Ser mujer y emprendedora hoy comporta afrontar dificultades añadidas a las que ya tiene cualquier persona que decide crear su propio negocio. Ser mujer y emprendedora significa desafiar estereotipos que continúan todavía muy arraigados en los entornos empresariales y tecnológicos, significa acceder a las fuentes de financiación en condiciones desiguales, significa estar dispuesta a asumir la doble carga que supone la conciliación familiar, y significa, también, superar unos sesgos de género muy presentes todavía en muchos sectores.
El emprendimiento femenino continúa afrontando retos específicos como son el acceso desigual a la financiación y a las redes de contactos, brechas de género muy grandes en sectores punteros como el tecnológico y una doble carga derivada de la conciliación familiar.
La probabilidad de emprender se define, en términos académicos, como la propensión a hacer una transición laboral hacia el trabajo por cuenta propia, y según el último informe de la Asociación ClosinGap, esta propensión es el doble en los hombres que en las mujeres. Este primer indicador ya apunta la desigualdad que se mantiene en todas las dimensiones de la emprendeduría.
A pesar de la falta general de datos desagregados por género en el Estado, las estadísticas disponibles indican que el perfil mayoritario del emprendedor en España sigue siendo, en un 80% de los casos, el de un hombre de unos 38 años, con formación universitaria y estudios de posgrado.
A escala general, esta asimetría también es visible en el emprendimiento por cuenta propia. Actualmente, en España, hay cerca de 1.150.000 mujeres autónomas, y en el caso de los hombres la cifra supera los dos millones (2.063.000). La diferencia se reduce entre los menores de 35 años, un tramo donde el 41% de los autónomos ya son mujeres, un dato que puede apuntar a un cambio generacional, o bien a la aparición posterior de problemas de corresponsabilidad y conciliación familiar.
Emprendedoras, una asignatura pendiente
Cuando pasamos de la emprendeduría tradicional a la más innovadora y escalable —la que más depende de financiación externa, tecnología y ecosistemas de innovación—, la brecha de género se amplía. Solo el 26% de las personas autónomas que operan en sectores de alta intensidad innovadora son mujeres. La desigualdad es aún más evidente en el universo de las startups, donde solo el 18% de los fundadores en España son mujeres.
Este patrón no es exclusivo de nuestro país y se enmarca en una dinámica global. Según Startup Genome, las mujeres representan menos de una cuarta parte de las personas que trabajan en startups a escala mundial. Además, el 88% de los fundadores son hombres, mientras que solo el 12% de las startups tienen liderazgo femenino.
Las mujeres representan menos de una cuarta parte de las personas que trabajan en startups a escala mundial; además, el 88% de los fundadores son hombres
¿Qué se entiende por startup? Una startup es una empresa de nueva creación con un alto potencial de crecimiento, que desarrolla productos o servicios basados en tecnologías de la información y la comunicación y que busca escalar rápidamente en mercados amplios. Justamente por esta necesidad de capital, es en este tipo de emprendimiento donde la desigualdad de acceso se hace más visible.
Una problemática en las raíces
Las estadísticas, por tanto, nos siguen mostrando un estancamiento persistente, hecho que nos obliga a preguntarnos por qué el emprendimiento femenino no crece al ritmo que sería deseable. ¿Cuáles son, entonces, los principales retos que deben afrontar las mujeres emprendedoras?
Las dificultades comienzan ya en los inicios: una mujer, antes incluso de imaginar un proyecto propio, ya tiene menos posibilidades de llegar a ser emprendedora que un hombre, porque socialmente las mujeres tienden a alejarse de los campos de conocimiento con fuerte componente emprendedor y que están muy vinculados a la tecnología (lo que se denomina emprendimiento innovador). Así, de acuerdo con la estadística del ministerio de Educación, solo un 21% del alumnado matriculado en estudios profesionales y universitarias en áreas de emprendimiento innovador son mujeres. En el ámbito estrictamente universitario y en las carreras de emprendimiento innovador, el número de hombres duplica al de mujeres en las aulas.

