
Dicen que ahora, cuando en la radio se habla de política catalana, la gente cambia de emisora. Las emociones y las esperanzas acumuladas durante los años del procés se han convertido en aburrimiento y hastío para las capas más dinámicas y comprometidas con la colectividad en la sociedad catalana. La FAES, siempre punzante, acaba de describir al presidente Illa como el ibuprofeno de Catalunya, el antiinflamatorio que te calma y te adormece.
Valorar el primer año del gobierno socialista en la Generalitat -sobre todo en términos económicos- quizás no es muy estimulante, pero siempre es necesario.
La decepción del establishment
El triunfo socialista, migrado pero suficiente para gobernar, fue recibido por las clases dirigentes económicas y mediáticas con complacencia y alivio. La luna de miel ha durado escasamente un año. La necesidad de pactar con los socios de investidura ha decantado las actuaciones del gobierno Illa hacia la izquierda, sobre todo en temas tan sensibles como la vivienda. Las críticas de Foment hacia la persecución de la propiedad privada, inmobiliaria, fueron inesperadamente duras e imprevistas. Después cayó Ángel Simon de CriteriaCaixa, a quien había convertido en brazo financiero para cubrir las necesidades coyunturales socialistas y que ya no fue a tiempo de consolidar, por ejemplo, Celsa. Finalmente, desde el Cercle d'Economia, se volvió a llamar a la sociovergencia, sin nombrarla porque aún no hay mote popular que incluya a Junts. Y Puigdemont huye como gato escaldado.
50.000 nuevas viviendas públicas para 2030

Esta fue la propuesta estrella de los primeros meses del gobierno Illa. Prácticamente la única que podía tener una capacidad ilusionante porque recogía una inquietud creciente entre la sociedad catalana. Y es cierto que tenemos un goteo de pequeñas iniciativas, sobre todo desde Barcelona, pero nadie se cree que el aumento de la oferta llegue a estos niveles ni, sobre todo, que incida en una bajada significativa de los precios.
Es bien cierto que el problema de la vivienda es especialmente complejo y que parece que se han identificado algunos elementos que inciden en él, desde la tramitación administrativa hasta la falta de industrialización del sector. Por otro lado, hay medidas que no acaban de arrancar, como la regulación de la vivienda de uso turístico y otras, como la limitación de los alquileres en las zonas más tensionadas tienen resultados ambivalentes: leve disminución de precios pero caída relevante de la oferta.
Del aeropuerto al hospital
Las infraestructuras son a menudo los emblemas de la actuación de muchos gobiernos. No parece este el caso del gobierno socialista. Ahora apenas ha anunciado para 2031 la construcción del nuevo Hospital Trueta en Girona, un proyecto ya prometido por la consejera socialista del tripartito, Marina Geli, hace 18 años y enterrado a raíz de la crisis de 2010. Tenemos en curso la obra de la sede de la línea 9 del metro, por la que han pasado gobiernos de todos los colores y que seguro que tampoco estará lista durante este mandato. Y también la conexión de los FGC del Llobregat con Sarrià, proyecto iniciado por el gobierno anterior.
Ahora, la verdadera piedra de toque en términos de infraestructuras es el aeropuerto de El Prat, donde la Generalitat no tiene que poner recursos, pero que necesita su aquiescencia para superar los recelos de Bruselas, ya que se actúa sobre un área natural protegida. Encontrar la solución que sea asumible para unos y otros es una patata caliente. Desde la patronal también están decepcionados porque no se resuelve de una vez con la opción más contundente y más dura.
Industria, comercio y cultura
Pocas novedades en estos ámbitos sectoriales. Se mantiene el mantra de mantener la base industrial, que va poco más allá del anunciado desembarco de operadores chinos en la Zona Franca o en Mont-roig del Camp. En comercio, dicen que rescatarán el proyecto de ley elaborado por ERC y ya consensuado. El mismo consenso seguramente condicionaba su ambición. En cuanto a cultura, también la continuidad es la norma, con el proyecto audiovisual de las Tres Xemeneies como buque insignia pero con pocas novedades más.
Niños
Dentro del reguero de promesas para ampliar la repartidora, tendencia ya iniciada por el gobierno Aragonés, quizás lo más destacado es la justificación del último anuncio de ayudas a los niños de las familias con rentas mensuales inferiores a 3.700 euros. Por primera vez se dice que también hay que prestar apoyo a las familias de rentas medias y no exclusivamente a las más pobres. No sabemos si será una flor de verano o iniciará una nueva forma de atender las necesidades de una clase media cada vez más empobrecida y con más malestar. En todo caso, lo que no hay ni se espera es una política decidida a favor de la natalidad, donde volvemos a situarnos a la cola de Europa. Parece una fatalidad inevitable y pasivamente aceptada.
Más mossos para más seguridad
La seguridad ha sido uno de los valores tradicionales de la derecha que la izquierda no ha tenido más remedio que aceptar dado el malestar que provoca y los votos que genera para la extrema derecha. Habrá más mossos, aunque hay que formarlos y no se verán resultados pronto. Incluso la consejera Parlon ha acabado aceptando el compromiso conseguido por el gobierno anterior de responsabilizar a la policía catalana de la seguridad en puertos y aeropuerto.

