Segarra-Garrigues: ¿Y ahora qué hacemos?

La acumulación de peajes medioambientales bloquea la incorporación de nuevos regantes y dificulta la viabilidad económica y social del proyecto

Un tramo del canal Segarra Garrigues Un tramo del canal Segarra Garrigues

El canal Segarra-Garrigues es un proyecto imaginado hace unos quinientos años pero fue el Gobierno de la Generalitat republicana que lo identificó como una prioridad de actuación. No obstante, se ha tenido que llegar al Siglo XXI para hacerlo realidad. Sobre el interés de este canal hay que referirse al estudio sobre el impacto económico-social (EIES) de esta infraestructura "Canal Segarra-Garrigues, una herramienta de futuro" (Reguant F, Sisquella M y Lletjós R). La realidad es que la acumulación de peajes ambientales está bloqueando la incorporación de nuevos regantes y dificulta su viabilidad económica.

Los argumentos para defender la necesidad de mejorar el grado de autosuficiencia alimentaria en Catalunya así como el interés, en consecuencia, del canal Segarra-Garrigues (CSG) ya son antiguos y conocidos. Pero la actual coyuntura, con una presión creciente sobre los mercados alimentarios, después de la Covid y con las consecuencias derivadas de la guerra en Ucrania, estos mismos argumentos adquieren importancia crítica a nivel global y local. La necesidad de acercar la producción al consumo se convierte en un objetivo relevante. Catalunya tiene la mitad de la superficie cultivada per cápita en relación con Europa y al mundo (estadística casualmente coincidente). En concreto, Europa y el mundo disponen de 0,21 ha/hab, mientras que Catalunya tiene solamente 0,11 ha/hab., entre las que hay amplias zonas de secano árido y una orografía muy complicada. Además, Catalunya destina a zonas protegidas ZEPA el 32% de su territorio, tres veces más que la media europea, un hecho que condiciona las capacidades productivas. Todo esto es una razón de peso para que Catalunya tenga, forzosamente, el abastecimiento alimentario entre sus preocupaciones preferentes.

Qué aporta el regadío:

  1. El regadío multiplica la productividad de la tierra.
  2. Mejora, por lo tanto, el grado de autosuficiencia alimentaria
  3. Incrementa el valor añadido de las producciones al abrir las puertas a cultivos más intensivos y remuneradores.
  4. Favorece, por lo tanto, la diversificación productiva. Por el contrario, el secano árido o semiárido limita mucho las especies cultivables
  5. Aporta competitividad, estabilidad y resiliencia al sector agrícola.
  6. Impulsa nuevas actividades de transformación alimentaria.
  7. Mejora la ocupación.
  8. Es, sin duda, la mejor herramienta para el reequilibrio territorial (las comarcas de poniente de Catalunya que son regadas desde hace 150 años nunca tuvieron pérdida de población y disfrutaron de un interesante crecimiento demográfico).
  9. Aporta una mejora patrimonial si se tiene en cuenta la diferencia de precios del suelo de regadío y de secano.
  10. En general, da nueva vitalidad y autoestima a las áreas rurales.

A la vez, es una herramienta contra el cambio climático:

  1. Los campos de regadío producen más biomasa y, por lo tanto, retienen mucho más CO2.
  2. Evita la deforestación al reducir las necesidades de superficie de cultivo.
  3. Potencia la agricultura de proximidad.
  4. Reduce importaciones.
  5. Mediante la técnica de fertirrigación, dentro de la agricultura de precisión, obtiene una aplicación mucho más eficiente y menos contaminante de fertilizantes.
  6. En procesos de bioeconomia circular ensancha la capacidad de reciclaje de residuos orgánicos.
  7. Evita el abandono de explotaciones agrarias y el riesgo de unos espacios degradados.
  8. Es una herramienta contra la desertización.

