
"Si no fabrican su producto en Estados Unidos, lo cual es una prerrogativa, simplemente tendrán que pagar un arancel". Con esta frase estrenó el segundo mandato el republicano Donald Trump en el Foro de Davos. Era su primera gran aparición pública, el 23 de enero, tan solo tres días de su inauguración como presidente norteamericano. La advertencia no podía ser más evidente. El 3 de abril, sus palabras se tradujeron en hechos, con la ya famosa tabla de tasas "recíprocas" -pese a que muchas no se habían calculado correctamente-. Una semana después de este "Día de la liberación", Trump suspendió durante 90 días la guerra arancelaria. Lo paró todo. O casi todo, porque hasta la pasada semana no relajó al 30% los aranceles del 145% a todos los productos procedentes de China.
La historia la conocemos todos. Los riesgos, también: en Catalunya, estas medidas podrían frenar entre un 0,2% y un 0,3% el crecimiento del PIB, ya que afectarían a las 3.100 empresas del territorio que exportan regularmente a los EE.UU. El país norteamericano es el quinto socio comercial del territorio en el ránking general y el principal fuera de la Unión Europea (UE) y el Reino Unido. Por eso, no fue ninguna sorpresa cuando, hace unos días, la Cambra de Comerç de Barcelona cifró en 1.055 millones de euros las pérdidas previstas. Ahora bien, hay excepciones. Algunas compañías catalanas ya han movido ficha e incluso están manteniendo los beneficios en medio del conflicto.
Los países están renegociando su relación comercial con EE.UU. El desenlace debería llegar antes del 9 de julio (o el 10 de agosto, en el caso de China). En caso contrario, volverán los aranceles de abril. Las condiciones son claras: o se presenta un acuerdo beneficioso desde el prisma de Trump, o la única alternativa viable para sortear las tarifas será trasladar la producción -o parte de ella- al país norteamericano. Este segundo escenario cada vez se estudia con más fuerza, especialmente en sectores como el metalúrgico, farmacéutico o la automoción. Son tres motores de la economía catalana, pero también los tres más castigados por Estados Unidos, si repasamos los precedentes.
Sin embargo, cabe decir que la ley norteamericana presenta dos alternativas, aunque muy complejas. La primera son las solicitudes de exención arancelaria. Estas no dependen directamente de la presidencia, sino de la Oficina del Representante Comercial de los EE. UU. (US Trade Representative) y son permisos que se otorgan en casos muy concretos. Hay que tener en cuenta que se trata de saltarse la famosa Sección 301 del Trade Act de 1974. Por lo tanto, la justificación ha de ser muy evidente, como por ejemplo cuando el producto es tan exclusivo que no se puede conseguir en Estados Unidos o cuando su arancel tiene un gran impacto en la economía del país. Por ejemplo, durante el primer mandato de Trump se aplicó en el caso de bicicletas eléctricas chinas.
La segunda vía son las Zonas de Comercio Exterior (FTZ), las cuales permiten importar bienes sin pagar aranceles hasta que entren definitivamente al mercado doméstico. En este caso, es una manera de armonizar las tasas para empresas que operan en EE.UU. Sin embargo, no plantea una exención directa como la que se dispone en el caso anterior.
El caso Wallbox, un ejemplo de 'timing' perfecto
Solo han pasado cuatro meses desde la llegada de Trump. A priori, parece difícil de creer si hacemos memoria de todo lo que ha ocurrido desde entonces. Ahora bien, las presentaciones de resultados han evidenciado que desde el punto de vista económico aún no ha habido tiempo de sufrir los aranceles. Con el republicano ha habido más palabras que hechos, y las tasas norteamericanas han estado efectivas durante periodos de tiempo muy breves. En definitiva, los beneficios se han mantenido en líneas generales, pero las perspectivas de futuro continúan siendo inciertas precisamente por la fecha de caducidad de la tregua comercial.

No obstante, hay ejemplos como Wallbox donde la confianza es total. Este es, seguramente, el caso más paradigmático de la otra cara de la moneda. Durante la presentación de su balance trimestral, la firma de cargadores eléctricos se anotó un aumento del 148% de su facturación en Norteamérica (EE.UU y Canadá), que supone el segundo mercado de la compañía. Han ingresado un total de 37,6 millones de euros y han reducido las pérdidas un 39,5%. "Tener presencia industrial en Estados Unidos ha fortalecido claramente nuestra posición", comenta un portavoz de la firma a VIA Empresa.
