiencia operativa dejaba a muchas empresas expuestas si cambiaban las condiciones financieras.

 

El estallido de la burbuja financiera e inmobiliaria (2008-2013) materializó los riesgos latentes en muchas pymes. Durante aquellos años, el número de pymes disminuyó en más de 40.000 y se perdió de forma neta más de 342.000 puestos de trabajo.

La caída de actividad se reflejó inmediatamente en las cuentas, con la rentabilidad financiera (la capacidad de generar beneficio neto) desplomándose del 7,7% en 2008 hasta un mínimo del 0,1% en 2009. Las pymes que sobrevivieron lo hicieron a menudo a costa de duras reestructuraciones: reducción de plantillas, contención de salarios, refinanciación de deudas y, en muchos casos, cambio de modelo de negocio.

A raíz de la crisis de 2008, el número de pymes disminuyó en más de 40.000 y se perdió de forma neta más de 342.000 puestos de trabajo.

Esta forzada disciplina no solo significó una mejora de la capitalización —el porcentaje de patrimonio neto sobre el pasivo creció del 40,4% en 2008 al 47,5% en 2013—, sino también una mejora de la eficiencia interna. Cabe destacar que su ciclo operativo llegó a los 208 días en 2009, para volver a 183 días en 2013. Así, cuando la economía tocó fondo e inició la recuperación (hacia 2014-2015), el tejido de pymes que había resistido era, en general, más solvente y prudente que antes de la crisis.

Con el regreso del crecimiento económico a partir de 2014 (2014-2019), impulsado inicialmente por la demanda interna y la inversión, las pymes catalanas empezaron a crecer de nuevo en número y en volumen de negocio. La expansión económica de esta fase consolidó los resultados económicos y financieros en niveles que se pueden considerar "normales" después de la larga crisis. La rentabilidad financiera media, que había tocado fondo durante la recesión, se recuperó gradualmente, pasando de un 5,8% en 2014 hasta alcanzar un destacable 10,5% en el año 2019, alcanzando niveles de beneficios similares a los de antes de la crisis de 2008.

Paralelamente, las pymes aprovecharon para diversificar mercados e internacionalizarse, conscientes de que depender exclusivamente de la demanda interna las había hecho más vulnerables. En 2019, más de una de cada cuatro pymes catalanas ya era exportadora (26,9%) y el valor de las exportaciones catalanas pasó de 60.291 millones de euros en 2014 a 71.624 millones en 2018. Esta apertura al exterior se complementó con la mejora de la eficiencia en el ciclo de caja, con el Plazo Medio de Cobro (PMC) que se redujo de 79 días en 2014 a 67 días en 2019, el valor más bajo registrado en los últimos años. No obstante, persistían retos estructurales, especialmente la baja productividad relativa y la falta de dimensión. A pesar de estos retos, el tejido productivo entró en 2020 en una posición financiera inusualmente sólida.

La primavera de 2020, con el confinamiento, paralizó buena parte de la actividad y puso en peligro la supervivencia de miles de pymes

Cuando parecía que la economía había alcanzado cierta estabilidad, llegó un nuevo choque inesperado. La primavera de 2020, con el confinamiento, paralizó buena parte de la actividad y puso en peligro la supervivencia de miles de pymes. Sin embargo, a pesar de la severidad de la caída (el PIB catalán retrocedió casi un 12% aquel año), la respuesta de las pymes fue ejemplar en términos de resiliencia. Muchas se adaptaron mejorando su digitalización, implementando el teletrabajo o buscando canales de venta online. Las medidas de apoyo público, como los créditos ICO, los expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE) y las moratorias, dieron un cierto oxígeno financiero.

Los datos reflejan que, a pesar del aumento del endeudamiento durante la pandemia, ya en 2023 la capitalización de las pymes (proporción de fondos propios) había vuelto al 55,2% del pasivo, igual que en 2019. El año 2021 y sobre todo 2022 fueron años de rebote: donde muchas empresas, especialmente las vinculadas al turismo, la hostelería y el ocio, vivieron un boom al liberarse la demanda retenida durante la pandemia. Esta recuperación, sin embargo, ha sido desigual, con sectores como la industria o el primario que han tardado más en recuperarse, mientras que los servicios se recuperaron antes.

Distrito 22@ de Barcelona | iStock
Distrito 22@ de Barcelona | iStock

En el ámbito territorial, la distribución de las pymes catalanas también ha experimentado cambios, pero mantiene algunas constantes. La demarcación de Barcelona sigue concentrando la mayor parte del tejido empresarial y de la actividad económica (es el centro financiero y de servicios, y también acoge buena parte de la industria). Lleida destaca en agroalimentario y primario, Tarragona en química y energía, Girona en turismo e industria alimentaria.

Las diferencias regionales se pueden apreciar en indicadores como la rentabilidad y el endeudamiento, donde en 2023 las pymes de Barcelona mostraban una rentabilidad financiera media superior (casi el 12%) gracias a la presencia de más empresas de servicios avanzados, mientras que en zonas como Girona o Lleida la dependencia de sectores tradicionales hacía que la rentabilidad fuera más modesta. Por el lado de la solvencia, las pymes gerundenses, por ejemplo, presentaban un endeudamiento medio del 40,8% del pasivo (por lo tanto, casi 59% de recursos propios) en 2023, ligeramente mejor que la media de Barcelona.

En 2013, en Barcelona una pyme generaba de media 58.790 euros por trabajador, mientras que en Girona eran 54.796 euros.

En términos de productividad del trabajo, también hay diferencias: en Barcelona una pyme generaba de media 58.790 euros por trabajador, mientras que en Girona eran 54.796 euros en 2023. En general, sin embargo, estas disparidades más bien indican que en todo el territorio catalán se comparte la estructura de pymes como núcleo empresarial, con variaciones según el tejido sectorial local.

Los últimos 25 años han puesto de manifiesto la capacidad de resistencia y transformación de las pymes catalanas. Hoy son más sólidas financieramente, más conscientes de los riesgos y con un bagaje de experiencias que las ayuda a afrontar el futuro con cierta confianza. No obstante, también es evidente que tienen retos importantes para asegurar que continúan impulsando el crecimiento en las próximas décadas, como motor de la economía catalana.

En este sentido, tenemos grandes desafíos en los años entrantes —ganar dimensión, mejorar la productividad, atraer y retener talento e integrar la sostenibilidad— que podremos ir siguiendo en próximos anuarios. Este seguimiento permitirá no solo comprobar hasta qué punto estos retos se materializan, sino también disponer de una radiografía fiel de la realidad económica del país, más allá de los grandes números macroeconómicos que a menudo esconden las singularidades y dificultades específicas de las pymes.