Es necesario darse cuenta de que el regadío es una red que permitirá gestionar el agua de la manera más eficiente en función de capacidades y necesidades

Alguien ha dicho que el regadío no tiene sentido debido a que, probablemente, con el cambio climático habrá menos agua y que, por lo tanto, hay que conservar e incluso recuperar el secano. Es una visión desenfocada. Si hay menos agua, el secano es el que sufrirá de una forma más severa las consecuencias. Este verano de 2022 es la prueba, las reservas de agua han permitido regar casi a pleno requerimiento a pesar de la sequía y, por el contrario, el secano ha sufrido pérdidas severas de rendimientos. El regadío, con hipotéticamente menos agua, podrá aportar este recurso crítico a los niveles posibles, los cuales, con las tecnologías más eficientes, pueden ofrecer unos buenos resultados productivos. Es necesario darse cuenta de que el regadío es una red que permitirá gestionar este recurso del agua de la manera más eficiente en función de capacidades y necesidades. Sin esta red de regadío, la gestión de la escasez de agua se hace mucho más difícil.

Lo que puede ser el Segarra-Garrigues

De acuerdo con el EIES de 2014, en el escenario favorable, el CSG permitiría incrementar un 23,57% la producción final agrícola y un 8,60% la producción final agraria, así como un 12,8% el VAB agrario. A la vez, sería capaz de alimentar 856.000 personas y promover la ocupación de 10.899 ocupados agrarios y 10.038 ocupados indirectos. Según los resultados del el Estudio de PwC de mayo de 2022 sobre "retos presentes y oportunidades de futuro de un regadío sostenible", una hectárea de regadío en el CSG multiplica por 8,4 los rendimientos respecto al secano. Su impacto en el PIB por hectárea de regadío es 7,5 veces superior a la de secano. En ocupación también genera 7,4 veces más el regadío que el secano. Así mismo, aporta al erario público 4,1 veces más recaudación el regadío que el secano. Por lo que respecta a Catalunya, el 30 % de las tierras en regadío aportan el 70% de la producción, o dicho de otro modo, el 70% de las tierras de secano solamente aportan el 30% de la producción agrícola.

Suma de errores

Aun así, una mala combinación de intereses, ideologismes, esteticismos, inconsciencia e ignorancia del sector público, de algunos medios de comunicación y de sectores culturalmente influyentes de la ciudadanía, básicamente urbana, han tomado los últimos años un conjunto de decisiones contrarias a la mejora del abastecimiento alimentario: Negación de la importancia estratégica del regadío, obstáculos y desprecio a la agricultura profesional contraponiéndola a modelos propios de tiempos pasados, legalización de la ocupación de los suelos agrícolas productivos -incluso de regadío- por placas solares, etc. El Segarra-Garrigues ha sido víctima de este alud de despropósitos. El país del "no a todo" ha seguido imponiéndose.

La ecología nunca tiene que olvidar que el hombre forma parte de ella

El Segarra Garrigues fue dinamitado desde diferentes ángulos, argumentos al margen, puesto que el objetivo era destruirlo. Obviamente, cuando creamos un absoluto superior a cualquiera otro concepto todo es defendible. La patria o Dios, tomados como absolutos han podido justificar verdaderas barbaridades. La defensa de la biodiversidad cuando acontece un absoluto no tiene límites. Cuando perdemos de vista las proporciones y la complejidad de los impactos podemos realizar muchos errores legitimados por el absoluto de referencia. La ecología nunca debe olvidar que el hombre forma parte de ella. El ecologismo social del que nos habla el ecólogo Martí Boada es el que parte del reconocimiento de la complejidad de las dinámicas hacia un mundo sostenible. Hay que respetar la biodiversidad, hace falta una producción agraria respetuosa y sostenible pero hay que producir suficientes alimentos y que estos puedan ser asequibles para todo el mundo.

