Los móviles que nos conectan a todo y a todos; la nube donde guardamos nuestra información privada y que mantiene nuestras infraestructuras; la ciberseguridad en la que confiamos nuestras claves de acceso; los chips y semiconductores con los que creamos nuestra tecnología; y, más recientemente, los chats inteligentes que cada vez consultamos con más frecuencia. Todos estos son ejemplos claros de tecnologías que juegan un papel clave en nuestras vidas y que no se desarrollan ni gestionan en Europa, sino que son importadas de los Estados Unidos o de Asia oriental -y en el caso de la ciberseguridad, también de Israel-. Una dependencia tecnológica que ya se apuntaba hace unos meses en la 40ª reunión del Cercle d'Economia y sobre la cual la Unión Europea ya ha empezado a ponerse las pilas.
La constatación de estas realidades ha convertido la palabra “soberanía” en una de las más populares de los últimos años: soberanía energética, soberanía económica, soberanía militar y, por supuesto, soberanía tecnológica. En este último aspecto, las llamadas tecnologías profundas (deep tech) son las que se llevan todas las miradas: innovaciones surgidas de la investigación científica que exigen ciclos de desarrollo largos y costosos, pero con un potencial transformador mucho más elevado que cualquier otra tecnología.
Europa tiene claro que hay que remover las cosas para romper esta brecha con oriente y occidente -y también, a escala interna, entre norte y sur-, y Barcelona se posiciona como uno de los puntos de lanza para liderar esta estrategia. El Barcelona Deep Tech Summit es un ejemplo: en su cuarta edición, el congreso impulsado por Barcelona Activa y celebrado conjuntamente con el Smart City Expo World Congress (SCEWC) ha reunido más de 100 startups expositoras (y 600 registradas), con un alto porcentaje de compañías locales. “Todos nos hemos dado cuenta de la importancia y la relevancia que aportan las deep tech en el contexto actual. Son startups que se enfocan hacia retos globales, como la salud, el clima o la escasez de recursos, y tienen la capacidad de generar puestos de trabajo cualificados”, valora a VIA Empresa la directora ejecutiva de Empresa y Emprendimiento de Barcelona Activa, Itziar Blasco.
Unas afirmaciones a las que dan soporte el nuevo informe sectorial de Acció, presentado este mismo miércoles en el contexto del congreso, que indica un crecimiento del 10% interanual en el número de compañías emergentes especializadas en tecnologías profundas, que ya alcanzan las 374 en Catalunya. Con una facturación de 167 millones de euros (+1%) y una ocupación de 2.846 profesionales de alta cualificación (+4%), el sector de las deep tech confirma su consolidación en el territorio con la biotecnología (35%), la inteligencia artificial (29%) y los materiales sostenibles y de frontera (11%) como principales especialidades.
Tecnologías clave para la salud y la transición energética
Si prestamos atención a los sectores, el titular es claro: la salud es la gran protagonista de la innovación en Catalunya. Si la inversión histórica de AstraZeneca y las nuevas instalaciones estrenadas este lunes ya no nos lo habían dejado suficientemente claro, el informe de Acció lo remarca: el 45% de las empresas emergentes catalanas especializadas en tecnologías profundas trabajan en alguna especialidad del campo de la salud.
Entre ellas se encuentra Virmedex, una spin-off de la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC) y la Universitat de Barcelona (UB) nacida en 2022 que se especializa en la creación de simulaciones virtuales en tres dimensiones para entrenar a clínicos, médicos y enfermeras en el uso de dispositivos médicos complejos. El primero en el que trabajaron fue el bypass cardiopulmonar, una técnica que, en operaciones a corazón abierto, permite sustituir provisionalmente el funcionamiento del corazón y de los pulmones. “Tiene diez monitores y muchas bombas que debes saber manipular en un entorno muy complejo y con mucho ruido. Esto no se entrena mirando cómo lo hace otro; se entrena practicando, exponiéndote a diversidad de casos hasta que estés preparada para cualquier clase de situación”, explica la CEO y cofundadora de la empresa, Dani Tost.
