Resulta escalofriante escuchar estos días a los youtubers del universo madridista vomitando exabruptos sobre el Barça con la excusa del llamado caso Negreira. Este volumen de odio generado en la capital del Estado tiene un único responsable y no es otro que Florentino Pérez. El presidente madridista, obsesionado por controlar toda la opinión publicada sobre su club, ha creado un monstruo que ya es imposible que vuelva a la jaula.
Si el nivel de agresividad de estos opinadores ya era muy elevado desde hace tiempo, el propio Florentino se encargó de quitarle cualquier tipo de tope a partir de las dos últimas comparecencias públicas en las que ha participado, es decir, en la asamblea general de socios y la comida de Navidad del club del día 15 de diciembre. Los ataques llenos de ira hacia el Barça por parte del presidente madridista en estos dos eventos han sido una señal a toda su tropa para que pisen el acelerador a fondo en el evangelio del odio.
Alguien puede preguntarse cómo es que el constructor madrileño ha virado de manera tan exagerada su posición hacia el club azulgrana, dado que no hace tanto proclamaba que ambos clubes eran aliados naturales en su lucha contra el sistema; la respuesta hay que encontrarla en lo que parece ser una traición de Joan Laporta hacia el máximo mandatario blanco en el asunto de la Superliga.
Hace tres años y medio, Florentino hizo todo lo que estaba en su mano para que Laporta consiguiera ser presidente del Barça, un propósito movido por el interés personal en una doble dirección: el club azulgrana debía ser compañero de viaje en el trayecto hacia la mencionada Superliga, en este difícil pulso con la Uefa.
No se conocen los términos concretos del pacto entre presidentes -al menos, de manera pública- y qué sacaba Laporta de pactar con Florentino
Por otra parte, el magnate madrileño pensaba que su proyecto de transformar el Real Madrid en una sociedad anónima sería más sencillo si, simultáneamente, el Barça iniciaba un proceso idéntico de modificación societaria. Muy probablemente acertaba en el hecho de que la única persona en Cataluña que podría acometer un cambio tan trascendental en la naturaleza del club sin sufrir consecuencias mayores es, precisamente, Laporta.
No se conocen los términos concretos del pacto entre presidentes -al menos, de manera pública- y qué sacaba Laporta de pactar con Florentino, pero de entrada parece una temeridad romper unilateralmente un acuerdo personal con un personaje tan siniestro y poderoso. Las imágenes del pasado mes de octubre del presidente del Barça compartiendo confidencias y sonrisas con Aleksander Čeferin, presidente de la UEFA, y Nasser Al-Khelaifi, presidente del PSG y mano derecha en cuestiones deportivas del emir Al Thani, tuvieron el efecto de una bomba nuclear sobre el proyecto de la Superliga y, por supuesto, también sobre el sistema nervioso de Florentino.
Todo ello ha llevado al presidente blanco a afirmar que “el caso Negreira es el mayor escándalo de la historia del fútbol”. No hay duda de que, mientras las fuerzas le acompañen, el magnate madrileño acosará al Barça para conseguir una sanción nunca vista.

Llegados a este punto, hay que preguntarse si hay para tanto con el asunto Negreira y si, especialmente, la contratación del exárbitro catalán como asesor influyó de alguna manera en los resultados deportivos. De hecho, toda la lucha del madridismo desemboca en este punto, el de los resultados deportivos, dado que no les importa en absoluto si este dinero pagado por trabajos de consultoría en realidad acababa, como defienden muchas voces en Barcelona, en los bolsillos de personas vinculadas al club.
En todo caso, comprobar la posible afectación deportiva de la colaboración entre los azulgranas y José María Enríquez Negreira y su hijo Javier Enríquez Romero no debería representar un gran obstáculo, porque los partidos de fútbol no se juegan ni en secreto ni de manera clandestina. Y aquí estamos totalmente de acuerdo con el expresidente Sandro Rosell -sin que sirva de precedente- que en su declaración en el juzgado dijo que resultaría interesante que se hiciera un peritaje revisando todos los partidos para salir de dudas. Ojalá se haga esta revisión, pero ya avanzamos que el resultado será que nunca el Barça se vio beneficiado y que, incluso, en tiempos recientes perdió una Liga en el mismo Camp Nou en un partido contra el Atlético de Madrid donde el árbitro anuló un gol reglamentario de Messi.
Sería muy satisfactorio que el Barça recogiera la propuesta de Rosell y visionara todos los partidos de los últimos veinte años
Resultaría muy satisfactorio que el club recogiera la propuesta de Rosell y procediera a visionar todos los partidos de los últimos veinte años -muestra del todo suficiente- con el apoyo de expertos independientes en arbitraje para extraer una conclusión que sería muy valiosa para la defensa de la entidad. Y aún resultaría más provechoso realizar el mismo escrutinio, pero con los partidos del Real Madrid, donde el nivel del robo bien seguro sorprendería a la misma empresa, y es que la memoria es corta y la del aficionado al fútbol aún más.
Y aquí es donde entra el neologismo Blanqueira que hemos empleado en el título, porque el verdadero escándalo de manipulación de resultados no afecta ni al Barça ni a Enríquez Negreira, sino a este club blanco que habita, más o menos, a 666 kilómetros de distancia. El nivel de inmoralidad que implica que alguien que se ha beneficiado sistemáticamente de todos los engranajes del mundo del fútbol desde hace más de 70 años ahora intente destruir a su principal rival alegando ayudas arbitrales, que es público y notorio que no han existido es, forzosamente, gigantesco.
Después de décadas de agachar la cabeza, quizás este sería el momento en que el Barça debería pasar al ataque, porque evidencias no faltan. Un ejemplo menor, que numéricamente es solo una gota en el océano de las ayudas arbitrales al Real Madrid, pero que resulta muy significativo es lo que sucedió en el último Barça-Madrid, el de la temporada 24/25, que se disputó en el Estadi Olímpic Lluís Companys. Unas manos muy claras dentro del área de un defensor blanco no fueron consideradas como penalti porque los responsables de mostrar las imágenes al árbitro ocultaron de manera deliberada las mejores tomas, aquellas donde la infracción era indudable.
Que el sistema de videoarbitraje ha sido domesticado por el Real Madrid es un hecho evidente. Estas actitudes tan reprobables es lo que aquí llamamos caso Blanqueira y son el fruto de la presión insoportable que Florentino y todos los altavoces del madridismo ejercen sobre los estamentos del fútbol, empezando por los árbitros.
No sabemos hasta dónde llegará la inflación de odio que promueve el club blanco y su presidente, ni tampoco si la estrategia obtendrá los resultados que desean, pero resultaría conveniente empezar a ponerle freno para evitar males mayores.