
El 6 de agosto no ha sido un día cualquiera para el Banc Sabadell. Las dos juntas extraordinarias celebradas han marcado un punto de inflexión en la batalla abierta con el BBVA. Con una abrumadora mayoría, más de 92.000 accionistas, que representan más del 74% del capital, han aprobado, casi por unanimidad (el 99,6%), la venta de la filial británica TSB, así como la histórica distribución de beneficios prevista para los próximos meses. El mensaje del mercado ha sido inequívoco: el proyecto independiente del Sabadell cuenta con el respaldo de sus propietarios. En términos políticos, ha sido casi una primaria, un plebiscito en el que los accionistas acaban de elegir un futuro propio frente a la integración en el BBVA.
La aprobación de ambas propuestas no solo avala decisiones estratégicas concretas, sino que consolida la confianza en el equipo gestor. Tras semanas de ruido mediático y presión por parte del BBVA, la votación demuestra que la mayoría del capital prefiere reforzar la autonomía del Sabadell. Este resultado tiene un valor simbólico y práctico: envía una señal al mercado y a posibles compradores de que la resistencia no es solo corporativa, sino accionarial. En otras palabras, la OPA hostil pierde todavía más terreno, pues sin el apoyo de los accionistas es difícil concebir su éxito.
Con luz verde a la venta de TSB, el Sabadell no solo obtiene liquidez para premiar a sus accionistas a corto plazo, sino que también afianza un marco de retribución atractivo y sostenido, plenamente coherente con la hoja de ruta trazada hasta 2027.
En los últimos años, el banco ha mostrado un crecimiento constante en su payout: en 2022 distribuyó alrededor del 50% del beneficio, en 2023 lo elevó al 55%, y para 2024 la expectativa del mercado es que alcance el 60%, superando a entidades comparables como Bankinter y similares a CaixaBank. La política futura busca mantener, como mínimo, este nivel, incluso tras el dividendo extraordinario aprobado.
El plan estratégico prevé:
- 3.800 millones de euros en los próximos 12 meses (ordinarios + extraordinarios).
- Dividendo extraordinario de 0,50 euros por acción en 2026, condicionado a mantener las acciones hasta la fecha de pago.
- Payout estable superior al 50% del beneficio neto anual hasta 2027.
- Posibles recompras de acciones adicionales si la solvencia se mantiene por encima del 12,5% CET1.
Este compromiso se suma a un ROTE proyectado del 16% en 2027 y una generación de capital orgánica sólida, lo que permite sostener altos niveles de retribución incluso sin operaciones corporativas adicionales. Frente a la incertidumbre de la OPA, el Sabadell ofrece una propuesta clara y cuantificable de creación de valor a medio plazo para sus accionistas.
Frente a la incertidumbre de la OPA, el Sabadell ofrece una propuesta clara y cuantificable de creación de valor a medio plazo para sus accionistas
Los últimos resultados trimestrales presentados hace unos días del Sabadell, superaron las previsiones de analistas, mostrando un banco con bases sólidas para competir en solitario:
- Beneficio neto en el último trimestre superior a 308 millones de euros (+50% interanual), con previsión de cerrar 2025 por encima de 1.400 millones.
- Margen de intereses en crecimiento gracias a la mejora del mix de productos y control del coste de depósitos.
- Ratio de eficiencia en torno al 46%, mejorando año tras año y acercándose a los niveles de los grandes bancos europeos.
- Morosidad en mínimos históricos (2,8%) con cobertura superior al 65%, lo que refuerza la calidad del balance.
El plan 2025-2027 busca aumentar el libro de crédito exTSB más de un 5% anual, ganar entre 25 y 30 puntos básicos de cuota de mercado en crédito a empresas y consolidar su liderazgo en pymes y negocios especializados. Además, apuesta por la digitalización para mejorar eficiencia y escalabilidad, un factor clave para competir con entidades de mayor tamaño.
