Ingeniero y escritor

Circuit de Catalunya: cuando los fracasos son huérfanos

30 de Diciembre de 2025
Xavier Roig VIA Empresa

Hace ya unos años, tuve una escueta relación con el Circuit de Montmeló. De carácter meramente comercial. No llegó a nada, claro. Pero me saqué una impresión pésima. Me pareció mentira que aquellas instalaciones y aquel equipo de gestión fuera capaz de organizar un Gran Premio de Fórmula 1. No tocaba de oído -conozco otros circuitos del mundo y cómo funcionan-.

 

Mi impresión fue tan mala que la compartí con la entonces consellera, responsable política del Circuit, la señora Chacón -que siempre me ha parecido una persona competente-. Ella, en cierto modo, era consciente y ya empezó a hacer algunas modificaciones importantes. Pero como, en este país, lo que menos preocupa es el dinero del contribuyente y la buena gobernanza, resulta que a la consellera la hicieron dimitir y tuvo que abandonar el gobierno en 2020.

Mi impresión, mala como he dicho, fue doble. Las instalaciones estaban mal mantenidas, decrépitas. Ignoro la parte de talleres y boxes, pero la parte de público, de invitados de negocios para empresas, y aquello que se conoce como el paddock, todas estas áreas, estaban en una situación penosa. Todo se veía sudado y gastado. Las renovaciones de contratos con los propietarios de la F1 eran anuales y se sustentaban en la cantidad de dinero que la Generalitat aflojaba a la hora de firmar el contrato. Un dinero que se iba al bolsillo de los organizadores. Nada quedaba para las mejoras y otras renovaciones que cualquier circuito necesita. Y que deberían provenir de su explotación.

 

Pronto me di cuenta de que lo que sufría el Circuit era la falta de un equipo de gestión mínimamente profesional. En ningún momento detecté interés alguno —ni pizca— por conseguir unos ingresos que fueran en beneficio de la cuenta de explotación del Circuit. Este aspecto no preocupaba a nadie. Eran conscientes, y así lo manifestaban de manera casi lasciva. La Generalitat los salvaría porque nadie aceptaría perder el Gran Premio de España de Fórmula 1. Es lo que tiene el populismo. Ciertamente, se rompería una tradición de país. Pero es que del espíritu que, un día, llevó el acontecimiento a Barcelona —concretamente a Montjuïc— ya no quedaba nada. Algunos de ellos, los de ahora, con aspiraciones políticas de un vuelo tan gallináceo que da vergüenza decirlo. Aquel día de 2020, cuando visité el Circuit, vi claro que la Fórmula 1 dejaría Catalunya tarde o temprano. Y que si no nos había dejado antes era por falta de alternativa. Ha salido Madrid y se la ha quedado. De explicaciones se pueden dar las que quieran. La realidad es que, a ojos de los propietarios de la Fórmula 1, Madrid lo hará mejor.

"Cuando visité el Circuit en 2020, vi claro que la Fórmula 1 dejaría Catalunya tarde o temprano. Y que si no nos había dejado antes era por falta de alternativa"

Desde aquel momento, y viendo la situación política del país, mi interés decayó e ignoro qué se ha hecho de aquel equipo de gestión. Sé que con los que tuve contacto -aquella panda de funcionarios laxos y cobardes- fueron despedidos. Quizás los que han venido después han sido sustituidos otra vez, o más. No lo sé, sinceramente. Es el problema de politizarlo todo -los ciudadanos perdemos interés-. En lugar de colocar a los mejores -¿de verdad nadie se da cuenta de que este fue el gran acierto de Prat de la Riba?- siempre se nombra a quien conviene por los intereses más espurios. Ignoro si este es el caso actual o, quizás, la cosa ha mejorado. En cualquier caso, el mal venía de lejos y ya estaba hecho hace años. Y si desde el 2020 se ha hecho algo bueno, ha llegado tarde.

De noticias del conseller felicitándose por el éxito de haber renovado el contrato de Fórmula 1, nada de nada. Porque de éxito no ha habido. Se tendría, como mínimo, que haber pasado cuentas. Las ruedas de prensa son una buena oportunidad. Pero no. Los periodistas del régimen -es decir, casi todos- no preguntan. No fuera caso que los enviaran a galeras. Al menos Trump tiene la valentía de prohibirles la entrada a la sala de prensa. Aquí no hace falta. Claro que ya se sabe: los éxitos tienen muchos padres; los fracasos son huérfanos.