Esta misma emprendedora probablemente tampoco tendrá la suerte de encontrar mujeres que le sirvan de referente, es decir, modelos de mujeres emprendedoras que le marquen el camino. Esta ausencia de referentes femeninos no es un hecho menor, sino el resultado de un problema estructural. Las emprendedoras existen, pero con demasiada frecuencia la sociedad las mantiene en un segundo plano, invisibles. Es lo que algunas emprendedoras llaman el síndrome de la emprendedora ausente. Cuando hablamos de emprendimiento, los nombres de Elon Musk, Jeff Bezos o Mark Zuckerberg nos vienen a la cabeza con una facilidad sorprendente. Pero, ¿cuántos de nosotros podemos citar con la misma rapidez a una sola mujer emprendedora? Esta invisibilización no es fruto del azar. A pesar de que existen mujeres con trayectorias extraordinarias y un impacto indiscutible en el mundo empresarial, a menudo quedan fuera de los titulares y de las historias que configuran los modelos de referencia en formación y divulgación.
Existen numerosos ejemplos que demuestran que las mujeres no solo emprenden, sino que lideran industrias de alta innovación en todo el mundo. Sin embargo, su presencia en el relato dominante sigue siendo mínima, y esto refuerza la percepción de que el emprendimiento es todavía “cosa de hombres”. Vale la pena retener algunos nombres para cuando le pidan nombres de mujeres emprendedoras famosas: Julia Hartz (Eventbrite), Joanna Hoffman (Sherpa.ai), Mathilde Collin (Front), Payal Kadakia (ClassPass), Ankiti Bose (Zilingo), Melanie Perkins (Canva), Susan Wojcicki (Google Doodle).
El obstáculo del síndrome de la impostora
El informe GEM España 2024 aporta otro dato interesante: la percepción que tienen las mujeres sobre sus propias capacidades y conocimientos para emprender es significativamente más baja que la de los hombres. Así, solo un 36% de las mujeres considera que dispone de las competencias necesarias para emprender en comparación con el 50,4% de los hombres que afirman tener estos conocimientos. Los hombres sobrevaloran sus capacidades y las mujeres al revés.
La consecuencia de esta percepción tiene repercusión en las oportunidades de emprender: cuando las mujeres perciben que no son “lo suficientemente buenas” o que no disponen de los conocimientos y el talento necesarios, es menos probable que decidan iniciar un proyecto. Así, el llamado síndrome de la impostora reduce la diversidad y el potencial del ecosistema emprendedor femenino.
Solo un 36% de las mujeres considera que dispone de las competencias necesarias para emprender, frente al 50,4% de los hombres
Esta expresión de síndrome de la impostora se utilizó por primera vez en 1978, cuando las psicólogas Pauline Clance y Suzanne Imes publicaron los resultados de un estudio en el que participaron 150 mujeres de entre 20 y 45 años a lo largo de cinco años. Se trataba de mujeres profesionales muy reconocidas en sus respectivos ámbitos que, a pesar de todo, estaban convencidas de que no eran realmente competentes y de que habían “engañado” a aquellos que creían en sus capacidades. Consideraban que su éxito era fruto de la suerte, y que si no trabajaban de manera extremadamente exigente, no podrían mantener este “engaño”. Se veían a sí mismas como unas “impostoras” y no eran capaces de relacionar sus éxitos con sus méritos y habilidades
Como dice la periodista Emma Vallespinós en su libro No lo haré bien. Como aprendimos las mujeres a no confiar en nosotras mismas: “Estoy convencida de que nuestra inseguridad es aprendida, que tantos siglos mandándonos callar y repitiéndonos que no éramos importantes han hecho efecto en nuestra seguridad, en la manera como nos percibimos a nosotras mismas y nos valoramos”. Si confiamos menos en nuestras capacidades, reducimos nuestras expectativas y nuestras aspiraciones.
Una financiación desigual...
Si esta mujer emprendedora tiene la suerte y la determinación de superar todas estas dificultades iniciales, si consigue preservar intacto su espíritu emprendedor a pesar de las voces que intentan convencerla de que este no es su lugar; si, además, ha tenido la oportunidad poco habitual de encontrar alguna referente que la guíe, entonces todavía tendrá que hacer frente a otro reto. Una vez superados los primeros obstáculos y demostrado su compromiso, se encontrará con un escollo bien conocido por todas las emprendedoras: el acceso desigual a la financiación. Un obstáculo que limita aún más el crecimiento del talento femenino.