El contexto arancelario coincide con otra circunstancia favorable en el mercado norteamericano como es el boom de los vehículos eléctricos. El CEO de la compañía, Enric Asunción, admitió a finales de 2024 que el sector continuaba "bajo las expectativas". Sin embargo, por entonces en Norteamérica ya se registraron repuntes de ingresos del 45% interanual. Es decir, EE.UU y Canadá crecen por encima del mercado global. En Wallbox lo sabían y, por este motivo, abrieron una planta de producción en 2022 en Arlington (Texas). Una decisión que ha sido acertada desde todos los frentes, ya que hoy les permite producir unos 100.000 cargadores desde Estados Unidos y, al mismo tiempo, esquivar los aranceles de Trump.
"Produciendo localmente hemos podido escalar de manera más eficiente para responder a la demanda norteamericana", reconoce el portavoz, quien destaca que la "agilidad" que mostró Wallbox en su momento se ha visto recompensada por la "ventaja competitiva" respecto a las empresas que no están tan arraigadas al ecosistema de EE.UU. Y no solo por los aranceles, sino también por los tiempos de entrega y las expectativas de los actores locales: "Creemos que haber apostado desde el principio por el mercado norteamericano nos ha posicionado bien, ha sido una decisión acertada a largo plazo".
Wallbox se benefició del IRA de Biden, con incentivos fiscales, subvenciones y ayudas al consumidor en el momento de compra
Además, su aterrizaje coincidió con la publicación de la Inflation Reduction Act (IRA), impulsada por el gobierno de Joe Biden. Esta ley previó un paquete de inversión climática de cerca de 369.000 millones de dólares dirigido para empresas y ciudadanos. En el caso de Wallbox, al tratarse de una firma respetuosa con el medio ambiente, se encontró con incentivos fiscales y subvenciones para la fabricación local de cargadores, además de ayudas y descuentos a los consumidores para que se animaran a comprar vehículos eléctricos. Un ejemplo de timing perfecto.
Adicionalmente, la empresa tiene otro centro de producción en China, el cual les permite cubrir la demanda del mercado asiático y evitar gravámenes procedentes de aquella zona. A pesar de ello, desde Wallbox subrayan que Europa y EE.UU permanecen como "principales regiones" y de momento no tienen previsto abrir ninguna planta de producción en nuevos mercados.
De Grifols a Fluidra, ¿cómo gestionar la crisis arancelaria?
Resulta complicado encontrar un caso más redondo que el de Wallbox. Pero el unicornio catalán no es la única firma del territorio que tiene presencia logística en Estados Unidos. Otro de los beneficiados es la farmacéutica Grifols. Al menos, así lo defendió esta misma semana el CEO, Nacho Abia. "Somos la compañía más bien posicionada del sector en EE.UU y no tememos ningún impacto por los aranceles", aseguró, categórico, en una entrevista a Cinco Días. "En EE.UU tenemos una integración vertical absoluta; producimos todas las medicinas del ciclo completo, con lo cual estos productos no han de entrar ni salir del país. Pase lo que pase con los aranceles, estamos bien", insistió.
Los datos avalan sus afirmaciones. En términos reportados, los ingresos de Grifols han crecido un 7,4%, pero sin el impacto del IRA en EE.UU la mejora habría sido del 10%. Todo ello es un éxito de esta "integración" a la que aludía Abia y que no solo se ha producido en el país norteamericano, sino en otros puntos del planeta. Grifols lo apuesta todo a estar "lo más cerca posible" del paciente en todo momento del proceso de fabricación y venta. No solo a través de filiales, sino también con centros de donaciones y de producción. Una estrategia que les ha permitido estar "mucho mejor" situados que sus competidores en un momento de gran incertidumbre.
Farmacéuticas como Grifols y Esteve no temen el impacto de las barreras comerciales, mientras que Fluidra pide "prudencia" a pesar de estar muy presentes en Estados Unidos
Otra farmacéutica catalana, Esteve, no está tan bien posicionada como Grifols, pero mantiene igualmente la tranquilidad. No disponen de planta productiva en Estados Unidos, pero sí en México, uno de sus grandes aliados comerciales. También están presentes en Alemania y China. En total, tres países extranjeros estratégicos a los que se suman los tres centros de producción catalanes, situados en Lliçà de Vall, Celrà y Banyeres del Penedès. Esta semana, el CEO de la compañía, Staffan Schüber, aseguró que el impacto de los aranceles "será mínimo para Esteve, mientras que las normas aún no están definidas". Además, tal como sucede en el caso de Grifols y Wallbox, añadió que "el negocio está en crecimiento".
