
La OPA del BBVA sobre el Sabadell ha pasado de la economía a la política, despertando sensibilidades territoriales. En Madrid, se ve como un movimiento estratégico inevitable, una operación que tenía que pasar por lógica de mercado. En Catalunya, se habla de proteger un banco que entienda el tejido empresarial catalán. La postura del Sabadell parece lógica si se analiza cómo ha gestionado el BBVA fusiones anteriores. El banco catalán quiere mantenerse estrechamente vinculado a su territorio y a sus clientes, consciente de que la trayectoria del banco bilbaíno es clara: en una fusión, las promesas territoriales tienden a desdibujarse y el poder acaba concentrándose en la parte dominante.
La ley del más fuerte
En 1988, la fusión del BB y el BV desató una guerra encarnizada entre Pedro Toledo y José Ángel Sánchez Asiaín. La disputa se resolvió con intermediación institucional y acabó diluyendo el recuerdo del bando vizcaíno. Fue un avance de lo que pasaría con la fusión del resultante BBV y Argentaria.
El pacto alcanzado en 1999 —con sede social en Bilbao y sede operativa en Madrid— parecía equilibrado. Mantenía el compromiso entre la tradición vasca y la proyección nacional, y cubría también las raíces históricas y la visión de futuro. Sin embargo, Francisco González quería gobernar desde la capital y orquestó un traslado silencioso. El poder real migró casi sin ruido. El comité ejecutivo dejó de reunirse en Bilbao y pasó a hacerlo en la Castellana. Áreas clave como Tesorería, Banca Mayorista o Riesgos, y el núcleo tecnológico también se trasladaron a la capital. Directivos históricos de Neguri fueron jubilados o apartados; la plantilla bilbaína se redujo a funciones de apoyo.
La postura del Sabadell parece lógica si se analiza cómo ha gestionado el BBVA fusiones anteriores
En 2015, la inauguración de la Ciudad BBVA en Las Tablas no fue un estreno, sino la confirmación de un proceso largo. En Bilbao quedó la nostalgia y un edificio simbólico. Madrid ofrecía lo que el banco necesitaba: proximidad al regulador, acceso a talento internacional, mejor conectividad y visibilidad.
Interlocución reguladora e institucional: BBVA desde Madrid

Desde la capital española, el BBVA proyecta poder y construye su agenda reguladora. En Las Tablas se coordinan las relaciones con el Banco de España y la CNMV. A su vez, como banco de importancia sistémica global (G-SIB), mantiene también contacto constante con el BCE-SSM, convirtiendo la capital en un punto estratégico de enlace con la supervisión europea. Así, BBVA actúa como interlocutor activo y articulador de la voz del sector. A través de la AEB, participa en la definición de la posición común ante medidas fiscales y reguladoras. Asimismo, la proximidad a los ministerios de Economía y Hacienda permite trasladar estas prioridades de manera directa y ágil, reforzando su capacidad de influencia en decisiones estratégicas.
Además, en foros como la CEOE, coordina encuentros con actores del IBEX 35, donde se debaten temas de digitalización, sostenibilidad financiera y regulación bancaria, construyendo consensos y alineando estrategias. En todos estos frentes —relaciones reguladoras, lobby sectorial, diálogo con el Gobierno y coordinación con otros grandes actores— la capital se consolida como el corazón operativo e institucional del BBVA, desde donde el banco proyecta su voz y participa en la configuración de las normas que marcarán el futuro del sector financiero.
Entre identidad y estrategia
Si fructifica la OPA, el Sabadell probablemente vivirá un proceso similar, lo que probablemente supondría una doble derrota: financiera y de relato. Esto explica la fuerte respuesta emocional del banco catalán, que ha devuelto incluso su sede a Catalunya, reforzando su identidad catalana y generando apoyo político, económico y social para frenar su absorción.
Pero el verdadero debate no es Catalunya contra Madrid —igual que en su momento no fue Madrid contra Bilbao— sino la eficiencia y la estrategia. La partida se juega en un tablero global, donde cuentan la ejecución, la disciplina financiera y la adaptación a un entorno competitivo cada vez más exigente. Las emociones no tienen lugar.
Para el BBVA, crecer en España es, más que ambición, una obligación para equilibrar riesgos. Debe mejorar su exposición internacional y reforzarse en un segmento como las pymes donde el Sabadell es líder. El banco ha elevado a 900 millones de euros las sinergias estimadas con la OPA, pero el calendario es lento. En los primeros años se materializarán solo 175 millones en 2027 y 60 millones adicionales en 2028; el resto se aplazará hasta 2029. En paralelo, los costes de integración son inmediatos y elevados, con gastos extraordinarios que superan los 1.390 millones de euros, 60 millones destinados a reestructuración inicial y amortizaciones anuales de unos 48 millones. A esto se suman duplicidades de oficinas, la complejidad de unificar sistemas tecnológicos y el riesgo de fuga de clientes o talento.
Balances, no banderas
La OPA no es un pulso de identidades ni un choque territorial. La historia del propio BBVA demuestra que los bancos no se mueven por símbolos, sino por dinámicas de poder, eficiencia y regulación. No es cuestión de banderas, sino de balances. En este contexto, lo que marca la diferencia no es la retórica, sino la tozuda matemática del mercado. La oferta del BBVA presenta una prima negativa de aproximadamente el 9% respecto al precio del Sabadell en bolsa, lo que hace que los accionistas tengan motivos para dudar. Más que una oportunidad, parece una penalización, que se agrava si se piensa en los futuros costes de integración que acabarán pesando en el resultado.
La partida se juega en un tablero global, donde cuentan la ejecución, la disciplina financiera y la adaptación a un entorno competitivo cada vez más exigente. Las emociones no tienen lugar
Prima aparte, hay un aspecto estructural que no se debe pasar por alto: una fusión de estas dimensiones concentra aún más un sector ya oligopolizado, reduciendo la diversidad de oferta bancaria en el mercado español. Lo que hoy podría parecer una ganancia a corto plazo tiene implicaciones a medio y largo plazo: menos competencia puede traducirse en condiciones de crédito más duras para familias y empresas, menor capacidad de elegir y, en última instancia, un mercado menos eficiente para la sociedad en su conjunto.
La pregunta de fondo, por tanto, no es si Madrid absorbe a Catalunya. Ni siquiera si se pierde un banco local. Lo que es decisivo es si el BBVA ajustará su oferta hasta hacerla atractiva para los accionistas y, sobre todo, si la concentración resultante beneficia al conjunto de la sociedad. En el mundo financiero de hoy, las emociones hacen ruido, pero son los números —y el mercado que estos configuran— los que deciden.