Barcelona, como todo el mundo sabe, es una ciudad repleta de panots, habitada desde hace más de 4.000 años por íberos, layetanos y otros pueblos primitivos, que fue fundada como ciudad romana en el siglo primero antes de Cristo en un territorio a orillas del mar encajado entre dos ríos (Besós y Llobregat), una montaña (Montjuïc) y una cordillera (Collserola) que encierran un área geográfica especialmente fértil y bien dotada para la agricultura, la pesca, la ganadería y el comercio. Una conjunción de dos deltas fluviales que en el transcurso de los siglos acabaron formando una base territorial amable y productiva que se ha perpetuado hasta ahora.
Barcelona, “defendida” por estos límites naturales, no se libró, sin embargo, de ser destruida por las tropas del caudillo del califato cordobés Al Mansur en el año 985, en tiempos de la Marca Hispánica carolingia, pero la indiferencia de los reyes francos que debían protegerla y de los que era tributaria, su decisión subsiguiente de independizarse en el año 988 y su propio esfuerzo, le permitieron rehacerse e ir creciendo y creciendo hasta acabar anexionándose mil años más tarde los pueblecitos del Pla (Gràcia, Sant Andreu, les Corts, Sants, Sant Martí de Provençals, etc.) y ocupar toda el área actual.
Hasta que en el siglo XX el plan Cerdà ya había unificado administrativamente toda la llanura y entre el mar, los ríos y las dos grandes ciudades vecinas (L'Hospitalet y Badalona) y Barcelona, al contrario de otras ciudades construidas en medio de la nada, vio impedida su expansión.
¿Impedida? Bien, como dice el profesor del IESE Joaquim Vilà, basado en el ejemplo de SpaceX y de algunas empresas más cercanas como Prefabricats Planas, impossible is nothing, y si bien es cierto que Barcelona no pudo expandirse como ciudad, la gente de Barcelona sí fue capaz de dar el salto e ir creando poco a poco una réplica complementaria de su hábitat original al otro lado de la montaña.
La gran réplica al otro lado de Collserola
Estamos hablando de Sant Cugat, evidentemente. Una población cargada de historia, salud, cultura y naturaleza, donde primero fueron algunas familias adineradas a construir sus segundas residencias y después fueron familias modestas a levantar sus casas de verano y fines de semana. Muchas de las cuales, construidas ladrillo a ladrillo con sus propias manos en Valldoreix, Mira-sol, la Floresta o Les Planes.
Hoy en día muchas de estas viviendas se han convertido en habituales y, con el arrastre de empresas de alto valor social y económico, han convertido Sant Cugat en la ciudad de Catalunya, junto con Matadepera, de más alto poder adquisitivo.
Todo esto ayudado, entre otras vías de comunicación como la B-30, por la llegada histórica de los Ferrocarriles Catalanes (hoy en día Ferrocarrils de la Generalitat de Catalunya) en 1917, y los Túneles de Vallvidrera, que fueron finalmente inaugurados en 1991.
Algunas instituciones y empresas de relieve instaladas en Sant Cugat son Occident (antes Catalana Occident), Grifols, Laboratorios Ferrer Internacional, Deutsche Bank, Behringer, Exxon, Moventia, Fluidra, Banco Sabadell, HP, Cirsa, Oxigen Data Center y muchas otras que comparten espacio urbano con los estudios de TVE, el Archivo Nacional de Catalunya, ESADE, el Centro de Alto Rendimiento deportivo, el Colegio Japonés de Barcelona, la Universidad Internacional de Catalunya y otros centros culturales y deportivos de gran interés ciudadano.
"El único gran reto (conocido) de Sant Cugat es la vinculación de su imagen internacional a la imagen mundial de Barcelona"
Todo esto me pasaba por la cabeza el otro día, volviendo a casa por la Arrabassada desde el auditorio de Sant Cugat, donde la asociación Sant Cugat Empresarial celebraba su 20º aniversario. Un teatro-auditorio con capacidad para 600 personas, lleno a rebosar, donde miembros y amigos de esta gran familia de 226 socios confraternizaban alegremente antes de asistir a una cuidada mise en scène a cargo del periodista Jofre Llompart y su amiga Gina, que es una presentadora muy simpática creada con inteligencia artificial por la empresa de Sant Cugat GFT.
Y la pregunta que me hacía entre curva y curva (siempre conviene hacerse preguntas) era esta. “¿Podemos considerar que Sant Cugat es un panot de Barcelona?”. Por mi parte, no tengo ninguna duda. No solamente es un panot, sino que es un gran panot, cuyo único gran reto (conocido) es la vinculación de su imagen internacional a la imagen mundial de Barcelona.
Pero al final, todo llega. Y si no llega es porque aún no había llegado el final.