Festivales, el terreno de juego de la música del siglo XXI

En el caso del Primavera Sound es difícilmente explicable que la ciudad de la libertad y las terracitas no sea capaz de generar las condiciones para que este acontecimiento tenga arraigo

Imagen del escenario principal del Primavera Sound en Madrid | Cedida Imagen del escenario principal del Primavera Sound en Madrid | Cedida

La semana pasada supimos que aquel festival de música conocido como Primavera Sound renunciaba a continuar en Madrid después de una única edición muy poco exitosa (2023). Es difícilmente explicable que la ciudad de la libertad y las terracitas no sea capaz de generar las condiciones para que este festival grandioso (253.000 espectadores en la última edición de Barcelona) tenga arraigo allí. Es cierto, pero, que en la capital de la Meseta son mucho de chotis, toros y Arniches, y quizás estas modernidades no acaban de entenderlas. La renuncia a Madrid es realmente curiosa si tenemos en cuenta que hace solo un año, los responsables del acontecimiento aseguraban que la capital del Estado sería la nueva sede, "por siempre jamás", mientras lanzaban fuertes críticas a Barcelona por las supuestas trabas que el consistorio barcelonés les ponía.

Que esta marcha atrás del Primavera Sound ocupe titulares en los medios, tiene mucho sentido porque hoy en día el mercado de la música en directo se encuentra focalizado de una manera muy relevante en los festivales, la mayoría celebrados durante el verano. En el caso que nos ocupa, el del Primavera, se puede decir que se trata del evento del sector más importante del país y seguramente también de todo el Estado. El festival nació con el siglo como escaparate de la música indie y ha ido creciendo de manera inexorable hasta convertirse en un producto multinacional, con espectáculos en Sao Paulo, Buenos Aires, Bogotá, Asunción y Oporto, además de Barcelona, su sede inicial. ¿Pero quién gestiona todo esto? Sin duda, la cara visible es Gabi Ruiz (Gabriel Ruiz Rodríguez) -uno de los fundadores- pero detrás de él hay toda la estructura propia de una grande empresa.

El Primavera nació con el siglo como escaparate de la música indie y ha ido creciendo de manera inexorable hasta convertirse en un producto multinacional

Para empezar, hay que decir que la participación más relevante (29%) corresponde a la firma Festival Ltd, un vehículo inversor del fondo de capital riesgo americano Yucaipa, que en el año 2018 entró en la sociedad gestora del Primavera Sound. El segundo paquete en importancia es para otro de los fundadores, Pablo Nicolás Soler Soler, que atesora un 25% del capital, el mismo que Sonia Saura Quesada. El primero de ellos, Soler, es también el titular de la firma británica Primavera Sound Uk Ltd. Por su parte, el mencionado Gabi Ruiz es accionista a través de la sociedad Murmurtown Producciones, que comparte con Sonia Saura. Otro paquete relevante es el de José Alberto Guijarro Rey (12,5%), propietario también de la firma financiera Vilers i Castellet. Una vez dejadas atrás las dificultades de la pandemia, la matriz del festival facturó más de 60 millones de euros (2022) con unos beneficios de 5,5 millones, gracias al más de cuarto de millón de espectadores que es capaz de congregar en las sedes del festival. Cuenta, además, con el patrocinio de Cupra, la marca deportiva y de futuro de Seat.

El otro gran festival de la capital catalana es el Sónar, enfocado a la música electrónica, y definido por ellos mismos como Music, creativity & technology. Si en el Primavera encontrábamos el logotipo de Cupra, en este quien se implica es un clásico de los festivales de verano, la cervecera Damm, controlada por la familia Carceller y la multinacional alemana Dr. Oetker. El evento nació en el 1994 de la mano del triunvirato formado por Ricard Robles, Enric Palau y Sergi Caballero como Festival de Música Avançada i Art Multimèdia de Barcelona. A consecuencia de su éxito sostenido, en el 2018, la mayor parte de las acciones de la empresa que gestiona el festival, Advanced Music, pasaron a manos de un fondo de inversión de los Estados Unidos, que consideró que era una buena inversión a largo plazo. Los compradores fueron Superstruct Entertainment, un vehículo inversor creado por Providence Equity Partners (un fondo fundado en el 1989 y que tiene la sede precisamente en la ciudad de Providence, en Rhode Island) junto con James Barton, un inversor procedente del mundo de la música.

En la operación inicial, los inversores adquirieron la mayor parte del capital de Advanced Music por un importe de entre 15 y 20 millones de euros. Este mismo fondo hace seis meses compró la totalidad de las acciones de la firma The Music Republic (TMR), la marca de los hermanos David y Toño Sanz con la que gestionan toda una serie de festivales cómo Benicàssim, Arenal Sound, Viña Rock, Festival de les Arts, Interstellar Sevilla o Madrid Salvaje, entre otros. El coste de la operación se ha enfilado hasta los 120 millones de euros. Durante la última edición, el Sonar consiguió llegar a los 120.000 espectadores, una cifra muy elevada teniendo en cuenta que se trata de un festival de segmento y no de público en general.

La nómina de festivales del país es muy amplia con franquicias ya consagradas

El último evento sobre el cual pondremos hoy el ojo es el Cruïlla, también de la capital catalana. Desde sus inicios en Mataró, en el 2005, como Cruïlla de Cultures, hasta el festival actual hay todo un mundo. Lo que empezó como acontecimiento local de la capital del Maresme, hoy en día lleva la etiqueta privilegiada de Barcelona Summer Festival, lo que implica dos cosas: su vocación internacional y también la voluntad de ser el festival de referencia de los veranos de la capital catalana. Su cara visible es Jordi Herreruela y su ecosistema habitual es el Parc del Fòrum, un espacio anchísimo al norte de la ciudad de Barcelona, frente al mar. Este año, sumando los cuatro días de festival, el acontecimiento ha conseguido reunir la nada despreciable cifra de 76.000 espectadores. Por cierto, en este caso la cervecera Damm también tiene una posición de privilegio, porque figura como patrocinador principal.

La nómina de festivales del país, más allá de los tres reseñados, es muy amplia, con franquicias ya consagradas cómo el Vida, Canet Rock, Cap Roig, Porta Ferrada o Castell de Peralada, todos ellos con tendencias y contenidos muy diversos, pero siempre con el éxito asegurado.

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