En esta guerra por tierra, mar y aire contra el Segarra-Garrigues se produjeron una serie de disfunciones:

  • Ampliación exagerada de las áreas ZEPA hasta el 42% del área programada, muy por encima de las reservas medioambientales que se han reclamado en otros regadíos, más todavía cuando desde el principio ya se había realizado una cesión importante de tierras que daba una buena respuesta a la inquietud de defensa de las aves.
  • Ubicación de las zonas ZEPA en las mejores tierras agrícolas (llanuras y bajas, más rentables y que requerían mucha menos energía para el regadío). No hay ninguna explicación para esta selección dado que los pájaros no entienden de estas fronteras micro-locales sin separación orográfica ni climática.
  • Renuncia, por lo tanto, a situar las ZEPA en zonas fuera del área Segarra-Garrigues, con las mismas características orográfico-climáticas.
  • Desinformación y exageración sobre la problemática de las aves, Por ejemplo, afirmaron que un pájaro como el alcaudón chico (Lanius minor) está en peligro crítico de extinción porque en Catalunya habían en el momento del Estudio de impacto Ambiental, según SEO-Birdlife, cinco y en el area Segarra-Garrigues, solo uno. Era totalmente tendencioso. Según la misma fuente, en Europa había una media de 198.500 parejas. El alcaudón chico no es un pájaro de aquí o, mejor dicho, no es común aquí, su presencia es rara en la península Ibérica debido a que emigra a Europa desde oriente y es en el Este de Europa donde cuenta con amplias y consolidadas colonias. Argumentar la presencia de este pájaro como crítica para condicionar el regadío traspasa los niveles de la honestidad científica.
  • Campaña de desprestigio, en parte promovida por organismos que, teóricamente, tenían que defender el proyecto
  • Desinformar sobre la tecnología del regadío Segarra-Garrigues. Por ejemplo, despreciar el Segarra-Garrigues con el argumento de que era un infraestrutura del Siglo XIX, cuando es sin duda el canal de regadío más moderno de España.
  • Desinformación sobre los impactos positivos y negativos del regadío.
  • Desprecio a las comarcas y a la población rural afectadas.

Sobre las dotaciones de agua

Otro aspecto de dificultad ha sido la reducción de las dotaciones de riego globales (un 18,4% desde las previstas en 2002 a las definidas en 2018) y el predominio de las dotaciones de apoyo por encima de las de transformación. La dotación de transformación fijada en 6.500 m3/ha/año se considera suficiente para admitir cualquier cultivo adaptable a las condiciones climáticas de la zona. Otras dotaciones establecidas al Segarra-Garrigues de 3.500 m3/ha/año y 1.500 m3/ha/año limitan mucho la adopción de nuevos cultivos que no sean los propios de secano. La adopción de regadíos con estas bajas dotaciones de agua, considerando el precio del agua y la energía, no aportan mucho interés al agricultor. Con la posible excepción, aun así, de grandes explotaciones que puedan disfrutar de importantes economías de escala, una limitación que comportaría una disfunción social sobre los objetivos primogénitos del Segarra-Garrigues

Bloqueos administrativos

Finalmente, cabe remarcar algunos bloqueos administrativos que desde la Comunidad de Regantes se consideran incomprensibles y que afectan a la continuidad de varias áreas del proyecto:

  • Aranyó. Unas 800 ha en el entorno de la localidad de Aranyó, sin estar afectada por ZEPA, que podrían disponer de dotación de transformación aún están pendientes de una resolución desde hace años.
  • Plans de Sió. 6.500 hectáreas del Segarra Garrigues están pendientes desde hace diez años de una prueba piloto en la ZEPA de Plans de Sió que los expertos afirman que no es técnicamente posible realizar en las condiciones exigidas.
  • Aitona.- En el área de Aitona existe una controversia en relación a los mapas que se utilizaron en el momento de definir la ZEPA al no tener en cuenta a las fincas que ya estaban en riego en aquellos momentos

En ningún momento se quiere negar, más bien lo contrario, la importancia de sostener los equilibrios medioambientales y la biodiversidad, pero la acumulación de peajes medioambientales bloquea la incorporación de nuevos regantes y, de facto, dificulta severamente la viabilidad económica y social del proyecto.