La salud representa el 45% de las startups de tecnologías profundas de Catalunya, seguida por las energías verdes (19%) y el software y servicios empresariales (9%)
Tras tres años de desarrollo, la compañía tiene ya dos soluciones en el mercado, virCPB (para entrenar el ya mencionado bypass) y virECMO, que se utiliza para entrenar la técnica de oxigenación por membrana extracorpórea. “Ahora estamos haciendo ya otros proyectos, porque nuestro modelo de negocio es escalable, y lo que pretendemos es abordar la diversidad que hay actualmente en los hospitales, donde hay alrededor de tres millones de dispositivos médicos”, desvela Tost. Sus entrenamientos se ofrecen a través de una plataforma web en un modelo de suscripción, y suponen “un ahorro de tiempo y de costes” para los hospitales, ya que permite que sus profesionales “puedan entrenar desde donde quieran”, reduce el consumo de los materiales usados en las operaciones y, sobre todo, “es una protección para el paciente”.
Detrás de la salud, y a una distancia considerable, el segundo sector que concentra más startups deep tech en Catalunya es el de la energía verde, con un 13% del total. En este campo se enmarca Geoskop, empresa fundada en 2020 que se centra en elaborar predicciones climáticas precisas para determinar las mejores oportunidades a la hora de instalar parques eólicos o parques solares. “Lo que habíamos visto es que en el sector de las renovables se hacían inversiones un poco a ciegas: los propietarios e inversores invertían basándose en el viento o la irradiación solar de los últimos dos, tres, cinco, si Dios quiere, diez años, que no siempre hay tantos datos”, recuerda el cofundador de la compañía, Joan Saladich. “Pero eso es el pasado”, alerta, “y no tiene por qué ser lo que pasará. Puedes tener desviaciones de entre un 3% y un 4% sobre la valoración de la inversión que harás a veinte años, que se traduce en discrepancias de unos 40 a 50 millones de euros”.
Para solucionar este problema, el equipo ha optado por adaptar los modelos de predicción de cambio climático estandarizados a escala internacional y validados por el Intergovernmental Panel on Climate Change (IPCC) de la ONU a las realidades locales de cada caso. “Estos modelos no son lo suficientemente buenos para un estudio a escala de ciudad o de parque eólico, son más globales y tienen una incertidumbre enorme si lo transformas en una realidad de negocio o de gestión pública”, remacha Saladich. Y después de cinco años de desarrollo, en los que han trabajado con una cartera reducida de clientes, pero con grandes nombres, como Naturgy o Fluidra, la compañía ha comenzado a llamar la atención de organismos públicos como la Agencia Espacial Europea (ESA), con quien han empezado a colaborar en un proyecto de precisión climática.
Los chips, los cimientos de lo que vendrá
La salud y la transición energética son dos de los campos donde Europa ya muestra un liderazgo a escala mundial, pero la soberanía que se reclama afecta campos más técnicos y transversales. Uno de los más destacados, identificado como un sector estratégico para la UE, es el de los chips y los semiconductores, que si ya tenían una importancia capital en el mundo digital de la actualidad, esta se ha multiplicado con la nueva era de la inteligencia artificial.
“Es un sector muy importante por dos razones: autonomía y tener una parte del pastel”, ha sintetizado el CEO de la empresa francesa de semiconductores Kalray, Eric Baissus, en una de las mesas del Deep Tech Summit. “El mercado de los chips de IA será tan grande que si Europa no tiene una parte, será muy decepcionante”, ha opinado. Se ha mostrado en sintonía el director de desarrollo del Centro Interuniversitario de Microelectrónica (IMEC, por sus siglas en inglés) de Bélgica, Laurent Vancaillie: “Las tecnologías de las que hablamos son la red troncal de lo que vendrá, y si Europa no invierte en estos fundamentos, perderá muchas oportunidades. No tenemos elección”.
