El futuro de Barcelona

Si Barcelona no cuenta con Catalunya, como ha sucedido en buena parte hasta ahora, está condenada a ir languideciendo en la segunda división de las ciudades del mundo

Barcelona es el catorceavo destino mundial más buscado por los turistas españoles y el cuarto dentro del Estado, por detrás de Madrid, Tenerife y Gran Canaria | AlexKane (iStock)
Barcelona es el catorceavo destino mundial más buscado por los turistas españoles y el cuarto dentro del Estado, por detrás de Madrid, Tenerife y Gran Canaria | AlexKane (iStock)
Enric Llarch | VIA Empresa
Economista
30 de Diciembre de 2025 - 04:55

Ferran Mascarell preguntó a Ada Colau qué opinión tenía el Ayuntamiento sobre el caos circulatorio que había generado la gratuidad de la AP7. "Esto no nos interesa. No tenemos competencias", fue la respuesta de la alcaldesa. Lo explicaba Mascarell a raíz de la presentación de su último libro Barcelona. Una inmersión rápida.

 

Él no lo dijo, pero estoy seguro de que un alcalde socialista, y quizás también convergente, hubieran dicho más o menos lo mismo pero un poco más adornado, menos crudo. Porque hace muchos años que desde Barcelona se han desentendido de todo lo que pasa más allá de su límite municipal, por mucha incidencia -como el funcionamiento de la AP7- que tenga en la ciudad.

Un libro lleno de ideas

La colección, dirigida por Ferran Requejo, donde se publica el libro de Mascarell pretende combinar "rigor y divulgación". Para quienes seguimos de cerca el devenir de la capital quizás nos parezcan algunos capítulos o listados demasiado obvios. Personalmente, algunas partes me recuerdan aquellos folletos de divulgación que elaborábamos para los potenciales inversores y agentes económicos extranjeros hace 40 años. El mismo editor reconoció que le habían recomendado que tradujera el libro al inglés.

 

Pero, al mismo tiempo, el libro va dejando una serie de reflexiones y propuestas sobre "la ciudad futura" -título del último capítulo- que son un chorro de agua revitalizante en un entorno absolutamente abocado al día a día y a la mirada de corto alcance. Por eso, en este artículo profundizaremos en algunas de las propuestas más sugerentes del autor.

El optimismo histórico frente al pesimismo y la desorientación actual

Una de las características más insólitas que impregna el libro de Mascarell es un tono optimista, de satisfacción por todo lo que Barcelona ha conseguido y los obstáculos que ha superado. De entrada piensas en aquella ola de "somos los mejores" que invadió el conjunto de la sociedad catalana antes y después de los Juegos Olímpicos. Una ola en buena parte promovida por los dirigentes de banda y banda de la plaza de Sant Jaume, que la querían capitalizar políticamente.

El hotel Arts y la torre Mapfre, situados en la Vila Olímpica de Barcelona | iStock
El hotel Arts y la torre Mapfre, situados en la Vila Olímpica de Barcelona | iStock

Pero después te das cuenta de que ante el pesimismo y la desorientación actuales, una cierta mirada en perspectiva debería hacernos confiar más en nuestras fuerzas -las de la ciudad, las del país- porque tenemos una larga trayectoria de superar atascos y de salirnos de ellos con energías renovadas. Y aunque de entrada parezca un poco ingenuo, el tono general del libro es un trago de aire fresco en medio de la resaca por el fracaso del proceso de independencia y de la desorientación de las sociedades europeas que el trumpismo no ha hecho más que acentuar.

Barcelona capital

Una de las aportaciones más relevantes del libro, aunque el mismo Mascarell ya hace tiempo que la había formulado, es la superación de las tentaciones olímpicas de la ciudad hanseática, la ciudad que lucha sola -al margen de Catalunya- en una liga de las grandes urbes mundiales. Un planteamiento que, en su extremo, abonó la parodia de Boadella.

El planteamiento de Mascarell es meridiano. Catalunya es una obra de Barcelona, así como Barcelona lo es del conjunto de Catalunya. En la época de las megaciudades, Barcelona no puede competir con sus 101 km². El municipio estricto de Madrid tiene 604, por ejemplo. El invento del área metropolitana -636 km²- hace años que se le quedó pequeño y cualquier opción intermedia también.

Según Mascarell, en la época de las megaciudades, Barcelona no puede competir con sus 101 km²; el invento del área metropolitana hace años que se le quedó pequeño

El hinterland –el hinterland, en una denominación que a algunos les parece anticuada– de Barcelona es toda Catalunya, con sus 32.000 km² y, ahora, ocho millones de habitantes. Sin embargo, a diferencia de Madrid, París y tantas otras capitales europeas de origen real, este entorno no es un erial vacío por el cual se extienden los tentáculos de la capital. Es un sistema de ciudades con su personalidad y su capacidad de innovación que aportan y enriquecen la dinámica de la gran capital.

Es más, a diferencia del relato hanseático de época olímpica, todos nos hemos dado cuenta de la fuerza, la importancia y los recursos del respectivo estado. Un estado que en la mayoría de países ha continuado reforzando su capital para que juegue con éxito en la primera división de la Champions de las grandes ciudades mundiales, muchas veces en detrimento del resto

Por eso, a Barcelona no solo le falta un estado a favor, sino que tiene el estado en contra. Y, siempre siguiendo a Mascarell -que se declara no nacionalista-, el futuro de Barcelona pasa necesariamente por disponer de un estado a favor, que no deja de ser una fórmula interesante para defender la independencia de esta Catalunya donde Barcelona ha de poder ejercer de capital de estado.

