Experto en comunicación y presidente de la Associació de Senadors JCI Catalunya

Por qué los directivos también necesitan un 'speechwriter'

06 de Septiembre de 2025
Carles Lombarte, experto en comunicación y presidente de la Associació de Senadors de JCI Catalunya | Cedida

¿Qué tienen en común John F. Kennedy, Robert Kennedy, Bill Clinton y Barack Obama? Todos ellos fueron oradores brillantes, y todos ellos contaron con una figura clave a menudo invisible: un speechwriter o escritor de discursos. En su caso, Ted Sorensen, considerado por muchos el mejor de la historia.

 

Uno de los grandes nombres actuales es Jon Favreau. Con sólo 23 años ya escribía para el senador John Kerry y, en la Convención Demócrata de 2004, coincidió con un joven Barack Obama. Aquel encuentro marcó su futuro: Obama lo incorporó como responsable de sus discursos y, en 2009, Favreau se convirtió en el director de redacción de la Casa Blanca más joven de la historia después de James Fallows (Carter). A su lado, nombres como Adam Frankel y Ben Rhodes demostraron que había una nueva generación de plumas jóvenes y preparadas.

En 2013, Favreau dejó la Casa Blanca para dedicarse al cine y fue sustituido por Cody Keenan, que acompañó a Obama hasta el final de su mandato. En Europa, también hay casos destacados, como Quentin Lafay, con sólo 27 años responsable de los discursos de Emmanuel Macron en las presidenciales francesas.

 

¿Y cerca de nuestra casa? Aunque menos mediáticos, también hay figuras relevantes. Fernando Ónega fue el autor del famoso Puedo prometer y prometo de Adolfo Suárez. Miguel Barroso escribió para José Luis Rodríguez Zapatero y Carme Chacón. Pedro Arriola colaboró con Aznar y Rajoy. Frigdiano Álvaro Durántez, con el rey Felipe VI. Y en Catalunya, Jaume Badia trabajó con Pasqual Maragall.

El valor de los discursos más allá de la política

Si bien la política es el terreno donde los speechwriters han sido más visibles, su importancia se extiende mucho más allá. En el mundo empresarial, también hay discursos que han marcado época. El más conocido es el famoso Stay hungry, stay foolish de Steve Jobs en Stanford, convertido en un manifiesto del espíritu emprendedor. Pero detrás de estas intervenciones siempre hay horas de preparación, borradores y profesionales que ayudan a dar forma a las ideas.

"Cuando una presentación ante el consejo de administración, una ronda de financiación o un acto institucional puede condicionar el futuro de una compañía, cada palabra pesa"

También Elon Musk, Sheryl Sandberg o Satya Nadella han entendido que el relato de una empresa no sólo se explica con números y productos, sino con historias que conectan emocionalmente con clientes, inversores y empleados. Cuando una presentación ante el consejo de administración, una ronda de financiación o un acto institucional puede condicionar el futuro de una compañía, cada palabra pesa.

Y más cerca, tenemos casos en Catalunya donde la comunicación corporativa ha sido clave. Desde los discursos institucionales de Salvador Gabarró en Gas Natural Fenosa hasta las presentaciones públicas de Isidre Fainé en CaixaBank, o las pitches de startups que consiguen levantar inversión internacional. En todos estos momentos, la forma en que se explican los proyectos ha sido tan decisiva como el proyecto mismo.

Una herramienta estratégica de liderazgo

El mensaje es claro: detrás de un buen discurso siempre hay una pluma inspirada. En la política, pero también en la empresa y en el mundo asociativo. Saber comunicar es liderar. Y muchas veces, contar con alguien que ayude a poner las ideas en palabras puede marcar la diferencia entre pasar desapercibido o dejar huella.

En tiempos de hiperconectividad, donde cada declaración puede ser amplificada en las redes sociales en cuestión de segundos, la importancia de un buen discurso es aún mayor. No se trata sólo de tener buenas ideas, sino de saberlas transmitir con claridad, emoción y coherencia. Aquí es donde la figura del speechwriter entra en juego como recurso estratégico de oratoria directiva y comunicación corporativa.

"En tiempos de hiperconectividad, donde cada declaración puede ser amplificada en las redes sociales en cuestión de segundos, la importancia de un buen discurso es aún mayor"

Como formador en oratoria y comunicación, veo cada vez más directivos y empresarios que descubren el valor de un speechwriter. En Catalunya aún no existe del todo esta cultura, y esto es un déficit competitivo. No es un lujo, es una herramienta estratégica. En un entorno donde cada palabra puede abrir puertas o cerrarlas, tener a alguien que transforme ideas en mensajes claros e inspiradores puede ser la clave para ganar credibilidad e influencia.

Y la pregunta es: ¿qué pasaría si en su empresa las palabras se curasen tanto como los números?