Vancaillie (IMEC): “Los chips son la red troncal de lo que vendrá, y si Europa no invierte en estos cimientos, perderá muchas oportunidades. No tenemos elección”
Estos mensajes de alarma, que resuenan desde hace unos cuantos años, hacen surgir el interrogante de si Europa ha despertado demasiado tarde en la carrera por los semiconductores, pero todos los ponentes han coincidido en que no es así. “No creo que sea demasiado tarde. La tecnología europea no es peor por defecto: tenemos casos como el BSC, que es un líder mundial en investigación. Lo que necesitamos es la gente adecuada, con la financiación adecuada y el momento adecuado”, ha valorado el director de acuerdos tecnológicos de Openchip, Antonino Albarrán.
Esta empresa barcelonesa, nacida en 2021, es una de las pocas del territorio que se dedican al diseño de chips, una de las dos etapas (la otra es la fabricación) de la producción de estos componentes en las que Europa sufre una importante dependencia extranjera. Al igual que la también catalana Semidynamics, Openchip se especializa en RISC-V, un conjunto de instrucciones (ISA) para el diseño de ordenadores que se diferencia de los actuales líderes del mercado por tratarse de una arquitectura completamente en código abierto. “Europa ha escogido RISC-V como la vía para convertirse en independiente. Es el equivalente de lo que fue Linux para el software, pero con la arquitectura de los chips”, ha reivindicado Albarrán.
La situación actual de Europa en el sector de los chips es realmente precaria, ya que solo representa un 8% de la fabricación mundial liderada por Estados Unidos, China, Taiwán, Corea del Sur y Japón. Pero el objetivo de la UE es ambicioso, alcanzar el 20% en el año 2030. Y si bien es cierto que existen ya apuestas en el ámbito del diseño, centradas en opciones de código abierto, el gran elefante en la habitación es la fabricación. “Una fábrica de chips cuesta 20.000 millones de dólares, y tardas entre cinco y diez años en construirla”, ha alertado Albarrán. Una inversión monstruosa que, según Baissus, “muy pocas empresas en el mundo son capaces de asumir”.
Para conseguirlo, Vancaillie ve en la demanda interna el principal argumento a potenciar: “Si hay clientes en Europa, también pondrán una fábrica aquí. Hace falta gente que utilice esta tecnología, y no solo en la industria de los semiconductores”. ¿Y cómo se estimula esta demanda? Para Baissus, hay dos grandes mercados a explotar: “Uno es el de los centros de datos, y el otro es el de la edge computing. En el ámbito de los centros de datos, Europa se ha quedado atrás en las últimas décadas, y la administración puede ayudar; pero en la edge computing hay una oportunidad, porque se encuentra en etapas más iniciales”.

Mariona Sanz (BSC), Eric Baissus (Kalray), Laurent Vancaillie (IMEC) y Antonino Albarrán (Openchip), durante la mesa sobre los chips de IA | Cedida
Un largo proceso que exige una larga inversión
Ya sean semiconductores, realidad virtual para la formación clínica o algoritmos de predicción climática, hay dos factores que tienden a compartir todas las tecnologías profundas: largos ciclos de producción —fruto de su complejidad inherente— y, en consecuencia, inversiones de capital importantes y sostenidas en el tiempo. “En estadios muy iniciales tienen financiación, sea privada o a través de ayudas y subvenciones. Esta parte está cubierta”, confirma Itziar Blasco. La directora ejecutiva de Empresa y Emprendimiento de Barcelona Activa señala que las primeras etapas también tienen disponibilidad de inversores, y que el principal problema aparece más adelante: “Lo que cuesta es cuando ya hablamos de series A o series B, de unos 20 o 30 millones. Aquí ya es complicado que encuentren financiación en Catalunya o en España, y es cuando los inversores internacionales entran en juego”.
