Ayer empezamos a hacer una nueva receta para desayunar aprovechando mi nueva paella holandesa, cortesía de Sinterklaas. Hice la masa deprisa y con mucha hambre. No miré las instrucciones y, como era de esperar, nos quedó una masa incomible, con un gusto excesivo a bicarbonato. Ni siquiera el azúcar y la mantequilla que acompañan los famosos poffertjes holandeses pudieron paliar el desastre.
Me entristeció mucho tener que tirar toda aquella comida. También me entristeció haber gastado dos horas de la mañana de fiesta cocinando aquella porquería. Pero, después de asumir la derrota, volvimos a revisar qué decía la receta y empezamos de nuevo. Esta vez pusimos las medidas correctas, batimos como es debido y el resultado fue un poco más que comestible. De hecho, resultó bastante bueno para ser solo la segunda vez. Se podrá mejorar en el futuro, pero el salto entre el primer intento y el segundo ha sido de otra dimensión.
A veces, solo hace falta mirar con atención lo que dicen las instrucciones y tener un poco de paciencia. No para llegar antes, sino para disfrutarlo mejor. Un poco como las vacaciones de Navidad.
¡Un fuerte abrazo y felices fiestas!