"Y como el agua que bebemos", añadió el líder de la gran patronal catalana. Bueno, al menos ahora ya sabemos quién es el gran necesitado, y beneficiado, de la inmigración masiva de los últimos 25 años. Y de la que está por venir y nos ha de llevar de aquí a nada de los ocho a los diez millones de habitantes. Dado que el discurso antiinmigratorio lo polariza la extrema derecha, enseguida salieron voces bienintencionadas que elogiaron estas declaraciones. La misma patronal había encargado un estudio para evaluar las futuras necesidades de trabajadores para sustituir la generación del *baby boom* a medida que se vaya jubilando y, en la presentación, se efectuaron estas proclamas tan contundentes.
Telefónica como ejemplo
¿Es realmente necesario incorporar cantidades masivas de nueva inmigración para garantizar la continuidad de las empresas? En Telefónica no deben estar muy preocupados. La incorporación como presidente ejecutivo de Marc Murtra se recibió con poco disimulado entusiasmo por parte de las fuerzas vivas catalanas. Aparte de proclamas genéricas sobre la necesidad de concentrar el sector a escala europea para poder luchar con los gigantes norteamericanos del sector, la primera medida efectiva del nuevo presidente ha sido deshacerse de 5.000 empleados de la plantilla.
Evidentemente, empezando por los más mayores, estos que pronto podrán jubilarse a cargo de la Seguridad Social y que seguro que son los que tienen retribuciones monetarias y en especie más elevadas, aunque sea por la antigüedad. ¿Que no habíamos quedado en que había que aprovechar el talento sénior? ¿Que no se debía alargar la edad efectiva de jubilación? ¿Que no habíamos emprendido una cruzada contra el edadismo? En Telefónica, como si oyeran llover. Siguen el camino de siempre de todas las grandes corporaciones (eléctricas, bancos, servicios públicos...): jubilaciones masivas para rebajar los costes laborales y aumentar la rentabilidad de la empresa.
En el Estado hay la tasa de paro más elevada de la Europa comunitaria: 10,9% y 5,8%, respectivamente. El doble. En Catalunya estamos un poco mejor, pero muy a la cola todavía
Y excepto los sindicatos de la empresa, para arañar unas cuantas bajas menos, nadie dice nada: ni los gobiernos, ni las patronales ni todos los defensores del talento sénior. ¿Y si en vez de tantas prejubilaciones, recicláramos el personal que sobra en Telefónica y lo enviáramos a esas compañías que no encuentran personal? ¡Uy, no, demasiado complicado! Además, la gran mayoría de los puestos de trabajo que se crean son de sueldos bajos, con baja cualificación y que solo están dispuestos a aceptar los jóvenes y menos jóvenes inmigrantes que van llegando.
Mientras tanto, en el Estado hay la tasa de paro más elevada de la Europa comunitaria: 10,9% y 5,8%, respectivamente. El doble. En Catalunya estamos un poco mejor, pero muy a la cola todavía: el 8,2%. Esto son 350.000 parados según la *Encuesta de Población Activa*, un poco menos si atendemos a los inscritos en las oficinas de trabajo de la Generalitat. ¿Por qué tenemos que traer tanta gente de fuera si aquí hay tantos que no tienen trabajo? Misterio. Ah, ¿no es que más de la mitad tienen más de 45 años y estos, ya se sabe... Y los más de 130.000 parados menores de 45 tampoco sirven? Más misterio. Bueno, el misterio en realidad es por qué no conseguimos implementar unas políticas públicas, en cooperación con la empresa privada, para incorporar al menos la mitad de estas personas al mercado laboral y alcanzar niveles de paro similares a la media europea.
