Leo en Betevé (la web de la televisión del régimen en Barcelona) que la concejala de Barcelona en Comú dimite del Ayuntamiento. La noticia no habría tenido, para mí, mayor trascendencia si no fuera porque venía encabezada por la frase “ha sido divertido, he sido feliz”.
Tampoco yo hablaría aquí, un diario económico, si no fuera que esta concejala dijo en su día que a raíz de la covid se debía impedir la reactivación de la industria automovilística catalana, como por ejemplo la Seat, y que sus trabajadores debían trasladarse a sectores “más limpios”. Este arrebato de inteligencia y responsabilidad llevó a que muchos pidieran su dimisión. Incluso el señor Camil Ros (el secretario de la UGT en Catalunya) dijo que declaraciones como las de la concejala en cuestión destruyen puestos de trabajo. Acto seguido pedía la reactivación de la Nissan.
Llevo el tema a este foro porque la manera de hacer de Janet es sintomática de nuestra clase política. Quiero decir que no solo practican la frivolidad, sino que, encima, te la restriegan por la cara.
Empecemos por rendir cuentas. Aquello que los anglosajones describen como accountability. Janet llegó al ayuntamiento de la mano de Iniciativa. Aquel partido que, a golpe de bicicleta, logró hacernos olvidar que sus padrinos ideológicos eran de demócratas tenían poco.
"Cada uno tira hacia donde puede. Janet, hacia la felicidad. ¿Cómo no se ha de ser feliz si no se tienen que dar explicaciones?"
Bueno, cada uno tira hacia donde puede. Janet, hacia la felicidad. ¿Cómo no se ha de ser feliz si no se tienen que dar explicaciones? El leitmotiv de Janet y su madrina Ada Colau fue la falta de vivienda. Activistas radicales en la lucha -al menos de fachada- por la vivienda digna. Claro que esto fue hace más de diez años. Y todos sabemos que, hoy, el tema de la vivienda está mucho mejor. ¿No es así, Janet?
Este simulacro de dimisión continúa con la tradición —destapada ya hace años en el Ayuntamiento de Barcelona— que consiste en dejar el cargo a mitad de mandato para dar la posibilidad de que tu sucesor se pueda promocionar al cargo. Es decir, me presento a las elecciones sabiendo que, a mitad, dejaré el cargo. Un gran respeto para el elector al que no se deben los políticos actuales. Si el amo fuera el contribuyente en lugar del partido, la cosa sería diferente. Pero no hay nada como formar parte de una élite que trabaja activamente para destrozar una democracia en la que nunca ha creído. Pero ¿qué importará todo esto si, al fin y al cabo, Janet se va feliz?
"El dinero no da la felicidad, a no ser que sea el de los demás -los de los trabajadores de la Seat incluidos-"
Aclarar que una de las características de esta élite catalana -que en Francia llamaron hace años gauche caviar y que aquí es de porrón y con galtas- consiste en hacer saltos siempre con red. Y de la misma manera que no se enfrenta nunca con el electorado porque las listas del partido -y el cuerpo del PSOE sobre el cual parasitar- los protege, tampoco tiene que sufrir por el salario. Ahora la Janet se va a Metropoli. Una canonjía internacionalista de funcionarios políticos que se dedica -¿están sentados?- a exportar la experiencia barcelonesa. ¿Es que no les queda un poco de caridad a esta gente? Bueno. Después esta misma élite nos distrae con preguntas del tipo "¿por qué giras la vista a la extrema derecha o partidos que critican los partidos existentes?".
Todas estas cavilaciones importan poco. El partido de Janet ya hace años pedía que en el nuevo Estatuto se incluyera el derecho a ser feliz. ¡Sí señor! La utopía por encima de todo. El dinero no da la felicidad, a no ser que sea el de los demás -el de los trabajadores de la Seat incluidos-. Por eso, Janet se va feliz.