No es tan optimista Fluidra. O, al menos, no rotundamente. La compañía presidida por Eloi Planes mejoró sus resultados trimestrales un 29% en comparación con el año pasado y ganó 48 millones de euros. O sea, ahora mismo no se han visto afectados por las tasas. Su producción está dividida en seis continentes y, pese a que el impacto no debería ser tan grave, Planes reconoció hace unos días que estaban estudiando cambios en la cadena de suministros para "asegurar que el nivel de aranceles sea el mínimo". En este sentido, un portavoz de Fluidra confirma a este diario que también están "trabajando con los proveedores para reducir la base de costes" y que implementaron una subida de precios en Norteamérica el pasado mes de abril. "Estamos planeando nuevas subidas", avanza el responsable.
Después de la victoria del republicano en noviembre, Fluidra previó un "impacto medio" de una guerra comercial en sus cuentas. Sin embargo, por ahora la situación es "un poco mejor" de lo que habían pronosticado. Hoy avanzan un aumento del 10% de los precios en el sector de las piscinas y un impacto de 50 millones de euros brutos en su balance de diciembre, siempre que se mantengan las tarifas anunciadas en abril por la administración Trump. "Estas pérdidas tienen que ver principalmente con los aranceles elevados en China, ya que en México la gran mayoría de nuestros productos cumplen con la exención del USMCA", recuerda un portavoz de la firma. El USMCA es el tratado comercial que existe entre EEUU, México y Canadá, y que de momento Trump ha respetado, a pesar de las tensiones con los dos países vecinos.
Por su parte, Fluidra dispone de plantas productivas repartidas por California, Florida y Texas. Todo ello conforma una "situación dinámica" que podría cambiar con potenciales acuerdos comerciales. Por ello, hace unos días Planes pidió "prudencia", aunque desde la compañía confían en cumplir las previsiones de este 2025, es decir, alcanzar un crecimiento anual mínimo en ventas del 6%, junto con un margen de ebitda ajustado superior al 25% y un retorno sobre el capital superior al 17%: "Somos una empresa líder generando valor para nuestros accionistas y grupos de interés", concluye su portavoz.
Los interrogantes: Comexi y Girbau
El listado de empresas con presencia productiva en Estados Unidos no se acaba aquí. Werfen (salud) o Ficosa (automoción) también disponen de plantas que, a priori, deberían amortiguar el golpe de los aranceles norteamericanos a sus productos. Ahora bien, hay una ristra de firmas catalanas que si bien están presentes en el mercado estadounidense a través de filiales, aún no cumplen el requisito de Trump de fabricar en el país norteamericano.

Hay dos casos muy representativos. El primero, Comexi. Esta compañía de envasados flexibles lleva más de 35 años operando en EE.UU y, de hecho, el pasado 2023 abrió un Centro Tecnológico (CTec) en Miami. Inicialmente, la idea era tener un centro de formaciones y demostraciones que reforzara su vínculo con el territorio. Sin embargo, aunque fue una gran inversión, no se ajusta a la legislación para esquivar las tasas. Esto tampoco ha alterado los planes de la firma. Según explica un portavoz a VIA Empresa, no hay previsiones de abrir un centro productivo y están centrados en los trabajos de expansión de la planta de Girona. "Tenemos contingencias ante distintos escenarios, pero no estamos sufriendo grandes problemas. Nos ha afectado alguna operación, pero estamos hablando con los clientes y acordando cómo afrontar la situación", aclara.
El segundo caso es Girbau. Se trata de la quinta empresa en el mundo en lo que se refiere a la maquinaria de lavandería industrial, con un beneficio neto de 14,6 millones de euros el último ejercicio. Tiene cuatro plantas de producción en Vic, una en Francia y una en China. Pero ninguna en Estados Unidos, un país que representa una parte importante de sus ventas mundiales. Por esta razón, el pasado mes de marzo decidió vender su negocio de distribución en EE.UU por 43 millones de dólares. Con esta operación, ya ha anunciado que financiará una nueva planta productiva en Wisconsin.
Independientemente del sector, trasladar parte de la producción a Estados Unidos (o China, en muchos casos) parece el remedio favorito para mantener el crecimiento empresarial. Almenos, es la única certeza en medio de un escenario plagado de interrogantes. La única manera de poder saltar el muro invisible de los aranceles de Trump.