Más de 600.000 personas que quieren trabajar y no pueden
Las excentricidades de nuestro mercado laboral no se acaban con los parados. El otro día, desde estas mismas páginas, Carme Poveda nos explicaba que solo en Catalunya hay 150.000 personas más que ahora trabajan a tiempo parcial y que querrían hacerlo a tiempo completo. Todavía deberíamos añadir 83.000 que están disponibles para trabajar aunque no buscan empleo activamente. Y 50.000 más que querrían trabajar, pero que no están disponibles actualmente. Todo ello más de 600.000 personas de reserva de fuerza de trabajo. ¿Por qué las empresas no se aprovechan más? ¿No tienen la formación adecuada? Formémoslos. ¿No tienen las habilidades personales requeridas? ¡Preparemoslos! Insisto: esto es trabajo no solo de la administración, sino también de las empresas y de sus organizaciones.
Centrifugando los efectos no deseados de la inmigración masiva y desordenada hacia las clases medias y bajas
En otro punto del discurso del jefe de la patronal catalana, se argumentaba que si había problemas por la llegada de inmigrantes, ya se resolverían. Que es una manera de centrifugar los efectos no deseados de la inmigración masiva y desordenada hacia el conjunto de la sociedad cuando, según él, son las empresas las principales beneficiarias. Si la sanidad está superada por la llegada de más de dos millones de personas en 25 años, eso no importa, yo ya tengo privada. Si a la escuela pública la entrada continuada de niños foráneos con desconocimiento de la lengua y menores conocimientos generales retrasa la dinámica general del grupo, ningún problema, yo ya llevo a mis hijos a la privada, desde infantil a la universidad y con posgrados en el extranjero.
Las clases medias intentan huir del desastre yendo a la escuela concertada, pagándose seguros sanitarios y, tan pronto como pueden, yéndose a vivir fuera de Barcelona
¿Que los servicios sociales están desbordados y se generan dinámicas perversas en colectivos que se acostumbran a la subvención permanente? En mi barrio solo veo inmigrantes cuando vienen a hacer trabajos o cuando me traen paquetes a casa. Además, yo nunca he pedido ninguna prestación social; me basta con que no me suban más los impuestos y que si acaso me los bajen un poco, como el otro día nos prometió Feijóo. ¿Que el transporte público va a reventar? Yo siempre me muevo en coche -que ahora tengo un Tesla y no contamino-, del parking de casa al parking del trabajo. ¿Que la vivienda se ha encarecido mucho por tanta demanda? Yo soy muy previsor y he ido adquiriendo pisos para invertir y para cuando mis hijos se independicen. ¿Que es muy difícil que los inmigrantes se integren y que utilicen el catalán? Mejor que vivan todos juntos en barrios a los que no me acerco y, en fin, en casa somos muy cosmopolitas y cada vez usamos más el inglés.
Las clases medias intentan huir del desastre yendo a la escuela concertada, pagándose seguros sanitarios y, tan pronto como pueden, yéndose a vivir fuera de Barcelona. Las clases más empobrecidas están alarmadas porque lo poco que hay a repartir se lo lleven los recién llegados. La viabilidad del estado del bienestar no preocupa mucho a quienes no utilizan sus prestaciones porque ya tienen recursos para pagárselas ellos
El coste de criar un futuro trabajador: 938 euros mensuales

Es una lástima que el estudio encargado por la patronal no entrara en alternativas a la inmigración masiva para sustituir a los futuros jubilados del baby boom. Sin pretender ser exhaustivos, además de los trabajadores que querrían trabajar y no pueden, fijémonos en dos elementos adicionales.
El primero, la caída abrupta de la natalidad. Antes se decía que si llegaban inmigrantes, como eran jóvenes y tenían unos patrones de reproducción más tradicionales, la natalidad se recuperaría. Y así ha sido ligeramente durante unos pocos años. Pero, como ya hace mucho tiempo señaló la gran demógrafa Anna Cabré, la primera manera que tienen los inmigrantes de todas las oleadas de integrarse en Catalunya es adquiriendo los hábitos reproductivos de los autóctonos. Y es que la realidad socioeconómica se impone rápidamente a la cultura reproductiva tradicional de los recién llegados. Tener hijos es un pésimo negocio en términos económicos, especialmente para la gente con menos recursos. Hoy, las tasas de natalidad son las más bajas desde la Guerra Civil, con más de dos millones de inmigrantes extracomunitarios incluidos: criar un hijo en Catalunya costaba el año pasado de media 938 euros mensuales. Hasta los 31 años que no se van de casa de media...
