Sequía y resiliencia al cambio climático

Las urgencias diarias -sanidad, enseñanza o prestaciones sociales- nos dificultan atender los retos estructurales

Imagen del pantano de Siurana | ACN - Arnau Martínez Imagen del pantano de Siurana | ACN - Arnau Martínez

La sequía es el principal problema que ahora tiene Catalunya, acaba de decir el Presidente de la Generalitat. Con propiedad tendríamos que hablar de falta de agua, provenga de la lluvia u otros recursos. Solo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena, dice el dicho popular. Esto pasa con la sequía y con otras situaciones extraordinarias. Parece que no se haya hecho nada desde el último episodio del 2008-2009. No es cierto. Se han hecho cosas -sobre todo en materia de desaladoras-, pero es evidente que no hay suficiente.

Las sequías, de extraordinarias a recurrentes

Siempre es difícil dotarse de recursos y de inversiones para situaciones extraordinarias. Las urgencias diarias -sanidad, enseñanza o prestaciones sociales- nos dificultan atender los retos estructurales, que tienden a alargarse sine die. De todo lo que acabamos de decir, solo hay una expresión inexacta: situaciones extraordinarias. El cambio climático ya está aquí y las situaciones extraordinarias son cada vez más frecuentes y comunes. Tenemos que continuar luchando para mitigar la intensidad del cambio climático, pero los mismos científicos que nos lo recuerdan también nos dicen que la inercia adquirida de hace décadas hace que sus consecuencias sean inevitables, por mucho que, de repente, paráramos todas las actividades humanas que lo aceleran.

No estamos hablando del apocalipsis, sino de cambios acelerados en el clima que necesitan respuestas para mitigar los efectos

Hay un consenso general que el cambio climático que ya tenemos encima provoca y provocará, en un futuro inmediato, varios fenómenos, a veces aparentemente contradictorios. Uno es la bajada de la pluviometría en las zonas actualmente templadas, y muy especialmente en el Mediterráneo. Bajada que puede convivir con periodos puntuales de grandes precipitaciones, pero que nunca compensará la disminución pluviométrica media. De hecho, parece evidente como los fenómenos meteorológicos extremos se intensifican: perturbaciones que nos acercan a los huracanes de otras latitudes muy condicionados por el calentamiento del mar, largos e intensos periodos de sequía... Y todo ello nos lleva a situaciones como la proliferación de incendios fuera del periodo estival, las oleadas de calor en la primavera y el alargamiento del verano meteorológico. Y todavía tendríamos que añadir el aumento del nivel del mar y la proliferación de tormentas que estropean el litoral.

No estamos hablando del apocalipsis, sino de cambios acelerados en el clima que necesitan respuestas para mitigar los efectos y hacer más resiliente nuestra sociedad. No podremos continuar viviendo exactamente como hasta ahora, pero tenemos que evitar que el cambio climático nos coja desprevenidos y genere unos costes sociales, económicos y ambientales desmesurados.

Hace falta una estrategia global para adaptarnos al cambio climático

Esto tendría que implicar la creación de una estrategia tan consensuada como sea posible y que tuviera continuidad en el tiempo, al margen de coyunturas políticas y económicas. Además del impacto de la menor y más desequilibrada pluviometría, de la que hablaremos con más detalle a continuación, esta estrategia para minimizar el impacto del cambio climático tendría que contemplar actuaciones como por ejemplo:

- La revisión de las infraestructuras y de las zonas residenciales próximas a la línea de mar, sea para protegerlas o, en última instancia, trasladarlas. Esto vale tanto para el tren de la línea del Maresme como para las playas, los paseos marítimos o por los puertos deportivos.

- Una atención más estricta en las zonas inundables, tanto para nuevas implantaciones como para las que ya existen

- Una estrategia específica para asegurar la pervivencia de las zonas deltaicas y de marismas costeras, tanto por su valor y singularidad ambiental como agrícola.

- Una política efectiva de control y de gestión de las masas forestales, que las haga menos propensas a los incendios y a su expansión incontrolada

- El control y la protección efectiva de las zonas habitadas -urbanizaciones, sobre todo- ubicadas en medio de masas forestales

- El mantenimiento y control de elementos susceptibles de ser afectados por vientos huracanados, desde tejados al arbolado público, pasando por infraestructuras eléctricas o similares.

- La prevención del impacto en la salud de una población, cada vez más envejecida, de las situaciones meteorológicas extremas, como por ejemplo oleadas de calor, frío o la generalización de plagas y dolencias tropicales.

Este plan estratégico de resiliencia climática habría que plantearlo a largo plazo, con objetivos temporalizados y revisables periódicamente. Tendría que comprometer y articular tanto las actuaciones de las administraciones como del tejido productivo y de la ciudadanía.

El agua, como bien cada vez más escaso, inevitablemente será más cara

Decíamos que dada la coyuntura, había que profundizar algo más contra el descenso de la pluviometría. Hay dos verbos que se utilizan a menudo en temas ambientales que en este caso son todavía más capitales: ahorro y reutilización.