En el ámbito europeo, según datos de 2023 recogidos en el informe Closing Gap 2024, solo el 7% de todas las rondas de financiación fueron a equipos fundados exclusivamente por mujeres. En la misma línea, solo el 18% de las rondas se destinaron a proyectos con al menos una mujer fundadora o cofundadora. Dicho de otra manera: el 75% de las rondas se concedieron a equipos formados únicamente por hombres.
Si nos fijamos en los importes, el panorama es aún más preocupante: en 2023, los equipos formados íntegramente por mujeres solo consiguieron el 3% del capital total invertido. Los equipos mixtos captaron el 15%, mientras que la gran mayoría, un 82%, fue a parar a proyectos liderados exclusivamente por hombres.
La ausencia de datos detallados sobre rondas de financiación por género en España impide hacer una comparación precisa, aunque los indicadores disponibles no permiten pensar que el panorama español pueda ser mucho más esperanzador.
Por otro lado, la desigualdad en el acceso a la financiación también se manifiesta en el ámbito de las ayudas gubernamentales. Un ejemplo claro lo encontramos en los datos de la Agencia Estatal de Investigación (AEI): solo el 33,3% de los proyectos seleccionados para recibir financiación estaban liderados por mujeres.
... por una excelencia similar
A pesar de todas las dificultades, existen evidencias que muestran que las mujeres ejercen excelentes roles de liderazgo. De acuerdo con el informe Closingap, las startups fundadas por mujeres generan un 10% más de ingresos que las creadas por hombres y fracasan un 27% menos. Este mejor rendimiento también se refleja a la hora de conseguir un éxito (venta): las mujeres fundadoras consiguen vender su empresa un 27% más de veces que en el caso de los hombres fundadores.
El informe GEM España 2024 también pone de manifiesto que los proyectos fundados o cofundados por mujeres presentan tasas de supervivencia un 20% superiores a la media del ecosistema. Es decir, los resultados económicos no explican todas las dificultades que deben afrontar las emprendedoras. En la misma línea el European Women in VC Report demuestra que las startups con liderazgo femenino consiguen un retorno sobre la inversión entre un 20 y un 25% superior en fases de crecimiento.
En España, las estadísticas confirman los mismos datos. Las startups lideradas por mujeres crecen un 20% más rápido tanto en facturación como en empleo durante sus tres primeros años de vida, situándose por encima de la media del sector.
Según 'Closingap', las startups fundadas por mujeres generan un 10% más de ingresos que las creadas por hombres y fracasan un 27% menos
En este contexto, parece imprescindible que el ecosistema de inversión tanto público como privado adopte una mirada más abierta y basada en la evidencia, y que se incremente el apoyo a proyectos liderados por mujeres y corrigiendo los sesgos que limitan su acceso a la financiación.
En esta línea, EconomistesBAN, la red de business angels del Col·legi d’Economistes de Catalunya, una plataforma que agrupa inversores privados (business angels), proyectos innovadores y empresas en fase inicial de crecimiento, organiza cada año un foro inversor de proyectos solo liderados por mujeres. Apoyando el emprendimiento femenino, EconomistesBAN ha conseguido alcanzar un hito importante: que un 60% de las rondas de inversión que se cierran en la red sean de proyectos liderados por mujeres.
Ser mujer y emprendedora significa apostar por un camino lleno de dificultades e intentar poner en marcha tus ideas con resiliencia y determinación. Los datos nos explican que las mujeres emprendemos menos y tenemos peor acceso a la financiación. Pero el talento femenino no es escaso; lo que escasean son las oportunidades, y lo que nos falta es un ecosistema que ofrezca las mismas oportunidades y elimine las trabas que afrontan las emprendedoras. Alcanzar esta igualdad es necesario para potenciar todo el talento disponible del país y asegurar el progreso sostenible de nuestro tejido empresarial.