Puig, casi una anomalía en Catalunya

Con la llegada de la cuarta generación familiar a la alta dirección de Puig, la salida a bolsa sería una buena solución para organizarse

Marc Puig es el consejero delegado y presidente de Puig | Cedida Marc Puig es el consejero delegado y presidente de Puig | Cedida

El pasado octubre, en el marco de una entrevista al diario La Vanguardia (y otra simultánea a Financial Times), el primer ejecutivo de la empresa de cosméticos Puig, Marc Puig Guasch, confirmaba lo que muchos medios anticipaban desde hacía meses: la empresa familiar que dirige está avanzando en sus planes para salir a cotizar en bolsa. Nos permitimos etiquetarlo como una anomalía porque la empresa familiar catalana tiene, por tradición, una gran aversión a los mercados de valores. Volviendo a la entrevista, Puig indicaba que, con la próxima llegada de la cuarta generación familiar a la alta dirección de la empresa, seguramente la salida a bolsa sería una buena solución para organizarse. También comentaba que, en el mundo del lujo y la belleza, la mayoría de las grandes empresas internacionales cotizan en bolsa y que, en general, están controladas por familias. Puso como ejemplo los casos bien conocidos de LVMH, Kering y L'Oréal.

En los Estados Unidos, la salida natural de las empresas que crecen es el mercado de valores; en Europa también, pero en menor intensidad, mientras que en Catalunya es un escenario que a menudo no se contempla. Se considera que los dos principales motivos para evitar la bolsa son la escasa disposición de los empresarios locales a compartir el poder del negocio que han creado y, también, el ejercicio de transparencia que se debe realizar una vez que la empresa comienza a cotizar

Puig tuvo mucha audacia cuando, en el año 2000, con un esfuerzo notable, adquirieron su máximo competidor catalán, la Myrurgia de los Monegal

Si no nos fallan los cálculos, en el mercado continuo español (la principal bolsa) hay 120 empresas cotizadas, de las cuales solo dieciséis tienen su sede en Catalunya. De estas, las que son claramente familiares son seis (Almirall, Borges Bain, Cevasa, Fluidra, Grifols y Reig Jofré), una cosecha bastante escasa. Si quieren hacer crecer la cifra, podemos incluir aquellas firmas que todos sabemos que son catalanas, pero que simulan ser de fuera para evitar el acoso en Castilla, es decir, Occident (la nueva y estrafalaria denominación de Catalana Occidente, que ha llevado al extremo el disimulo de su catalanidad), Banc Sabadell, Colonial y Naturgy. Como se puede observar, no hemos incluido a Caixabank en este último grupo y es que, según la compañía que gestiona la bolsa española, el banco de la estrella tiene su sede en la avenida Diagonal de Barcelona, concretamente en las torres negras que hizo levantar Josep Vilarasau Salat hace más de cuarenta años

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Volviendo al caso de Puig, es importante saber que las valoraciones que está publicando últimamente la prensa alcanzan la fabulosa cifra de 10.000 millones de euros, calculada a partir del EBITDA que genera el negocio (638 millones) y comparada con otras firmas cotizadas del sector. Recordemos que el EBITDA es un reflejo del beneficio, al que podemos llamar beneficio operativo, que no tiene en cuenta ni impuestos, ni intereses, ni amortizaciones ni depreciaciones. En resumen, es una magnitud que proporciona una idea precisa del efectivo que genera el negocio, pero no representa ni de lejos el dinero que los accionistas se llevan a la bolsa.

Por lo que se está comentando, la operación de salida será mediante una OPV (oferta pública de venta) y no a través de una ampliación de capital (OPS); este escenario implica que los accionistas actuales venderían una parte de sus títulos y, por lo tanto, el dinero recaudado iría directamente a sus cuentas corrientes (a diferencia de una OPS, donde el dinero refuerza los recursos propios de la compañía en cuestión). Lo más probable es que el paquete que salga a bolsa esté entre el 25% y el 30% del capital, lo que implicaría, si se mantiene la valoración indicada, que los accionistas tendrían un premio de entre 2.500 y 3.000 millones de euros por soltar esa parte de sus acciones. Debe de ser bonito vivirlo.

Puig son propietarios de marcas tan prestigiosas como Carolina Herrera, Paco Rabanne, Jean Paul Gaultier o Nina Ricci, entre muchas otras

¿Pero cómo ha llegado Puig a facturar 3.600 millones de euros y dar unos beneficios de 400 millones (cifras del 2022, el 2023 será aún mejor)? Pues después de una trayectoria de más de un siglo y haciendo las cosas bastante bien, con un punto de audacia. Audacia como la que demostraron en el año 2000 cuando, con un esfuerzo relevante, compraron su máximo competidor catalán, la Myrurgia de los Monegal. En aquellos momentos, Puig facturaba 100.000 millones de pesetas (unos 600 millones de euros) y la empresa de la calle Mallorca se movía alrededor de los 30.000 millones de pesetas (unos 180 millones). Hoy en día son propietarios de marcas tan prestigiosas como Carolina Herrera, Paco Rabanne, Jean Paul Gaultier o Nina Ricci, entre muchas otras.

Esta semana precisamente, Puig ha inaugurado la ampliación de su sede central, una segunda torre en el complejo de Plaza Europa de L'Hospitalet. La primera de las torres fue inaugurada ahora hace diez años (coincidiendo con el centenario de la firma) y ya ha quedado pequeña, motivo por el cual la empresa ha decidido construir una segunda. Por cierto, un vecino ilustre de Puig es GB Foods (antigua Gallina Blanca), que es la punta de lanza de Agrolimen, el gran holding alimentario de la familia Carulla que nunca ha salido a bolsa ni parece que lo vaya a hacer en un futuro próximo. En todo caso, para Puig quedan lejos los tiempos de un edificio corporativo más bien discreto en la Travessera de Gràcia.

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