Àmbit territorial del canal
Ámbito territorial del canal
 

Corregir es lo que se debe hacer:

  • ResetEl Segarra- Garrigues necesita un reset. Se hicieron las cosas en unas determinadas condiciones y en un determinado momento. Hoy la situación ha cambiado, hace falta que las decisiones sean revisables, las leyes pueden cambiar y las directrices de Brussel·les también. Hay que argumentar desde una visión actualizada y con voluntad política las puertas se pueden abrir.
  • Desbloqueo administrativo. En primer lugar seria necesario desbloquear todos los obstáculos ajenos a la estructura definida del canal. Temas como el de Aranyó, la prueba piloto de Plans de Sió o los regadíos de Aitona hay que aclararlos cuanto antes mejor. La imagen de las actuaciones de la Administración Pública catalana en estos temas deja dudas de su eficacia.

Los canales de Urgell deben abordar el proceso de modernización. No tiene sentido que Catalunya tenga todavía un 47,1% de superficie de riego por gravedad cuando en el conjunto del Estado es el 22,3%

  • Tipo de regadío. Habría que analizar los regadíos de poniente catalán como una sola estructura de regadío. A la vez convendría apartar localismos e individualismos y saldría beneficiado todo el mundo. Los canales de Urgell y otros canales tienen que abordar indefectiblemente el proceso de modernización. No tiene sentido que Catalunya tenga todavía un 47,1% de superficie de riego por gravedad cuando en el conjunto de España el porcentaje es del 22,3%. En el resto de España, en los últimos diez años, se ha realizado un claro progreso en la modernización del regadío. En cambio, en Catalunya el regadío por gravedad se ha mantenido estable. La desconsideración hacia el regadío ha comportado dejadez en Catalunya en el objetivo de modernización que es clave tanto en la lucha contra el cambio climático como en la adaptación a este y, por supuesto en la gestión de una agua cada vez más escasa.
  • Tecnología versus futuro. La diferencia entre el regadío tradicional por gravedad con otras tipologías de regadío es muy significativa. La eficiencia global (agua aprovechada / agua suministrada) por gravedad es del 40-50 % cuando en riego localizado es del 70-80 %, según ICID. Pero incluso partiendo del riego localizado, tal como informa el investigador del IRTA Joan Girona, un uso técnicamente avanzado y cuidadoso puede reducir un 50% adicional el consumo del agua. A la vez, los regadíos localizados permiten la aplicación de las tecnologías de agricultura de precisión que mediante herramientas de la información y la comunicación, biosensórica y teledetección minimizan los inputs, los costes y mejoran los rendimientos. Al mismo tiempo, en situaciones de poca disponibilidad de agua, la técnica de riego deficitario aporta buenos resultados. Aplicar estas tecnologías es clave para dar una buena respuesta a los objetivos de sostenibilidad y posible carencia del recurso agua. El CSG dispone de las condiciones para aplicar las más modernas tecnologías de regadío.
  • Ahorro versus ampliación. Estos regadíos de riego por gravedad de los canales históricos de Poniente se deben modernizar por interés de toda la sociedad catalana. Por esta razón, la transformación debe ser asumida por el sector público en el grado que corresponda. Cabe tener presente que un regadío moderno es clave para lograr la necesaria seguridad de abastecimiento alimentario y para dotar de un mejor uso y más eficiente al agua. En dirección complementaria, parte del sobrante que se vaya produciendo al modernizar los canales históricos se pueden derivar al CSG con el objeto de dar rentabilidad a los cultivos en áreas que cuentan ahora con dotaciones insuficientes de 3.500 y 1.500 m3/ha. Justo es decir, aun así, que en un sistema con adecuados controles de uso del riego es el agricultor el primer interesado en no gastar más agua que la necesaria. Sobre esto Miquel Galvarriato, Presidente ejecutivo de Aguas Segarra-Garrigues explica que, actualmente, la dotación media al CSG es de 4.875 m3/ha pero la dotación real es de 3.300 m3/ha. Teniendo en cuenta la dotación establecida por el Canal de Urgell de 9.000 m3/ha, comparando con el consumo medio del Segarra-Garrigues, la modernización de estos regadíos podría suponer un ahorro gigantesco del consumo actual del agua. Esto permitiría lograr el triple objetivo de mejorar las aportaciones a los caudales ecológicos, mejorar las dotaciones del Segarra Garrigues hacia una agricultura competitiva y diversa y, en general, aportar en la seguridad frente a posibles sequías futuras.
  • Riego con aguas recicladas. Hay que pensar en todas las opciones posibles para mejorar el regadío. Desde la Agencia Catalana del Agua (ACA) se ha hecho una magnífica tarea de depuración de aguas. Habría que dar una segunda vida a las aguas recicladas urbanas para proveer pequeños regadíos, básicamente de huerta, que podrían aportar alimentos de proximidad a muchas poblaciones.

