Los jóvenes no lo tienen fácil

En 2050 habrá dos personas en edad de trabajar por cada persona en edad de jubilación; del sueldo de dos de los jóvenes actuales se deberá pagar la pensión de una persona

El 50% de los jóvenes catalanes entre 25 y 34 años percibe un sueldo inferior a 22.648 euros | iStock
El 50% de los jóvenes catalanes entre 25 y 34 años percibe un sueldo inferior a 22.648 euros | iStock
Ferran Piqué | VIA Empresa
Economista y consultor
07 de Diciembre de 2025 - 04:55

Los jóvenes no lo tienen fácil. Los datos lo confirman con una claridad incómoda. El deterioro que se ha producido en las últimas décadas de la situación de los jóvenes es alarmante. Probablemente, pocos datos lo ilustran de manera más fehaciente como la edad media de emancipación, que roza ya los 30 años en Catalunya -29,8, para ser exactos-, o la relación con la pensión media de jubilación, que ya es más alta que el sueldo medio de los jóvenes menores de 35 años. De hecho, los diversos datos sobre la realidad de los jóvenes dibujan un escenario que convendría definir como riesgo estructural del país, que compromete nuestro progreso como sociedad, y por extensión, nuestra competitividad. Ahora bien, ¿cuáles son los retos que afectan a los jóvenes a los que convendría dar respuesta?

 

La emancipación ocupa el primer lugar. La tasa de emancipación, que mide el porcentaje de jóvenes entre 16 y 29 años que están emancipados, se sitúa en el 17,4% (2024). Para ponerlo en contexto, a escala europea la media es del 31,5%, y Catalunya lleva años en caída libre desde el umbral del 32,6% al que se situaba en 2007. Emanciparse se ha convertido en una cuestión cada vez más complicada, como lo evidencian los diferentes índices que miden el esfuerzo necesario para acceder a la vivienda en Catalunya. Según datos de los informes del Banco de España y la Cámara de Comercio de Barcelona sobre la materia, en el ámbito catalán, acceder a la compra de una vivienda requiere entre cinco y once años de ahorro, de media se deben destinar unos nueve años del sueldo íntegro a pagar la vivienda, y la media de la renta mensual a destinar al alquiler se sitúa entre el 28% y el 40% según la proximidad a las zonas urbanas.

Es interesante observar estos índices de esfuerzo, porque son lo que fundamentalmente condiciona la facilidad de emanciparse, es decir, la relación entre los precios de la vivienda y los ingresos. Desgraciadamente, la obsesión de la mayoría de las políticas vinculadas a la vivienda sigue fijándose únicamente en la incidencia en los precios, y obvia que el verdadero objetivo debería ser aliviar el esfuerzo que implica el acceso a la vivienda, la relación entre el precio y el sueldo. Reducir estos índices de esfuerzo requiere conseguir tanto reducir el numerador (precio) como aumentar el denominador (sueldo).

 

Yo, por otra parte, como exploré en un artículo anterior sobre las políticas de vivienda o las trampas al solitario, sorprende que para dar respuesta a este reto únicamente haya sobre la mesa horizontes sobre el número de pisos a construir en los próximos años (por ejemplo, el anuncio de 50.000 pisos) y, en cambio, no haya todavía un objetivo establecido sobre el indicador a alcanzar en 2030 en cuanto a la edad media de emancipación en Catalunya. Sería razonable definir un objetivo sobre cuál queremos que sea el indicador de la edad media de emancipación en Catalunya de aquí a cinco años para empezar a revertirlo y tener un camino trazado para converger con la media europea (26,4 años)

Quizás cuando tengamos el horizonte definido será más fácil determinar las políticas necesarias para alcanzarlo.

En dos décadas, los jóvenes han pasado de poseer cerca del 7,5% de la riqueza estatal a solo el 2%, mientras que cobran un 9% menos que la media poblacional

En segundo lugar, aunque íntimamente relacionado, está el reto de la pérdida de poder adquisitivo de los jóvenes. De hecho, según estudios recientes, en dos décadas, los jóvenes han pasado de poseer cerca del 7,5% de la riqueza estatal a solo el 2%. Todo esto tiene mucho que ver con la situación precaria laboralmente de muchos jóvenes: el 50% de los jóvenes catalanes entre 25 y 34 años perciben un sueldo inferior a 22.648 euros, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Se trata de una media de sueldos un 9% inferior a la del conjunto de la población (24.772 euros), que también es baja; pero a la que en el caso de los jóvenes hay que añadir el menor tiempo de ahorro, que condiciona, entre otras cosas, poder disponer de dinero para acceder a la vivienda.

Como exponía al inicio del artículo, la pensión media de jubilación ya supera el sueldo medio de los jóvenes menores de 35 años. Todo hace pensar que estamos logrando superar -¡por suerte!- la brecha de género para dar paso a la brecha entre generaciones, y con una perspectiva que en lugar de poder reducirse con el paso del tiempo, se ensanche cada vez más. Una receta inmediata para empezar a hacerle frente debería ser mejorar la educación financiera de los jóvenes y recordar que una buena planificación financiera personal puede marcar la diferencia en un contexto actual y de futuro de pérdida de poder adquisitivo.