Desde el punto de vista de los inversores privados, la clave para conseguir convencerlos de invertir en proyectos de tecnologías profundas no se encuentra en las cantidades demandadas, sino en los planes de negocio y crecimiento. Así lo ha expresado el administrador del fondo de inversión Silicon Roundabout Ventures, Francesco Perticarari, en otra de las mesas del congreso: “La clave es cuánto tarda en generar eficiencia y resultados. Quizás necesites veinte millones o quizás veinte billones, no me importa; la cuestión es que llegue a ese punto”. Por su parte, el fundador de Bullnet Capital, Javier Ulecia, ha alegado la alta imprevisibilidad de los resultados de esta clase de inversiones: “Pueden pasar diez años desde la primera inversión hasta que empiece a generar ingresos. Es más fácil ganar la lotería que prever cuál será la que funcionará mejor”. Es por ello que fondos especializados como el suyo dedican una gran cantidad de tiempo a analizar en profundidad cada apuesta que hacen: “En 25 años hemos invertido en 30 empresas”.
Ulecia (Bullnet Capital): “Pueden pasar diez años desde la primera inversión hasta que empiece a generar ingresos. Es más fácil ganar la lotería que prever cuál será la que funcionará mejor”
En este procedimiento, y especialmente en Europa, normalmente es necesario complementar la financiación privada con la pública, y los ponentes han mostrado ciertas quejas al respecto. “Se está convirtiendo en un círculo vicioso. El dinero público es esencial porque [en Europa] no hay dinero privado. Hay una gran cantidad de dinero, pero con limitaciones que son estúpidas”, ha criticado Ulecia. A su juicio, el hecho de que las inversiones públicas europeas bloqueen que en el futuro aquellas empresas beneficiarias sean adquiridas por propietarios extranjeros a partir de ciertas cantidades “limita el potencial” de estas compañías: “Necesitas el dinero público sí o sí, pero puede devenir peligroso por las limitaciones futuras”.
Ante la incertidumbre de los emprendedores en tecnologías profundas, Perticarari ha recomendado que “atesoren el momento” inicial, antes de lanzarse a contactar posibles inversores, que considera que es “el período más importante, porque no estás bajo presión”. “La realidad es que no puedes esperar para siempre, pero habla con tanta gente como puedas, haz todos los estudios que puedas, conviértete en un experto en el mercado. Aplica la mente científica al proceso”, ha aconsejado. Por su parte, Ulecia ha sugerido buscar “tantos inversores como sea posible que ‘hablen tu idioma’, entiendan de tecnología y del modelo de negocio y te puedan ayudar a largo plazo”.
La buena noticia: el avance hacia la diversidad de género
Ante un panorama en crecimiento, pero con obstáculos y puntos de mejora importantes, el informe de Acció desvela otro aspecto que hace destacar las deep tech dentro de la tónica del sector tecnológico en conjunto. El estudio indica que un 32% de estas compañías tiene alguna mujer en el equipo fundador, una cifra que cae hasta el 22% cuando se analiza el conjunto de todas las startups de Catalunya. A su vez, el 21% de las empresas tiene una dirigente (CEO) femenina. Unas cifras que, si bien se encuentran todavía a mucha distancia de la paridad de género, son recibidas “muy positivamente” por Blasco, quien se aventura a identificar el predominio de las tecnologías sanitarias como una posible causa de esta diferencia: “La salud es un sector en el que, a pesar de ser puntero tecnológicamente, han hecho los deberes y la representación de las mujeres es muy superior a la de otros sectores”.
Dos condiciones, la especialización en salud y el liderazgo femenino, en las que encaja precisamente Virmedex. A juicio de su CEO, Dani Tost, “las mujeres lo tenemos más difícil para entrar en el mundo de las deep tech porque nos faltan referentes”, especialmente en ámbitos como “la informática o los videojuegos, que nos interesan, pero como usuarias”. Un caso que puede actuar como nuevo “estándar” para que la tan deseada soberanía europea sea compartida en el sentido más amplio.