Hay autores literarios -la práctica mayoría- que escriben/escribimos usando la ficción como cortina de humo para explicar historias reales basadas en vivencias propias. Reinterpretándolas, eso sí. Haciéndolas ir más allá de la pura realidad, fantaseando sobre cómo habrían ido las cosas si hubieran ido como ellos/nosotros o sus/nuestros personajes querían.
Y también hay actores que se pueden permitir el lujo de elegir personajes donde se miran confortablemente al espejo, sabiendo que se gustarán y gustarán a los espectadores. ¡Bingo!
Es el caso de Josep Maria Pou, por un lado, y Emma Suárez por otro. Pou interpreta magistralmente a un personaje galés de origen noruego que vivió entre 1916 y 1990 y fue espía y piloto militar de la aviación británica antes de convertirse en un gran escritor de cuentos infantiles (Las brujas, Matilda, Charlie y la fábrica de chocolate...), famoso por decir siempre lo que pensaba.
Suárez, por su parte, interpreta a la escritora Carmen Martín-Gaite en El cuarto de atrás, un esfuerzo abstracto y gigantesco para entenderse a ella misma en tiempos de transiciones en uno de aquellos contextos de cambio social y político que tanto gustaba expresar a las compañías de teatro universitario e independiente de los años 80, que parece que aún les sigue gustando.
Uno hace teatro catalán, realista y directo, y la otra hace teatro madrileño, simbólico y “experimental”, tan del gusto de otros grandes profesionales como son o han sido Mario Gas, Emma Cohen, Cristina Fernández Cubas, Gustavo Hernández, Carles Velat, Carlos Trias, el también recientemente fallecido Miguel Agustí y tantos otros compañeros y amigos de la facultad de Derecho de hace casi 60 años.
Uno en el Romea y la otra en el Goya. Dos públicos tal vez diferentes pero con dos Gigantes, un Gigante y una Giganta, al frente de cada propuesta. Acompañada en el caso de Emma Suárez, de una magnífica Nora Hernández y de un correctísimo Albert Iglesias en el papel de “hombre misterioso” de aspecto vintage.
"¿Es justo generalizar las críticas? ¿Se habría enfrentado Dhal con sus editores americanos si la polémica de sus declaraciones no se hubiera producido cuando ya era un autor consagrado y productivo?"
El personaje real interpretado con realismo (y un poco de mal humor, marca de la casa) por Pou fue un hombre que, horrorizado por los ataques del ejército israelí al Líbano durante la guerra de represalia de 1982-1985, en la que murieron unas 20.000 personas, muchas de ellas, niños de la edad de los lectores de sus libros, comenzó a mal hablar, sin distinguir ni poco ni nada entre judíos, israelitas y sionistas. Un tema muy actual, por cierto.
Gigante (un título muy apropiado para cualquier personaje que interprete Pou, excepto el que hizo en Parenostre), es el título de la obra que representa actualmente, con Victòria Pagès, Pep Planas, Clàudia Benito, Aida Llop y Jep Barceló, dirigidos por Josep Maria Mestres, que son sus excelentes acompañantes escénicos.
E Isabel Vidal, genial directora general del grupo Focus, Josep Maria Flotats, Emma Vilarasau, Jordi Bosch, Joel Joan, Àlex Casanovas, Fèlix Riera, Josep Martí Blanch, Camil Ros y el resto de una platea llena a rebosar fueron los que se dejaron las manos peladas de tanto aplaudirles al final de la obra, mientras planeaba sobre la sala una serie de preguntas no formuladas: ¿Es justo generalizar las críticas? ¿Se habría enfrentado Dhal con sus editores americanos si la polémica de sus declaraciones no se hubiera producido cuando ya era un autor consagrado y productivo?
"Gracias al esfuerzo de un mundo de gigantes como es el del teatro en Cataluña, en 2024 se registraron 3.118.673 espectadores sólo en Barcelona"
Probablemente no lo sabremos nunca, pero la verdad es que Pou nos acerca a un escritor excepcional que incluso ha sido revisado recientemente (año 2023) por unos editores que han osado suprimir de sus libros algunas de sus expresiones políticamente más “incorrectas”, como ahora gordo (fat), fea (ugly) o loco (crazy). Y que Suárez nos expone un mundo lleno de dudas existenciales que desafortunadamente nosotros, a pesar del paso del tiempo, tampoco sabemos resolver.
Lo que sí sabemos es que gracias al esfuerzo de un mundo de gigantes como es el del teatro en Catalunya, en 2024 se registraron 3.118.673 espectadores solo en Barcelona, que permitieron una recaudación de 92.794.694 euros, unos 6.663.168 euros más que el ejercicio anterior. Casi un 10% de aumento interanual.
Cosa que demuestra que la cultura de calidad, sea abstracta o realista, catalana o castellana, es un elemento dinamizador de la economía.
Y además, te lo pasas bien.
¿Qué más queremos?