La fuga de talento, un síntoma de la fotografía actual

En tercer lugar, convendría no ignorar el reto de la retención de talento joven en el país, que es clave para la prosperidad futura y un buen síntoma de la esperanza de los jóvenes en las oportunidades que pueden encontrar en el país. Los datos evidencian la urgencia de incidir en la fuga de talento joven del país. Solo este año hay un 7% más de jóvenes catalanes viviendo en el extranjero que el año pasado, y un 60% más que hace diez años.

Vinculado con este reto, convendría estar atentos a la importancia de la atracción y retención de jóvenes en los territorios. Actualmente, hay cinco veguerías que presentan un saldo migratorio interno de los jóvenes negativo. Es el caso del Área Metropolitana (1305), Ponent (357), Camp de Tarragona (77), Terres de l’Ebre (59) y l’Alt Pirineu i l’Aran (3), que pierden jóvenes (20-39 años) porque emigran hacia otras demarcaciones de Catalunya, según los datos del Idescat para 2023.

En contraposición, hay territorios que están atrayendo a jóvenes de otros lugares de Catalunya como son el Penedès (1.132), las Comarcas Centrales (414) y las Comarcas gerundenses (255).

Estudiantes durante el primer día de los exámenes de selectividad, en la UPF Ciutadella | EP
Estudiantes durante el primer día de los exámenes de selectividad, en la UPF Ciutadella | EP

Si nos miramos cómo era la fotografía hace diez años, la única veguería que presentaba saldos migratorios internos positivos era la Metropolitana con cerca de 1.000 jóvenes. En cambio, diez años después hay un conjunto de territorios que siguen perdiendo jóvenes año tras año; el Área Metropolitana ahora pierde, y se producen crecimientos en territorios que antes perdían (Penedès, Comarcas Centrales y Comarcas Gerundenses).

Antes de extraer conclusiones conviene tener en cuenta que la ubicación de la residencia de los jóvenes no necesariamente coincide con la de las empresas y organizaciones donde trabajan, que el teletrabajo ha abierto una nueva era de posibilidades, y que el precio de la vivienda ha convertido determinadas zonas urbanas en, únicamente, la ubicación donde desplazarse para trabajar para muchos jóvenes, pero donde no poder vivir. El trasfondo de este reto tiene mucho que ver con el dinamismo económico de los territorios, la ubicación de los centros de formación y universidades, y la desagregación territorial de indicadores como el paro juvenil del 22% en el ámbito catalán o el índice TEA, que mide la actividad emprendedora, del 6% en el segmento de 18-24 años y del 9% en el de 25-34 años, y que tienen una clara disparidad entre territorios.

La baja natalidad continúa en caída libre

Por último, el reto de la natalidad. Esta semana se ha hecho pública la tasa de fecundidad de Catalunya del año 2024: 1,08 hijos por mujer y una edad media de maternidad de 32,61 años. Unos datos que están en caída libre desde 2008, cuando se situaban en 1,53 hijos por mujer y 30,76 años de media. Se trata de un reto que interpela inequívocamente a los jóvenes.

El declive de la natalidad es una tendencia global, pero las tasas catalanas son preocupantes. Especialmente, cuando las contrastamos con la media de la Unión Europea (UE) de 1,38 hijos por mujer o las de un país puntero en esta materia como los vecinos franceses (1,66).

Esta baja natalidad y la previsión de la actual estructura demográfica conllevan que el Idescat sitúe la ratio de la relación de dependencia en 2050 en Catalunya en el 48,5%; por lo tanto, se estima que entonces haya dos personas en edad de trabajar por cada persona en edad de jubilacion. O más bien dicho, que del sueldo de dos de los actuales jóvenes se tenga que poder pagar la pensión de una persona.

Si de media los jóvenes no se emancipan hasta los 30 años, ¿cuándo se supone que deben poder tener hijos?

Evidentemente, las actuales tasas de natalidad tienen mucho que ver con los otros retos como la vivienda, la estabilidad laboral o el poder adquisitivo. Si de media los jóvenes no se emancipan hasta los 30 años, ¿cuándo se supone que deben poder tener hijos?

En un artículo anterior sobre la natalidad, constaté la importante brecha de fecundidad que existe en Catalunya y que pone de manifiesto el contraste entre las aspiraciones en materia de hijos deseados y la realidad. Las implicaciones de este reto, que además de económicas también son sociales, culturales y lingüísticas, reivindican la necesidad de actuar urgentemente para cambiar los escenarios que se nos dibujan para 2050.

El 16,5% de las familias catalanas con hijos y trabajo se encuentran en situación de pobreza laboral | iStock
El 16,5% de las familias catalanas con hijos y trabajo se encuentran en situación de pobreza laboral | iStock

Aun así, la brecha de fecundidad tiene que ver con la situación financiera, pero también con el aplazamiento de la decisión de tener hijos que acaba condicionando la capacidad biológica de tenerlos, entre otros, por la poca pedagogía en materia de fertilidad, que como algunos informes constatan, contrasta con la (acertada) sensibilización sobre la prevención de embarazos no deseados.

En conclusión, los jóvenes de hoy no lo tienen nada fácil. No obstante, más que una mirada condescendiente ante estas perspectivas, lo que conviene es una apuesta política de país y una acción decidida. El mensaje optimista es que todavía estamos a tiempo de evitar que aquella “esperanza deshecha y hastío infinito” que Pere Quart evocaba en las Corrandes d’exili vuelva a convertirse en realidad para toda una generación. Convertir este hastío en proyecto, y esta esperanza en una oportunidad tangible, debería ser la gran política de país de los próximos años.