Conviene reconocer que el cambio climático ha resultado ser una herramienta de una versatilidad inaudita. Todo el mundo lo utiliza para explicar aquello que no se sabe con certeza o bien para esconder la verdad. Rememorando a Joan Capri, diría que llegará un momento en que el cambio climático será el culpable de los pies planos.
El hecho se alimenta de la incultura popular que, a menudo, proviene de la falta de memoria o de no saber poner las cosas en la escala del tiempo que toca. Siempre sale alguien diciendo: “¡Esto, yo, no lo había visto nunca!”. Cuando, de hecho, es que no lo recuerda. Los hombres del tiempo —que antes eran meteorólogos y ahora ejercen de periodistas mediáticos— ayudan a crear una cosa que les encanta: la alarma social. Y si no encuentran tema local, tiran de internet y te muestran desgracias meteorológicas del otro extremo del mundo —cosa que, dicho sea de paso, ni nos va ni nos viene—.
¿Calor? Hace 35 años recuerdo haber visto las portadas de los diarios donde se veía a la gente comiendo los panellets en el chiringuito de la playa. ¿Lluvias torrenciales? En el pueblo donde a menudo vivo, el agua pasó, hace unos 30 años, por encima del puente. ¿O quizás nadie recuerda las muertes de las riadas del Vallès en 1962? Mataron a casi mil personas. ¡Y eso que Mazón aún no había nacido!
Digo esto porque una profesión que ha descubierto la utilización del cambio climático como salvavidas de las malas praxis es la clase política.
El pasado agosto nos despertaron con la noticia de que los pueblos de Catalunya deberían tener todos un plan de emergencia por inundaciones. “Tras el impacto de la DANA, el gobierno quiere que todos los municipios tengan un plan de protección civil. El marco legal no obligaba hasta ahora a tenerlo. Para ayudar en esta tarea, se destinarán 20 millones de euros hasta 2027 y también recursos técnicos”, dice la noticia. Y añade: “Cuando los mapas de riesgo estén actualizados, el primer semestre de 2025, se verá en qué puntos se pueden realizar actuaciones de mejora (canalizaciones o muros de contención) para reducir el factor inundabilidad”. Por cierto, fíjense: “inundabilidad”. Nueva palabra que la clase político-mediática se ha sacado del bolsillo para esconder su incultura a la hora de hablar. Hay otras: “DANA”, “edadismo”, “refugio climático”, “espacio de complicidad”...
Bien, el caso es que si quieren hacer un mapa de por dónde pasa el agua cuando llueve, se lo puede hacer gratis la gente mayor de los pueblos de la costa. La gente de los pueblos —cuando la cultura popular no era de consumo para los fines de semana— ya practicaban un invento que, supongo, debieron implantar los romanos. Hablo de la rambla. El diccionario nos da una acepción: "Arenal, especialmente por donde corren las aguas pluviales formando torrente".
"Culpar al cambio climático es como quejarse de que cada día salga la luna"
Ahora bien, es cierto que este mapa ha cambiado muchísimo. Especialmente —y duele decirlo— desde la muerte de Franco. Pero también es cierto que no es demasiado difícil de actualizar. Solo hay que tomar las decisiones de recalificación municipales llevadas a cabo en el pasado y podrán observar el origen de los males. Y si no consta escrito —cosa que a menudo ocurre— pueden hablar con los supervivientes entre los concejales de urbanismo de los cientos de pueblos que en Catalunya han practicado o tolerado la corrupción con total impunidad.
Echarle la culpa al cambio climático es como quejarse de que cada día salga la luna. Y es que hay una característica muy anterior al cambio climático: la típica barra y corrupción mediterráneas.