El republicanismo cívico

Otra idea fuerza de Mascarell es la del republicanismo, un concepto que el día de la presentación incomodaba un poco a Artur Mas, hasta que el autor no le puso el adjetivo de cívico para quitarle connotaciones partidarias. Un republicanismo que es una forma de relacionarse los ciudadanos entre sí y estos con el gobierno. El buen gobierno que siempre han exigido los barceloneses. Mascarell reivindica Barcelona como la "ciudad luchada", a diferencia de Madrid, que es un proyecto real y, como tal, sería la "ciudad regalada".

El día de la presentación del libro, Mascarell se mostraba especialmente satisfecho de su etapa como consejero del distrito de Gràcia y por todos los valores que considera que aún perviven -a pesar de expats y erasmus- de pequeña comunidad fuertemente colaborativa, próxima y fraternal. Unas características que extiende al conjunto de Barcelona, por sus dimensiones y por su talante histórico. Un republicanismo que Mascarell vincula a la catalanidad y a la lengua como parte inseparable de la personalidad singular de Barcelona en el marco de este ambiente que tanto atrae a turistas, estudiantes, emprendedores, científicos y expatriados.

Por un nuevo tipo de bienestar

Otra idea que Mascarell apenas apunta para la Barcelona del futuro es el objetivo de alcanzar otro tipo de prosperidad. Evidentemente, no la del PIB, ni siquiera la de la renta per cápita. Un nuevo tipo de bienestar que incluye tanto una renta mejor repartida y con menores desigualdades sociales, como una serie de intangibles difíciles de medir pero cada vez más importantes. Desde la calidad del aire, diríamos nosotros, hasta el civismo y el sentimiento de comunidad y de solidaridad. Y aún, una Barcelona orientada a la innovación y a la investigación en lugar de la famosa business friendly, que solo es amigable para los que quieren hacer negocios inmobiliarios.

Cualquier proyecto colectivo de Catalunya que no incorpore el liderazgo entusiasta de Barcelona está condenado al fracaso

Evidentemente, los retos de Barcelona no acaban aquí. La gobernanza no aparece mucho en el libro porque es un jardín muy delicado de pisar. Encontrar el equilibrio entre el gobierno de la capital y el de Catalunya, la autonomía municipal y los objetivos de país, lo que ofrece Barcelona -siempre tan avara y centralista- al resto del territorio y los problemas que sin este último Barcelona no puede solucionar -vivienda, alojamiento turístico, infraestructuras... Todo esto, aderezado con el reparto de poderes y la representación electoral, es tan complejo como trascendental de encajar.

Finalmente, la falta de liderazgo, estrechamente vinculada a la ausencia de un proyecto colectivo que interpele a la gran mayoría y que aglutine las mejores energías de los barceloneses y de los catalanes, constituye la otra gran carencia que Barcelona y Catalunya muy pronto deberían resolver. Si Barcelona no cuenta con Catalunya, como ha pasado en buena parte hasta ahora, está condenada a ir languideciendo en la segunda división de las ciudades del mundo. Y cualquier proyecto colectivo de Catalunya que no incorpore el liderazgo entusiasta de Barcelona está condenado al fracaso.


Un intelectual y gestor dual

Ferran Mascarell i Canalda (Sant Just Desvern, 1951) es historiador de formación y a la vez un hombre de acción pública. Uno de sus primeros proyectos fue impulsar la revista de divulgación e investigación histórica L'Avenç, de la que fue el primer director. Esta dualidad entre pensamiento y acción la ha mantenido a lo largo de toda su trayectoria. Con una larga trayectoria en el Ayuntamiento de Barcelona -impulsó, entre otros, el Centro de Cultura Contemporánea (Casa de la Caridad), "tantas ces y ninguna es de Catalunya", recuerda que le dijo el presidente Pujol-, participó en el desarrollo de muchas de las iniciativas más innovadoras del Consistorio en materia cultural -Plan de Grandes Equipamientos, ICUB, Plan de Bibliotecas... En aquella época y en los ambientes culturales, eran conocidas sus discrepancias con el partido, personificadas en la comisión de Cultura del PSC, comandada por Jordi Martí, hoy mano derecha del ministro Urtasun.

Durante el tripartito de izquierdas, fue llamado a sustituir a la cuestionada consejera de Cultura, Caterina Mieras. Después de un breve paso por una gran editorial, cuando Artur Mas llegó finalmente a la presidencia de la Generalitat, fue llamado a retornar a la Consejería de Cultura en el llamado "gobierno de los mejores", en plena crisis de las finanzas autonómicas que el bramido convergente atribuía a la mano negra del gobierno Montilla, donde Mascarell también había sido consejero. Mascarell explica este paso desde el PSC al mundo convergente como la convicción de que el país debe salir adelante a partir de la colaboración entre el centroderecha y el centroderecha.

Durante todos estos años, ha ido escribiendo libros, algunos como recopilación de los habituales artículos en la prensa y ha promovido reflexiones colectivas sobre el futuro de la cultura y del país. Como espíritu libre, a pesar de sus largas militancias, siempre ha procurado rodearse de los equipos que consideraba mejores entre los que tenía a su alcance, independientemente de sus afiliaciones. Hoy, cuando proliferan cada vez más los políticos mediocres, que solo hacen carrera dentro del partido y se rodean de fieles -no fuera caso que alguno tuviera ideas propias o le hiciera la cama-, la trayectoria de Mascarell es cada vez más la de una rara avis. Mascarell abandonó la política activa hace casi tres años.