Hay que evitar usar tierras agrícolas productivas para la implantación de placas solares y, más todavía, si estos terrenos son de regadío

  • Fotovoltaica sobre el agua. Haría falta también utilizar los embalses, las balsas de regadío y los canales para la instalación de energía fotovoltaica. Esta opción tiene un doble interés como abastecimiento de energía y como ahorro de agua.
  • No a la fotovoltaica en suelos agrícolas productivos. Por supuesto, habría que evitar usar tierras agrícolas productivas para la implantación de placas solares y, todavía más, si estos terrenos son de regadío. En este tema la administración pública se ha vuelto a equivocar. A la par, la sociedad catalana no ha entendido lo que nos jugamos. Habrá que insistir en la pedagogía del abastecimiento alimentario alejado de los dogmatismos.
  • Compensación de costes de sostenibilidad. Tal como afirma Josep M. Jové, presidente de la Comunidad de Regantes del canal Segarra-Garrigues hay que encontrar la manera de que el medio ambiente sea compatible con las necesidades humanas. Hace falta, por lo tanto, que sean compatibles las ZEPA con una agricultura rentable. El sostenimiento de los equilibrios medioambientales y la seguridad del abastecimiento alimentario son dos objetivos de interés general para toda la sociedad. No tiene sentido que el impulso de uno de los objetivos anule las opciones del otro. Tampoco tiene sentido que los costes de esta opción por la mejora de la biodiversidad se carguen exclusivamente sobre el agricultor y sobre la rentabilidad de su explotación. Hay que cambiar el enfoque, el conjunto de la sociedad tiene que asumir los costes de sus legítimas y necesarias opciones medioambientales. La sostenibilidad no es gratis y menos a cargo del payés.

Todo es posible si hay voluntad 

Llegados a este punto, ¿qué hacemos del Segarra-Garrigues?. ¿Lo dejamos como tarea de los arqueólogos del siglo XXIII o recuperamos su sentido, utilidad y necesidad?. La historia más reciente está dando la razón a los argumentos a favor del valor clave de este canal. Hace falta que este pueda jugar el rol esencial en nuestro abastecimiento alimentario de proximidad, contra el cambio climático y, a la vez, para aminorar sus efectos inmediatos. No podemos esperar más para revisar errores y remover voluntades aquí y en Europa para establecer soluciones equilibradas alejadas de todo populismo, aunque se disfrace de ecologismo. La apuesta por un futuro posible, sostenible y equilibrado es un reto complejo. Para avanzar hay que mirar lejos, establecer prioridades dentro de una realidad con recursos escasos, aceptar malas soluciones pero las mejores de todas las posibles y corregir errores con humildad. En el supuesto que aquí nos ocupa, hay que corregir el error del menosprecio del Segarra-Garrigues.

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