De momento, sin embargo, Cataluña sigue destacando por atraer mafias delictivas de todo tipo, desde productores y traficantes de droga hasta fugitivos de la justicia de otros países pasando por los carteristas y ladrones de relojes de lujo. La abundante población flotante -turistas, grandes flujos de inmigración- se añade a las conocidas variables climáticas y urbanísticas que favorecen esta especialización delictiva en aumento.
Lengua
El recién firmado Pacto Nacional por la Lengua hace ir al PSC mucho más lejos de lo que había ido nunca, especialmente en relación con la última década en la que sentía el aliento de Ciudadanos (C's) en el cogote. La firma era también otro de los compromisos adquiridos con ERC, ya que el texto estaba prácticamente terminado y consensuado.
El diagnóstico de la situación se aleja del cofoísmo reinante durante los gobiernos de CiU, aunque apunta condicionantes decisivos como variables externas sobre las que no se puede hacer nada: inmigración, legislación constitucional, rechazo del funcionariado español en Cataluña. A pesar de esta falta de rupturismo que sería lo que de verdad podría salvar la lengua, el Pacto supera la dejadez de los últimos veinte años, pone más recursos y trata de reunir más voluntades a favor de la lengua.
Rodalies y Financiación
Dejamos para el final dos temas aparentemente alejados, pero que tienen el denominador común de ser los grandes acuerdos en los que se basó el pacto de investidura con ERC. Sobre el primero, los avances aparentes son muy escasos. El servicio sigue sufriendo crisis periódicas, agravadas por la mala gestión del impacto de las obras de mejora y por la complejidad y falta de robustez de la red. Sin ir más lejos, el día del gran apagón, por la noche, tanto el metro como los FCG ya funcionaban. Cercanías tardó un puñado de días en poder hacerlo con normalidad y mientras tanto con el 24% de los trenes esperando a ser reparados, en palabras de la consejera del ramo. En cuanto al traspaso, en el mejor de los casos también será la obra de la sede. La hostilidad de los trabajadores de Renfe y el miedo a perder sus privilegios actúan, además, como freno para avanzar más deprisa y de forma más eficiente.

En cuanto a la financiación, muy seguro debe estar el presidente Illa de que mejorará para poder hacer efectivas todas las promesas de prestaciones sociales y de vivienda de los primeros meses de mandato. Otra vez, la solución fácil de poner bajo la Generalitat la Agencia Tributaria española en Cataluña no se contempla por el rechazo de los afectados y por el componente simbólico que tiene. Ya lo dijo Rajoy a Mas: no dividiremos lo único que funciona en España. Lo que no funciona, como Renfe, tampoco quieren dividirlo. El mes que viene debería haber un primer paso formal para asegurar que la próxima campaña del IRPF ya será gestionada por la Agencia Tributaria de Catalunya. Hasta entonces, al menos, el escepticismo es inevitable.
Pesimismo generalizado a pesar de los crecimientos del PIB
En síntesis, el primer año del gobierno Illa tiene un perfil plano y monótono. Un año que casi exclusivamente se limita a seguir los grandes proyectos del gobierno de Aragonés -porque eran razonables y consensuados, estaban avanzados técnicamente y porque así lo pactaron con ERC-, pero sin casi ninguna innovación aparte de alguna mejora puntual y un reguero de promesas de ayudas y subvenciones cuando, precisamente, no hay nuevos presupuestos. Nada nuevo que innove o pueda entusiasmar a la sociedad o que pueda generar mejoras tangibles en la población.
Una sociedad, como dicen las encuestas, en la que los buenos resultados del PIB dejan a la mayoría indiferentes, abrumados como estamos por una vivienda inalcanzable y una juventud que no se puede emancipar. Y ya no digamos por la invasión rusa y los estirones de Trump. Eso sí que genera audiencia, aunque sea para magnificar las amenazas y la incertidumbre.