Las madres solas, en riesgo de pobreza
Hace unos días se presentaba un informe sobre la población en riesgo de pobreza. Destacaba un colectivo, el de los hogares uniparentales, es decir, el de las mujeres solas con hijos. No había ninguna información al respecto, pero mi percepción es que hay una notable -que no única- correlación entre el nivel de estudios de la madre y la maternidad. Las jóvenes con más estudios tienen más recursos para retrasar, disminuir e, incluso, suprimir la maternidad de su proyecto vital, mucho más fundamentado en la carrera profesional y en otro tipo de intereses más allá de la maternidad. Mientras tanto, ya hace dos años que en Catalunya hay más animales de compañía registrados que menores de 14 años.
Hace ya dos años que en Catalunya hay más animales de compañía registrados que menores de 14 años
Es cierto que la opción de formar una familia no depende exclusivamente de factores económicos y que los gobiernos españoles han ido aumentando poco a poco los permisos laborales a los padres. Pero en puestos cualificados, una baja por maternidad, sobre todo si va seguida de un permiso por crianza, forma parte del techo de cristal que limita la promoción profesional femenina en la empresa privada. Por lo tanto, todos podemos hacer más para aumentar la natalidad. Las administraciones, con ventajas más decididas para ayudar en la crianza y el gasto que esta significa. Las empresas, facilitando la conciliación y dejando de convertir los permisos maternales en una pérdida de confianza hacia las mujeres que los emprenden. Y desde el discurso hegemónico de la izquierda, el feminismo y los medios, dejar de penalizar la maternidad y la familia como opción vital.
Productividad
Para no hacer el artículo demasiado largo, un apunte sobre productividad, eso que tanto parece preocupar a nuestros responsables políticos y económicos. Hace unos días, ya pusimos varios ejemplos de cómo se puede aumentar la productividad del trabajo en un sector tan intensivo en mano de obra como la hostelería. Si esto se puede hacer en la hostelería, también se puede hacer y se hace en otros servicios personales: desde las consultas no presenciales y la aplicación de inteligencia artificial a los diagnósticos o a la cirugía en la medicina, hasta la banca en línea pasando por los arcos que identifican los productos y te los cobran en los supermercados, hasta los robots que, como ya ha experimentado el Ajuntament de Barcelona, hacen mitad de asistente personal y mitad de persona de compañía a las personas mayores. Y ya no digamos con la industrialización de la construcción.
¿Qué hay que hacer para ir implantando estas novedades? Que salgan a cuenta. Mientras tengamos mano de obra barata que te lleva el pedido a casa por dos duros, ¿por qué hay que complicarse la vida con servicios de distribución robotizados? Mientras tener una cajera y reponedora salga tan barato y asequible, ¿por qué hay que implantar sistemas de almacenamiento y facturación automáticos? Mientras dispongamos de inmigrantes para conducir estos camiones que cada dos por tres tienen accidentes, ¿por qué invertir en conducción automatizada? Son innovaciones que aumentan la productividad, no sufren absentismo, minimizan los errores y ya se están experimentando en muchos otros países. Y que pueden sustituir a buena parte de los trabajadores que pronto se jubilarán.
Yo, por cierto, si alguien está preocupado por la financiación de las jubilaciones —que la inmigración masiva y de baja cualificación no solucionará— que graven fiscalmente los robots y otros artilugios similares, como ya hace tiempo que lo defiende Yuval Harari.
Es cierto que hay empresas que necesitan la inmigración como el aire que respiran. Las que se basan en el trabajo poco cualificado y de bajos salarios para ser competitivas. Las que no quieren invertir en ser más productivas, las que no quieren asumir los riesgos de la innovación. Un flaco favor si desde las organizaciones empresariales solo se defiende los intereses a corto plazo de las empresas menos modernizadas. Y eso es lo que significa para la economía apostar por la inmigración masiva y desordenada de baja cualificación. Para el conjunto de la sociedad, el aumento de las diferencias y la inviabilidad del estado del bienestar.