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VeriFactu, la punta del iceberg de la digitalización en la microempresa

La transformación digital avanza con paso firme, pero la microempresa arrastra brechas de tiempo, recursos y conocimiento

 VeriFactu es la causa del problema o és el síntoma de unas dificultades más profundas? | iStock
VeriFactu es la causa del problema o és el síntoma de unas dificultades más profundas? | iStock
Elisabet Bach | VIA Empresa
Presidenta d'Autònoms Pimec
18 de Diciembre de 2025 - 04:55

Este mes de diciembre hemos asistido a una moratoria de la obligatoriedad del sistema VeriFactu. Uno de los argumentos principales ha sido que una parte relevante de las empresas, especialmente de pequeña dimensión, no estaban preparadas para asumir el cambio, a pesar de que durante los últimos años se ha informado ampliamente mediante jornadas y acciones formativas para explicar su funcionamiento.

 

Ante esta situación surge una pregunta inevitable: ¿VeriFactu es la causa del problema -las empresas no quieren hacer el cambio- o es el síntoma de unas dificultades más profundas?

La digitalización es el proceso mediante el cual una empresa incorpora recursos tecnológicos y digitales a su forma de vender, organizarse y protegerse ante amenazas. Es una palanca de productividad y diferenciación, pero no es automática: requiere tiempo, conocimiento y recursos económicos.

 

Los datos muestran que la digitalización avanza, pero no lo hace al mismo ritmo para todos. Según el Observatorio de la Digitalización de las Pymes (ONTSI), casi siete de cada diez empresas utilizan medios sociales, pero mientras que en las grandes empresas esta presencia es generalizada, en la microempresa no llega a cuatro de cada diez.

Este patrón se repite en tecnologías más avanzadas. Por ejemplo, el uso de la inteligencia artificial en las microempresas se ha más que duplicado en dos años, a pesar de continuar muy lejos de los niveles de las empresas grandes. También hay diferencias claras por sectores. Aquellos donde la tecnología forma parte de su ADN, como las TIC, presentan niveles más elevados de digitalización. En cambio, en sectores donde la tecnología debe adaptarse a procesos muy físicos o tradicionales, como la construcción, su incorporación es más lenta.

La digitalización avanza, pero desde puntos de partida y a velocidades diferentes según la dimensión y el sector. Aquí encontramos las dos brechas principales: la sectorial y la de dimensión. El informe del Observatorio de Competitividad Empresarial de la Cámara de Comercio de España (2024) identifica la falta de tiempo, de presupuesto, de conocimiento digital de los clientes y de asesoramiento como los principales obstáculos para avanzar en la digitalización del comercio minorista. Unas conclusiones que, con matices, son extrapolables a muchos otros sectores.

Casi siete de cada diez empresas utilizan medios sociales, pero mientras que en las grandes empresas esta presencia está generalizada, en la microempresa no llega a cuatro de cada diez

Estas dificultades se alinean con los estudios de Pimec Autònoms, que muestran jornadas muy largas, a menudo con ingresos ajustados y con poco margen para absorber inversiones que no generen retorno inmediato. La brecha de dimensión se explica, en primer lugar, por los recursos económicos limitados. El programa Kit Digital ha sido una herramienta para activar la digitalización de base: nueve de cada diez beneficiarios han sido microempresas. Las ayudas se han destinado principalmente a web, puesto de trabajo seguro, gestión de procesos y gestión de redes sociales. Han sido útiles para dar el primer paso, pero no garantizan, por sí solas, una transformación profunda ni sostenida en el tiempo.

A esto se añade la estructura misma de la microempresa, a menudo asentada sobre la figura del autónomo, que debe combinar el oficio con conocimientos de tecnología, economía, venta, organización o gestión de personas. Conocimientos que no siempre se tienen. En consecuencia, es necesario invertir tiempo para aprender, pensar e implantar. El tiempo se convierte en un recurso especialmente escaso. A estos factores se añade también el entorno territorial donde operan muchas microempresas. Las comarcas con menor densidad de población, donde el peso del trabajo autónomo es más elevado, suelen disponer de menos recursos digitales, tanto en lo que respecta a infraestructuras como a servicios de asesoramiento y apoyo

Finalmente, hay que considerar que tres de cada diez autónomos tienen más de 55 años. El horizonte vital se convierte así en un elemento clave para entender la brecha de dimensión. Cuando la jubilación está cerca, la pregunta es legítima: ¿cuánto tiempo necesito para amortizar esta inversión en dinero y en esfuerzo? La digitalización es una oportunidad sobre la que hay que avanzar, entendiendo los condicionantes, pero con determinación hacia el objetivo. Y es en este contexto en el que hay que situar VeriFactu: no es el problema, sino la punta del iceberg, una exigencia más dentro de un proceso que, para la microempresa, no es solo tecnológico, sino estructural.

La microempresa, a menudo asentada sobre la figura del autónomo, debe combinar el oficio con conocimientos que no siempre se tienen. En consecuencia, es necesario invertir tiempo para aprender, pensar e implantar

La digitalización muestra una evolución positiva en términos agregados. Pero en la microempresa lo hace desde un punto de partida diferente, a un ritmo más lento y con fuertes condicionantes de sector, tiempo, económicos, de conocimiento, territoriales así como personales y vitales. Afrontar este reto sin tener en cuenta esta realidad es confundir voluntad con capacidad

Si queremos que la digitalización en general, y VeriFactu en particular, sea un éxito, hace falta más acompañamiento, más conocimiento aplicado, más asesoramiento e instrumentos que reconozcan el esfuerzo real que hacen las microempresas. Porque la digitalización no es una imposición administrativa. Es una transformación que solo será una realidad si se ponen las condiciones para que la obligación sea realmente asumible por la microempresa.