En el contexto europeo, el Sabadell destaca entre los bancos medianos con una de las mayores proyecciones de rentabilidad sobre capital tangible de cara a 2027. A esto se suma que sus niveles de solvencia igualan o superan la media del sector, lo que refuerza la percepción del mercado sobre la solidez de su modelo de negocio independiente.
La oferta del BBVA nació con la promesa de generar sinergias de hasta 850 millones de euros anuales. Sin embargo, las condiciones regulatorias impuestas por el Gobierno y la CNMC han reducido de forma notable ese potencial, limitando el atractivo de la integración. A ello se suma que el canje de acciones propuesto sigue ofreciendo una prima negativa respecto a la cotización actual del Sabadell, lo que desincentiva cualquier aceptación voluntaria y añade presión sobre la viabilidad de la OPA en los términos planteados por el BBVA.
El Sabadell destaca entre los bancos medianos con una de las mayores proyecciones de rentabilidad sobre capital tangible de cara a 2027
La historia reciente en Europa deja claro que las OPAs hostiles sin una prima atractiva tienen pocas posibilidades de prosperar. El caso de Unicredit y Commerzbank en 2019 acabó en retirada por la falta de respaldo accionarial y la ausencia de incentivos reales para los inversores. Algo similar ocurrió con la tentativa de Intesa sobre Generali en 2017, que tampoco logró avanzar. Estos precedentes revelan un patrón claro: cuando una oferta no mejora el precio de mercado y se topa con resistencia de los accionistas, suele diluirse antes de llegar a buen puerto.

Además, el canje tiene implicaciones fiscales poco discutidas: para muchos accionistas particulares, supone una venta de sus acciones a efectos tributarios, lo que puede implicar pagos inmediatos de plusvalías, a diferencia del cobro de dividendos, que en algunos casos goza de una fiscalidad más favorable. Este aspecto, aunque técnico, puede tener un peso relevante en la decisión final de muchos pequeños y medianos inversores, especialmente aquellos con posiciones antiguas y plusvalías acumuladas.
A ello se suma otro riesgo no menor y poco comentado hasta ahora: la oferta del BBVA se paga mayoritariamente en acciones propias, lo que introduce una variable de inestabilidad difícil de cuantificar. Si el mercado interpreta que el BBVA está sobre pagando por el Sabadell o que la operación generará un retorno insuficiente, su cotización podría resentirse. En ese escenario, el valor real recibido por los accionistas del banco catalán se vería automáticamente reducido. Es un efecto de "pescadilla que se muerde la cola", donde la caída del comprador perjudica al vendedor, añadiendo un componente especulativo y volátil a una operación que debería aspirar a la estabilidad.
Estos factores combinados, la fiscalidad, el canje en acciones y el riesgo bursátil asociado, hacen que la OPA del BBVA, tal y como está planteada, resulte poco atractiva frente al plan independiente del Sabadell. A estas incertidumbres financieras se suman ahora las declaraciones del consejero delegado del BBVA, quien la semana pasada dejó entrever que, tras la decisión de los accionistas del Sabadell, el banco podría valorar incluso la retirada de la OPA y seguir su camino en solitario. El mercado queda así a la expectativa de la reacción del gigante vasco.
El 6 de agosto puede pasar a la historia como la jornada en que el Sabadell consolidó su independencia
El 6 de agosto puede pasar a la historia como la jornada en que el Sabadell consolidó su independencia. Con un apoyo masivo, los accionistas han dicho sí a dividendos récord, sí a la venta estratégica de TSB y sí a un plan propio de crecimiento y rentabilidad.
La OPA hostil, sin prima y sin atractivo financiero, pierde todavía más sentido tras este mandato del capital. En la práctica, los accionistas han votado confianza, visión y autonomía.
El mercado ha captado con claridad el mensaje. Tras las primarias del 6 de agosto, todo indica que el rumbo del Sabadell se decidirá desde Sant Cugat y no desde las torres de Bilbao. Ahora la gran incógnita es si el BBVA seguirá adelante con la OPA o, como deslizó su consejero delegado, Onur Genç, acabará retirándola en los próximos días.