Evidentemente que como soluciones de urgencia hay que impulsar actuaciones de desalación del agua o de nuevas captaciones de aguas superficiales, como se acaba de hacer en el Besòs. Las desaladoras siempre han tenido mala fama ambiental debido al elevado consumo energético que comportaban. Dos comentarios al respeto: primero, hay que vincular la creación o ampliación de desaladoras a la generación de energía renovable -sobre todo fotovoltaica- para hacerlas funcionar. Segundo, no solo el agua obtenida de las desaladoras genera más costes para obtenerla. Una gestión eficiente del ciclo del agua entendida como un bien cada vez más escaso, a la fuerza, tiene que encarecer el precio para todos los consumidores. De hecho, como nos recuerdan las compañías en sus recibos, el peso del agua propiamente dicha en el recibo que nos emiten es relativamente reducido junto a todo el resto de impuestos y tasas vinculadas a la actual gestión del ciclo del agua. El precio a pagar por el suministro de agua inevitablemente tendrá que subir.

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Imagen de archivo de un grifo | iStock

La imprescindible mejora de la eficiencia en el uso agrícola y de servicios

Pero vamos a las soluciones estructurales. Igual que con la energía, la forma más eficiente y más barata de gestión del agua es disminuir el consumo. Aquí hay deberes para todo el mundo, pero de carácter desigual debido al diferente nivel de ahorro ya logrado. Muchas industrias han hecho o están haciendo los deberes, sobre todo para disminuir los costes, es decir, por economía verde. Un caso paradigmático es el de Damm, que en poco tiempo pasó de utilizar tres litros de agua por cada litro de cerveza producida a utilizar uno y medio. Los hogares urbanos, empezando por Barcelona, hace tiempos que han asumido un uso muy moderado de agua. Pero hay otros sectores que todavía tienen muchos deberes para hacer, como el sector turístico y hotelero, donde prácticas como la reutilización de las aguas grises -duchas y similares- comportan a menudo elevados costes de adaptación para las construcciones ya existentes.

Otro sector donde hay casi todo el trabajo por hacer es el agrícola y ganadero. En las zonas regadas por el canal de Urgell, la principal zona de regadío del país, más del 80% del regadío es a manta, por inundación, a pesar de que la eficiencia de este sistema de riego es del 60%. Teniendo en cuenta que en años normales el canal de Urgell gestiona casi el triple de agua que todo el sistema Ter-Llobregat, que provee de agua las principales comarcas costeras, Barcelona incluida, nos indica el potencial de que disponemos.

Los hogares urbanos, empezando por Barcelona, hace tiempos que han asumido un uso muy moderado de agua

Recordamos que, en su momento, se hizo el minitrasvase del Ebro exclusivamente de acuerdo con el ahorro que se generó, revistiendo los canales de riego del tramo final del río y eliminando las pérdidas. Tener el país partido en dos por la gestión del agua es una animalada propia del siglo XIX. Evidentemente, habrá que ayudar a los campesinos del canal d'Urgell a hacer un uso más eficiente del agua para que -a igual o menor caudal- los nuevos sobrantes puedan aprovecharse en el sistema costero. Recordamos que la gran obra hidráulica para complementar el regadío de la zona -el canal Segarra-Garrigues- resta bien poco desarrollada porque los campesinos no tienen capacidad para financiar las inversiones y convertir sus tierras en regadío. El aumento del precio de los alimentos -empezando por los cereales- quizás puede ayudar, pero si se trata de un proyecto para repartir el agua de forma más equitativa por todo el país, hará falta poner dinero público para hacer estas mejoras en la eficiencia del riego agrícola.

Quién tiene cloacas tiene un tesoro

La segunda apuesta estratégica es la reutilización. Ya hace días que vemos anuncios de la AMB que explican la reutilización del agua de la depuradora del delta del Llobregat.

También hay alguna actuación en marcha en el Vallès para proveer industrias y reguera pública a Sant Cugat y Cerdanyola. Está muy bien que el agua depurada, que antes simplemente se abocaba al río para ir a parar al mar, ahora se haga río arriba, disponible para ser depurada y convertida en agua potable. O que se utilice directamente para otros usos diferentes del regadío agrícola y el agua de boca. Aun así, el gran reto es hacer que la inmensa mayoría de nuestras depuradoras añadan una fase adicional a su proceso, la depuración biológica. Con la depuración biológica se pueden convertir las aguas residuales en aguas completamente limpias y disponibles para cualquier uso, incluidos los del agua potable. Una vez más, es cuestión de recursos y de la forma de obtenerlos. Tradicionalmente, estos han venido de la ya elevada fiscalidad que soporta el suministro de agua. Hay que ver si solo con este sistema ya tenemos bastante o hay que buscar otros de más generales, provengan de la fiscalidad general o de recursos europeos. Pero desengañémonos, el gran potencial para disponer de agua en el futuro pasa por la reutilización completa de las aguas residuales.

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